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lunes, 3 de octubre de 2011

LITERATURA UNIVERSAL. UNELLEZ. Unidad III. El Romanticismo (2011)

Miguel de Cervantes y Saavedra
primerísima figura literaria de habla hispana

Contenido: Cervantes,  Víctor Hugo, Goethe, Balzac, Flaubert y Rosseau (Texto de Isaías Medina López)

1. Antecedentes de la novela moderna: El Quijote de la Mancha
Contexto: El Siglo de Oro es el periodo clásico del esplendor de la literatura de España. Se estima su lapso entre la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija (1492) hasta el fallecimiento de Pedro Calderón de la Barca (1681). Admite tanto escritores del renacimiento (Garcilaso de la Vega, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Jorge Manrique) como del barroco (Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Calderón de la Barca y Miguel de Cervantes).
El Quijote de la Mancha es una de las obras más traducidas, difundidas y estudiadas de la historia. Se publica en dos partes: El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (1605) y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615). En sus numerosos pasajes suceden entradas y salidas del mundo real al fantástico, con elementos vinculantes con el romanticismo, el realismo, y  la postmodernidad, sin contarse, hasta ahora con un criterio capaz de señalar  a plenitud su clasificación, o quizá, lo difícil sea admitir que todos ellos, a su manera, han acertado, pues la complejidad con la que fuese elaborada facilita cualquier opinión, y también varias opiniones a la vez.
Su autor Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616), acometió travesías a la par de su famosa novela; poeta; guerrero; dramaturgo; prisionero de moros y españoles; alguacil;  empresario  y amante fracasado. Su delgada figura corporal además de bizarra biografía, le dan un aire casi legendario. Sin embargo su fama reside en la monumentalidad de El Quijote, al respecto bastaría comentar que el día de su fallecimiento, 23 de abril, es conmemorado como Día Mundial del Libro y del Idioma. Sobre su influencia en nuestro lenguaje, apreciamos que la Real Academia Española (y el universo en general) guardan, gracias a su gran novela, el concepto de “quijotesco”: “1- Que obra con quijotería. 2-Que se ejecuta con quijotería. 3-Propio o característico de Don Quijote de la Mancha o de cualquier quijote”. La RAE entiende como Quijote: “1. m. Hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresada y comprometidamente en defensa de causas que considera justas, sin conseguirlo. 2. m. Hombre alto, flaco y grave, cuyo aspecto y carácter hacen recordar al héroe cervantino.” El premio más prestigioso de habla hispana es el “Premio Cervantes”, especie de Premio Nobel del mundo hispano, e igual puede decirse, por su notoriedad del “Instituto Cervantes”, uno de los garantes del proyección de nuestro idioma a nivel mundial.     
Como toda acción transformadora del idioma, el texto de El Quijote es fantasmal; se mueve entre lo posible y fantástico, entre el idealismo y el realismo, lo que le vale, en su manifiesta capacidad apara interrelacionar mundos distantes un apropiado espacio entre los cultores del romanticismo. Sus logros se declaran a través de personajes–símbolos: el extraviado Don Quijote (fantasma, éter de lo literario, en pos de sí mismo); el leal escudero Sancho Panza (la voz social escéptica  que termina enloqueciendo); la campesina Dulcinea (la utopía del amor); el caballo Rocinante (la naturaleza caprichosa y a la vez fiel), la irreductible pastora Marcela y el suicida Grisóstomo, en un extraño binomio de deseo  y hambre de libertad. Alonso Quijano, luego de convertirse en Don Quijote, realiza varias salidas, de ida y retorno a su casa: La Mancha, Montiel, Aragón y Cataluña.  Estos viajes estructuran la obra y centran los pasajes de la obra, en la que Quijano, “Caballero andante” morirá agotado ante sus locuras, mientras que Sancho Panza las hereda. Uno de los célebres pasajes que ambos personajes protagonizan, es cuando el de “molinos de viento”, cuya torre y aspas las confunde el Quijote con “desaforados gigantes”, que nos muestra la alterada percepción de El Quijote:

“Dio espuelas a su caballo Rocinante, sin atender las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que sin duda eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero el iba tan puestos en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero  Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran”.   

Mención aparte es Cide Hamete Benegeli, a quien el Quijote le asigna la autoría de la obra, en un ejercicio de metaficción (técnica que permite al autor compartir sus reflexiones en torno a la literatura y que va más allá “meta” de la “ficción” misma del texto). El mismo Quijote al final de la novela  hace que se certifique su propia muerte: “para quitar que algún otro autor que fuese Cide Hamete Benegeli le resucitase falsamente e hiciese inacabable la historia de sus hazañas.” Es decir, admite el miedo de ver prolongada su errabunda fantasmalidad.  
La mayor de sus dualidades múltiples es la de ser o no la cumbre de las novelas de caballería o por el contrario, su antítesis. Esta dicotomía y otras a surgir pareciera estar resuelto por Friedrich Nietzsche: “De tanto combatir a los dragones terminarás siendo uno de ellos”, así  mientras más argumentemos a favor de una de las dos opciones más cerca estaremos de afirmar lo contrario. Sin embargo es significativa la mirada de reflexión del mismo personaje, quien de manera anticipada a los dilemas que afrontaría el texto, admite: “Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?”. No conforme, también, asegurará: “Sabe más el tonto en su casa, que el sabio en la ajena.”
Entre las opciones preferidas por los estudiosos de la literatura figuran la de obra de humor (humor fantástico, sería lo más apropiado), la de retrato social de España, la de estudio del personaje caballeresco y la de reconstrucción del saber popular llevado a la literatura “culta”. Es un decir común señalar que Cervantes usa sus personajes para reinventar los saberes del pueblo, y de allí el término “Ingenioso Hidalgo” (dicho de quien posee ingenio, pero no fortuna). Enunciados como estos reivindican esa última consideración: 1- “Después de las tinieblas espero la luz”; 2- “Aún entre los demonios hay unos peores que otros, y entre muchos malos hombres suele haber alguno bueno”; 3-“El ver mucho y leer mucho aviva los ingenios de los hombres”; 4-“Es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado de los muchos necios”; 5-“Es tan ligera la lengua como el pensamiento, que si son malas las preñeces de los pensamientos, las empeoran los partos de la lengua”; 6-“Esta que llaman fortuna, es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo, ciega, y así no ve lo que hace, ni sabe a quién derriba”; 7-“La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”; 8- “La santidad fingida no hace daño a ningún tercero, sino al que la usa”; 9- “La verdadera nobleza consiste en la virtud”; 10-“La virtud es más perseguida por los malos que amada de los buenos”; 11- “Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se sienten bestias”; 12-“Más vale vergüenza en cara que mancilla en el corazón”; 13-“Nada hay más pequeño que un grande dominado por el orgullo” y 14-“Parece, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas”.
Obviamente, las lecturas posibles de El Quijote no están ni siquiera cercanas a definirse. La infinidad de alcances de su interpretación surge como uno de los más interesantes retos que se pueda asumir en la literatura y en interesantísimos estudios en psicología; filosofía; sociología; filología y enseñanza de valores.   

Los románticos
Contexto: El movimiento del romanticismo se inicia en Alemania y de allí se difunde a toda Europa y América. Es un movimiento del siglo XIX, pero con características aún vigentes en muchas historias del cine, la televisión, la lírica y la poesía musical. Le caracteriza la inconformidad por alcanzar la libertad absoluta del ser humano, posee algunos excesos del barroco y guarda estrecha relación con la naturaleza tanto ambiental como humana y social, en situaciones de conflicto. Cada autor, nación y época lo desarrollan de manera distinta. Rubén Darío, padre del movimiento opuesto (el modernismo) afirmó: “Quien que es no es romántico”.   

2.-Los románticos: Víctor Hugo (Nuestra Señora de París)
Aporte fundamental del romanticismo es la novela gótica, basada en lugares lúgubres, seres deformes, fantasmas, entes sobrenaturales, casas embrujadas, e historias de malditos. La hay inspiradas en la era medieval (Drácula de Bram Stoker); en los engendros creados por el hombre o de ciencia ficción (Frankenstein o el moderno Prometeo,  de Mary Shelley); de asombro fantástico (los cuentos de Edgar Allan Poe) y de leyendas urbanas (Batman en Ciudad Gótica de Bob Kane o Sin City de Frank Miller). Pero hay quien las valora como parte indisoluble de las “novelas de terror”.
Nuestra Señora de París (1831), narra los trágicos amores frustrados del deforme Cuasimodo con la gitana Esmeralda, además pretendida por el obispo Frollo y su protector el capitán Febo. Esmeralda es acusada de herir a Febo, el obispo Frollo le ofrece salvarla a cambio de sus favores sexuales, pero Esmeralda no acepta y sella su destino. Los sucesos ocurren en la era medieval, evocada por el autor, Víctor Hugo (1802-1885), caballero oficial de la Legión Extranjera, editor y notable poeta. El lema romántico de que todo pasado fue mejor, dadas las aventuras de antes aflora desde el inicio del texto:       

Si nos fuera permitido a nosotros, hombres de 1830, mezclarnos con el pensamiento a estos parisinos del siglo XV, y penetrar con ellos, zarandeados y empujados en aquella enorme sala del palacio, tan estrecha aquel 6 de enero de 1482, no habría dejado de ser interesante y encantador el espectáculo de vernos rodeados de cosas que, por ser tan antiguas, las hubiéramos considerado como nuevas. Si el lector nos lo permite, vamos a intentar evocar con el pensamiento la impresión que habría experimentado al franquear con nosotros el umbral de aquella enorme sala y verse rodeado por una turba vestida con jubón, sobrevesta y cota...

La angustia social del texto se revela en el desprecio que siente la sociedad por los seres deformes, a quienes se les ignora su condición de criaturas de Dios. Cuasimodo, de enorme utilidad por accionar las gigantescas campanas de la catedral de París, al ser contemplado por la multitud, se omite su trabajo y  es víctima de total desprecio:

Tenía una combinación de muslos y de piernas tan extravagante que sólo se tocaban en las rodillas y, además, mirándolas de frente, parecían dos hojas de hoz que se juntaran en los mangos; unos pies enormes y unas manos monstruosas y, por si no bastaran todas esas deformidades, tenía también un aspecto de vigor y de agilidad casi terribles; era, en fin, algo así como una excepción a la regla general, que supone que, canto la belleza como la fuerza, deben ser el resultado de la armonía. Ése era el papa de los locos que acababan de elegir; algo así como un gigante roto y mal recompuesto. Cuando esta especie de cíclope apareció en la capilla, inmóvil, macizo, casi tan ancho como alto, cuadrado en su base, como dijera un gran hombre, el populacho lo reconoció inmediatamente por su gabán rojo y violeta cuajado de campanillas de plata y sobre todo por la perfección de su fealdad, y comenzó a gritar como una sola voz:
-¡Es Quasimodo, el campanero! ¡Es Quasimodo, el jorobado de Nuestra Señora! ¡Quasimodo, el tuerto! ¡Quasimodo, el patizambo! ¡Viva! ¡Viva!
Fíjense si el pobre diablo tenía motes en donde escoger:
-¡Que tengan cuidado las mujeres preñadas! -gritaban los estudiantes.
-¡O las que tengan ganas de estarlo! -añadió Joannes.
Las mujeres se tapaban la cara.
-¡Vaya cara de mono! -decía una.
-Y seguramente tan malvado como feo -añadió otra.
-Es como el mismo demonio -porfiaba una tercera.

Esmeralda, de la, en ese entonces,  despreciada raza de los gitanos, al final prefiere morir que acceder a convertirse en objeto sexual de Frollo. Cuasimodo, quien tuvo de ella el único gesto de cariño de toda su vida, admira su cadáver en una trágica despedida sin remedio y desde lo alto del campanario ve el cuerpo de Frollo, a quien acaba de arrojar hacia el suelo: 

Quasimodo alzó entonces su ojo hacia la gitana de la que veía, a lo lejos, cómo su cuerpo, colgado en la horca, se estremecía aún, bajo su vestido blanco, con los últimos estertores de la agonía; después la dirigió de nuevo hacia el cuerpo del archidiácono, aplastado al pie de la torre, y ya sin forma humana, y exclamó con un sollozo que agitó su pecho desde lo más profundo. -¡Oh! ¡Todo lo que he amado!

La actitud de Esmeralda puede catalogarse como suicida, al escoger entre ser esclava sexual de Frollo y morir, prefiere esta última opción. De nuevo el tema del suicidio, por asuntos del amor, con su especial matiz en cada caso, como el de Ofelia en Hamlet, el de Grisóstomo en El Quijote y de Wherter en Goethe, tendrá un gran realce en la estructura y desenlace de las obras donde se les incluye, luego el lector no debe perder de vista muchas de las actitudes suicidas de otros personajes, en obras previas y posteriores  al romanticismo poseen. El dilema entre el libre albedrío y el acatamiento ciego del destino, traducido en la posibilidad de elegir cuándo y por qué terminar con su vida, marca un estado de rebeldía contra el estatus religioso y social que prohibía el suicidio, so pena de excomunión y que acarreaba desgracias extendidas hasta la familia del suicida. La posición de Víctor Hugo al respecto de su momento social es clara y ácida, al referirse al una vez protector de Esmeralda: “Febo de Châteaupers tuvo también un fin trágico: se casó”.

3.- La sensibilidad prerromántica: Goethe (Las cuitas del joven Wherter)
Contexto: El Sturm und Drang, es una expresión alemana que traduce tormenta e impulso. Promueve así la imposición de la subjetividad individual contra el racionalismo social y la didáctica científica de la ilustración. Este movimiento literario se desarrolla desde 1750, aproximadamente, y se funde (como base de apoyo), con el  romanticismo.
Las cuitas del joven Werther (1774), agitaron a Europa y América. Se estructura mediante cartas (o género epistolar) lograron asustar, aturdir y emocionar a su época. En esa conmoción  prevalecen dos factores claves; el primero es el medio literario que emplea (las cartas) y el segundo la muerte suicida de Werther. El género epistolar o literatura de las cartas, era respetado en su época por constituir un documento genuino, del que nadie se retractaba; inclusive fue un oficio muy bien remunerado. Saber escribir una carta indicaba el dominio de  un “arte” literario mayor. Cartas como las Epístolas de San Pablo, en el Nuevo Testamento y las de Cristóbal Colón o las de Simón Bolívar, aún mantienen una gran vigencia que en los tiempos de Goethe relevaban a otro texto. Luego las cartas con las cuitas (anhelo y/o desventura) de Werther nos guían a la exaltación del amor, su fracaso y a consecuencia de ello su suicidio que se transformó en una auténtica “ola” de suicidios, lo que contrarió mucho a su creador, el sabio alemán  Johann Wolfgang von Goethe (1749- 1832).
La primera intención de Goethe, según los expertos, fue la exponer la fuerza de la pasión sobre la razón que a la larga quedará como primera característica del romanticismo. Luego la de revisar la actitud suicida y la fatídica predisposición que ella implica, a la par de explorar el valor de la vida humana ante las incongruencias del medio social. Pero sus resultados fueron opuestos y están registrados tanto en la historia de la literatura como en la de sociología de la Europa del siglo XVIII.      
El drama se desata cuando el joven Werther, un artista aficionado a la lectura de Homero, quien sostiene una serie de fallidos intentos amorosos con Carlota, esposa de su amigo Alberto, un hombre acaudala y mucho mayor que ellos. Carlota en varios momentos le hace tener vagas ilusiones, pero la realidad se impone y se da cuenta que ella está fuera de su alcance, ni tan siquiera como amante fugaz u ocasional. Esa tensión amorosa es la fuerza puntal de la obra, como lo vemos en este relato epistolar del mismo Werther:         
Anoche, temo decirlo, la tenía entre mis brazos, fuertemente estrechada contra mi corazón; sus labios expresaban palabras de cariño, interrumpidas por un millón de besos, y mis ojos se embriagaban con la dicha que brotaba de los suyos. ¿Soy culpable, Dios mío, por recordar tan dichoso y por desear soñar lo mismo? ¡Carlota! ¡Carlota! Hace una semana que mis sentidos se han trastornado; ya no tengo fuerzas ni para pensar; mis ojos se llenan de lágrimas. No estoy bien en ningún lugar y, no obstante, estoy en todas partes. No espero nada, nada deseo. ¿No sería mejor que partiera?
El deseo de partir (morir), ante toda imposibilidad, dejar ver que el generoso corazón de Wherter, vivía en una realidad ajena a los hechos sociales del matrimonio de Carlota y Alberto; elige la muerte, como la gitana Esmeralda de Víctor Hugo, antes que ceder. Solicita a Alberto dos lujosas pistolas con las cuales consuma su fatal medida. En esta otra carta apreciamos la firme  actitud  que asume ante la imposibilidad de tal pretensión:  
La decisión de abandonar este mundo había ido tomando fuerza en la mente de Werther. Desde su regreso al lado de Carlota, había contemplado la muerte como el fin de sus males y como una opción extrema a la cual recurrir. Se había propuesto, sin embargo, no acudir a ella con brusquedad y violencia. No quería dar este último paso más que con toda calma y animado por un total convencimiento. Sus incertidumbres, sus luchas se reflejan en algunas líneas que aparentan ser el principio de una carta a su amigo. El papel no está fechado.
El recuerdo de esta acción queda como una fantasma en Carlota y Alberto, igual que en la carrera de Goethe, dramaturgo, botánico, geólogo, anatomista humano, político y poeta, considerado uno de los autores más relevantes del mundo, altamente estimado por la densidad de los aspectos íntimos y sociales que desarrolla, llevados, a veces, a extremos e incluso a choques con ciertos valores tradicionales de su época, pero que, por ninguna causa, un arte tan profundo como la literatura puede dejar a un lado.  

4.-La narrativa realista en Europa: Honoré de Balzac (Eugenia Grandet)
Contexto: El realismo fue un movimiento literario opuesto a los excesos del romanticismo. Su auge comienza con la obra de  Balzac (1830) y culmina hacia el año 1912 con La Montaña Mágica de Thomas Mann. Sus retratos muestran la lucha entre los personajes y las costumbres sociales desgastadas ante el nuevo auge científico, educativo, militar y económico de la Revolución  industrial que obvió el romanticismo.
Eugenia Grandet (1834) es pieza clave en la Comedia humana (1830-1850), conjunto, casi increíble, de más de cien novelas que produjo Honoré de Balzac (1799-1850), un editor francés, cuya azarosa vida pudiera ser motivo para otra(s) novela(s). Eugenia Grandet, es un personaje perfilado en las prácticas de su sociedad, aristócrata y mercantilista, sumamente inmersa en la apetencia de grandes fortunas, como vemos en este pasaje:   

Por la mañana, el señor Grandet, siguiendo su costumbre de los memorables días del nacimiento y del santo de Eugenia, había ido a sorprenderla en la cama y le había ofrecido su regalo paterno, consistente, hacía trece años, en una curiosa moneda de oro. La señora Grandet regalaba ordinariamente a su hija un vestido de invierno o de verano, según las circunstancias. Estos dos vestidos y la moneda de oro que recogía el día primero de año y el del santo de su padre, le componían una rentita de unos cien escudos que Grandet se complacía en verle amontonar. ¿No era esto trasladar el dinero de una caja a otra, y criar con mimo, por decirlo así, la avaricia de su heredera, a la que pedía a veces cuenta de su tesoro, aumentado antes con los donativos de los Bertelliere, diciéndole: «Esos servirán para la docena de tu matrimonio»? La docena es una costumbre antigua que rige aún, habiendo sido santamente conservada en algunos lugares situados en el centro de Francia. Cuando una joven se casa, su familia o la de su esposo debe darle una bolsa conteniendo, según las fortunas, doce monedas, o doce docenas de monedas, o doce cientos de monedas de plata o de oro. La pastora más pobre no se casaría sin su docena, aunque sólo se compusiese de monedas de diez céntimos. En Issoudun se habla aún de no sé qué docena ofrecida a una rica heredera, y que contenía ciento cuarenta y cuatro portuguesas de oro. El papa Clemente VII, tío de Catalina de Médicis, al casarla con Enrique II, le regaló una docena de medallas antiguas de oro que tenían un gran valor.

La obsesión de casar a su hija Eugenia y la avaricia revelan el corazón de Grandet; un prototipo despreciable, pero muy representativo del hombre su época, muy característico en esta narrativa de impacto social. También lo será el de Eugenia, quien encarna a la joven ilusa que aún teniendo bienes sobrados bienes de fortuna, un hogar sólido  y hasta fieles sirvientes no consigue hacer conciliar su intensa sensibilidad espiritual con sus bienes de fortuna. Su infelicidad solo tiene paliativos en la compañía de Nanón y de la devoción cristiana de su madre, lo que se agrava al estar consciente de ser el centro de disputa de varias familias que la pretendían por su dote millonaria y por su belleza física y espiritual.
Luego de numerosas vejaciones y amores frustrados con su primo Charles, casado con una aristócrata, Eugenia Grandet, logra el encuentro de sí misma, despreciando la fortuna y las comodidades a las que tenía derecho. Frustrada por no tener hijos, va desvaneciéndose poco a poco, y al al final de esta gran novela, que igualmente señala su muerte, se le ve acompañada de su inseparable madre de crianza, Nanón, descrita así por Balzac:
Eugenia se encamina al cielo, acompañada de un cortejo de beneficios. La grandeza de su alma disimula las pequeñeces de su educación y los hábitos de su primera vida. Tal es la historia de esta mujer que vive aislada en medio del mundo, y que, constituida para ser excelente esposa y madre, no tiene marido, hijos, ni familia. Hace algunos días que se habla de su nuevo casamiento. La gente de Saumur se ocupa de ella y del señor marqués de Froidfond, cuya familia empieza a cercarla como la cercaron antes los Cruchot. Según se dice, Nanón y Cornoiller se interesan por el marqués; pero nada es más falso. Ni la gran Nanón ni Cornoiller tienen bastantes alcances para comprender las corrupciones del mundo.
La esencia de cada pieza de la Comedia humana se basa en el corazón humano de sus personajes y aflora en las costumbres de su época, por ejemplo en este caso vemos el desencuentro entre Eugenia como representante de la vida provinciana y campesina de Francia frente a los refinamientos cosmopolitas de su primo Charles, quien ostenta más apariencia que fortuna real. Los hechos no serán designios del destino sino productos de sus causas, analizarlos es tarea del autor y sus lectores.

5.-Las novelas sobre mujeres: Gustave Flaubert (Madame Bovary)
Madame Bovary (1857) marca un cúspide en la a pieza clave para entender la preocupación social de los escritores sobre la condición femenina de la Europa industrial y al mismo tiempo campesina del siglo XIX. El francés Gustave Flaubert (1821-1880), incansable viajero y excelso escritor, sin caer en la abierta denuncia, narra con una prosa muy intensa y poética el drama de Emma Rouault, quien se convertirá en la aburrida y díscola esposa del médico Charles Bobary, viudo, de modales sencillos, muy distante del espíritu aventurero y fogoso que deseaba Emma. La señora Bobary fue una joven granjera de mediana fortuna a quien su sólida formación literaria (como al Quijote) le atormentaba, en lugar de consolarla, ante la inminencia de un obligado matrimonio:   

Antes de casarse, ella había creído estar enamorada, pero como la felicidad resultante de este amor no había llegado, debía de haberse equivocado, pensaba, y Emma trataba de saber lo que significaban justamente en la vida las palabras felicidad, pasión, embriaguez, que tan hermosas le habían parecido en los libros.     

Los tormentos de conseguir su lugar en el mundo provocan las peripecias de Emma. Ella  no pudo resignarse ante el panorama de morir sin conocer el idilio del amor verdadero  y convivir con los modales aristocráticos y burgueses más refinados. Sostendrá relaciones amorosas inestables con dos amantes (Rodolfo y León), abandona la lectura literaria y sumergida en el consumismo ofertado en las revistas parisienses de moda, contrae numerosas deudas, todo, que intentará cancelar con atrevidos y erráticos planes, muy mal organizados y ejecutados. Sus disparatados planes, casi divertidos, no ocultan el hecho de que abandona la crianza y cuidados de su pequeña hija Bertha.  Estas acciones,  por supuesto, a espaldas de su marido, al verse descubierta, opta por el suicidio,  que describe Flaubert de forma memorable:  

Cuando entraron, la habitación estaba toda llena de una solemnidad lúgubre. Sobre la mesa de labor, cubierta con un mantel blanco, había cinco o seis bolas de algodón en una bandeja de plata, cerca de un crucifijo entre dos candelabros encendidos. Emma, con la cabeza reclinada .sobre el pecho, abría desmesuradamente los párpados, y sus pobres manos se arrastraban bajo las sábanas, con ese gesto repelente y suave de los agonizantes, que parecen querer ya cubrirse con el sudario. Pálido como una estatua, y con los ojos rojos como brasas, Carlos, sin llorar, se mantenía frente a ella, al pie de la cama, mientras que el sacerdote, apoyado sobre una rodilla, mascullaba palabras en voz baja.  El sacerdote se levantó para tomar el crucifijo, entonces ella alargó el cuello como alguien que tiene sed, y, pegando sus labios sobre el cuerpo del Hombre-Dios, depositó en él con toda su fuerza de moribunda el más grande beso de amor que jamás hubiese dado. Después el sacerdote recitó el Mirereatur, y el Indulgentiam, mojó su pulgar derecho en el óleo y comenzó las unciones, primeramente en los ojos que tanto habían codiciado todas las pompas terrestres; después en las ventanas de la nariz, ansiosas de tibias brisas y de olores amorosos; después en la boca, que se había abierto para la mentira, que había gemido de orgullo y gritado de lujuria; después en las manos, que se deleitaban en los contactos suaves y, finalmente en la planta de los pies, tan rápidos en otro tiempo cuando corría a saciar sus deseos, y que ahora ya no caminarían más  (p.193).

Es fácil apreciar que el motivo del suicidio, se reitera en la figura femenina protagónica. A distinto del adolescente Ofelia, en Hamlet de Shakespere, es que no habrá de enloquecer víctima de la constante alienación de una mente perturbada por la venganza. En cuanto a la gitana Esmeralda, en Nuestra Señora de París de Víctor Hugo, no se le plantea la defensa de su recato, pues demuestra, al contrario que gozó de amores y amantes. Como en muchas obras del realismo literario la novela narra las consecuencias desastrosas  de la vida de Emma, en los que, casi, pudiera justificarse su fatal escape, envenenada de mano propia con arsénico,  lo cual lejos de resolver algo, causará  la desbandada de de su familia, ya que posterior a su muerte también fallece su esposo Charles Bobary. Estos dos últimos hechos nos señalan el abandono en que se sumergirá la niña Bertha, ahora huérfana, sin casa, fortuna ni familia, víctima inocente de todos estos desencuentros. Emma Bobary fue un cordero, que pretendió convertirse en lobo, pero que terminará cayendo derrotada ante una jauría social, ampliamente superior a sus reales posibilidades.



6.-La novela francesa: Rousseau (El Emilio)
Contexto: El Siglo de las Luces, o movimiento de la ilustración, pretendió ofrecer elementos de la razón, del saber y la conciencia, dentro de una visión estética refinada y con  una fuerte inclinación hacia el mensaje cabal, concreto y definido, como vías para el desarrollo del individuo y la sociedad. Es la fuerza literaria e ideológica que encausa la Independencia de las naciones del Nuevo Mundo ante los poderes coloniales de Europa, a los que opuso el derecho a la autodeterminación que impregnaran los poemas, las proclamas y las cartas de los patriotas de este continente. Su principal periodo de auge va desde mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XIX. Inicia la era del ensayo de análisis social por vía de la didáctica, la moral, el bien social, la filosofía y  el debate ideológico.     
El Emilio (1762), es una obra cardinal de la ilustración. Su prosa es de gran vigor, sin decaimientos, ni altisonancias. Sin ambigüedades ni vacilaciones. Refleja la bondad de origen  del hombre, como buen hijo,  de la bondadosa madre y maestra, que es la naturaleza. Lo natural llega casi a ser un objeto de culto sagrado y surge como patrimonio de todo el conjunto social, pero que según se acota en esta obra no recibía los cuidados acordes a su importancia. Su autor: Jean-Jacques Rousseau (1712 - 1778), escritor, filósofo y músico, esgrime lo que puede tomarse como la teoría y práctica moderna de la educación en plena armonía con la naturaleza. En uno de sus esbozos ubicamos este llamado de atención:

Se consiguen las plantas con el cultivo, y los hombres con la educación. Si el hombre naciera grande y fuerte, su talla y su fuerza le serían inútiles hasta que aprendiera a servirse de ellas y, luego, abandonado a sí mismo, se moriría de miseria antes de que los demás comprendiesen sus necesidades. Hay quien se queja del estado de la infancia, y no se da cuenta de que la raza humana habría perecido si el hombre no hubiese empezado siendo un niño.
La educación nos viene de la naturaleza, de los hombres o de las cosas. El desenvolvimiento interno de nuestras facultades y de nuestros órganos es la educación de la naturaleza; el uso que aprendemos a hacer de este desenvolvimiento o desarrollo por medio de sus enseñanzas, es la educación humana, y la adquirida por nuestra propia experiencia sobre los objetos que nos afectan, es la educación de las cosas.


Los argumentos de uno de los ensayos más comentados de la literatura de los últimos siglos contienen todo tipo de consejos basados en la consolidación del dominio del lenguaje del infante bajo la vigilancia razonada del cuerpo familiar y el social. Uno de los méritos pioneros en la didáctica universal es la estratificación con las que Rousseau aborda la vida del hombre, no como una totalidad, él  la divide en varias etapas: el inicio de los lactantes; la infancia, la adolescencia, la juventud, la etapa de la madurez y de formar otra familia, e igualmente dedica enseñanzas particulares que deben de recibir las mujeres, en atención al examen social que hiciera el mismo autor.  Rousseau advierte sobre los peligros que acarrea la desobediencia de los valores educativos que él sostiene como fundamentales e imprescindibles:

El mayor daño de la precipitación es obligar a hablar a los niños; no es que las primeras conversaciones que con ellos tengamos y las palabras primeras que digan no tengan para ellos ningún significado, sino que poseen otro distinto para nosotros, sin que lo conozcamos; de forma que cuando al parecer nos responden con mucha exactitud, hablan sin entendernos y sin que les entendamos nosotros. Por lo que algunas veces nos cansan sus razones, porque les atribuimos ideas que no poseen. Esta falta de atención nuestra al verdadero significado que para los niños tienen las voces de que se sirven, es a mi parecer la causa de sus primeros errores, errores que aun después de corregidos, influyen en su inteligencia toda la vida. Más de una vez hallaré múltiples motivos para aclarar esto con ejemplos.
En cuanto sea posible, debe reducirse el vocabulario del niño. Es un gran inconveniente que tenga más voces que ideas y sepa decir más cosas que las que puede pensar. Creo que una de las razones porque los aldeanos tienen más exacto el entendimiento que los vecinos de las ciudades, consiste en la limitación de su diccionario. Tienen pocas ideas, pero las expresan acertadamente.

Aún cuando su prosa pueda parecernos poco dada a la fabulación y a lo fantástico, no hay dudas que las prédicas de Rousseau, para alcanzar la fuerza liberadora de la educación van a influir tanto a maestros, políticos y escritores hasta el presente siglo. En su momento, El Emilio dio aportes para diseñar el perfil del hombre americano y de la América libre, con una intensidad raramente vista en otras obras. Sin embargo, tal como reclamó su autor por la relevancia  de la madre naturaleza, podemos observar que esta pieza maestra del ensayo no figura en los planes educativos e incluso literarios que se imparten en distintos centros de educación, lo cual es extremadante curioso, pues este creador y en particular esta pieza son bases utilizadas para el despliegue y auge de la Literatura Infantil.    

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