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viernes, 10 de julio de 2020

Cultura Unellez-VIPI 23. Leyenda de la Virgen del Carmen (Isaías Medina López)



La Virgen del Carmen en San Carlos, Cojedes.
Imagen en el archivo de Samuel Omar Sánchez

Hace 3.000 años, un hombre agobiado por el sol abrasador cruza el desierto donde ha vivido siempre, al igual que sus ancestros. Su calzado y su vestido están hechos de piel de animales. Es tan pobre que Dios debe encargarse de su protección: le oculta en un pequeño oasis en el que solo los cuervos le llevan pequeños bocados de comer. Se trata de Elías, un profeta que no puede cambiar las condiciones de su existir, pero, está a punto de realizar actos que  modificarán la vida de muchos hasta el presente.

El reino de Israel, al que pertenece Elías,  padece años enteros por la falta de lluvias, sus campos están resecos, animales, plantas y personas mueren de sed.  Para resolver este mal el Supremo le encomienda a Elías la tarea de hacerle ver al rey Acab y a muchos israelitas que le siguen, el grave error cometido al desconocer a su Creador y adorar a Baal, divinidad de los filisteos; esa es la causa de su castigo.  Elías, sin temor alguno, lanza un reto público al irreverente rey Acab y a 450 profetas de Baal en la cumbre del Monte Carmelo, con todos los israelitas como testigos y árbitros.


La Virgen del Carmen, pintura sobre madera. San Carlos, Cojedes. 
Imagen en el archivo de Maritza Torres Cedeño


Elías hace erigir en esa montaña dos altares, con abundantes troncos y un toro sacrificado. En uno, los profetas de Baal intentan encender la hoguera que les corresponde invocando a su divinidad, pero fallan. Elías en el altar consagrado a Dios vierte agua sobre los leños e invoca al Supremo, quien de inmediato da fuego a la humedecida madera. Los 450 derrotados profetas del falso dios Baal son sacrificados por el propio profeta  Elías.


Escapularios de la Virgen del Carmen. San Carlos, Cojedes. 
Archivo de Maritza Torres Cedeño


No satisfecho con esa demostración, Elías anuncia el fin de la sequedad que padece Israel. Confiando en la promesa que Dios le hiciera, le pide  al avergonzado rey Acab  que coma en la cumbre del Monte Carmelo. Desde esa cima, Elías le pide a uno de sus seguidores que  vigile el cercano mar en busca de una señal divina. A la séptima ocasión de estar asomado hacia las aguas, el asistente le dice que solo divisa una pequeña nube blanca y azul no más grande que la palma de una mano. Al posarse sobre los allí reunidos, la pequeña nube o estela de color azul y blanco cambia su inocente apariencia y se transforma en benéfica lluvia que irriga los campos, sacia los ríos y aplaca la sed de los israelitas que han vuelto sus corazones a Dios. Es un espíritu absoluto ajeno a la corrupción de la carne.

A los días, el lugar de este suceso bíblico,  el Monte Carmelo,  se convierte en  refugio para muchos creyentes de semejante milagro y serán conocidos como la Orden del Carmen y al tiempo Orden de los Carmelitas Descalzos, mientras que la dama que salva a Israel pasa a ser venerada como la Virgen del Monte Carmelo, abreviado a Virgen del Carmen, de inmaculada pureza y enviada por el mismo Dios para remedio de males de esa nación. Además será protectora de quienes viven del mar -de cuyo cielo proviene-.

Los Carmelitas Descalzos  habitan las cuevas de esa montaña con votos de castidad y pobreza. Los que de allí emigran relatan ese y otros milagros de la Virgen del Carmen que iban en constante aumento, su fama, se extiende así por pueblos del mar Mediterráneo,  África, Europa y después Asía, Oceanía y América.

Pero, no solo la Virgen del Carmen se ocupa de interceder ante Dios por los que padecen enfermedades o por quienes piden protección de sus cosechas o rebaños, también, se le asume como salvadora  de las almas que están en el Purgatorio, para alcanzar tan extraordinario  logro su vía más notoria, además de la oración y la fe serán los escapularios, portento de fama mundial, como lo fue su primera aparición en el Monte Carmelo y que le será revelado en esta ocasión, mediante un sueño,  al prior de los Carmelitas Descalzos: San Simón Stock, en la fría Inglaterra del siglo XIII, agobiada por pestes, invasiones y guerras. Según queda en la historia los que fallezcan portando los escapularios de la Virgen del Carmen no serán condenados al infierno.

Tres siglos después, de su aparición a San Simón Stock, en la España de  1562,  dos de las figuras más importantes de la literatura hispánica Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, darán nuevo auge y renovado perfil de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Estos afamados poetas compartirán sermones, cartas y proclamas que exaltan las bondades de la Virgen del Carmen como enviada sublime de Dios mismo, generoso padre todopoderoso.

Treinta siglos luego de su prodigiosa aparición en el Monte Carmelo su culto es uno de los más antiguos de la humanidad. La Virgen del Carmen es considerada Patrona de países como Chile y de ciudades en España, Costa Rica, Perú, Ecuador, Panamá, Nicaragua, México, Guatemala, Puerto Rico, Venezuela, Uruguay, Argentina y Bolivia. Incontables templos, santuarios, capillas, altares  y  cofradías le recuerdan en canciones, desfiles devotos, muestras artesanales de los más diversos materiales, y prendas de vestir, en las que resalta la confección de sus escapularios.    

También le invitamos a leer:

 

Poética de la Virgen del Carmen (versos, reseñas y fotografías)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2014/06/poetica-de-la-virgen-del-carmen.html

 

FESTEJOS A LA VIRGEN DEL CARMEN (versos y fotografías) http://letrasllaneras.blogspot.com/2011/06/festejos-la-virgen-del-carmen-versos-y.html

 


LA VIRGEN DEL CARMEN: RESEÑAS, ORACIONES, CANTOS Y POEMAS

http://letrasllaneras.blogspot.com/2011/04/la-virgen-del-carmen-resenas-oraciones.html

 

Gracias por su visita. Isaías Medina López


viernes, 3 de julio de 2020

Cultura Unellez-VIPI 20. Guerra de Independencia: Simón Bolívar y América (Arístides Rojas)


Simón Bolívar, el padre de la patria. 
Imagen en el archivo de Tomás Ramón Guevara Gutierrez


El mes de julio. Coincidencias de fechas en las dos secciones del hemisferio americano.  El 4 y 5 de julio. Efemérides de este mes durante la guerra magna.  El 17 de diciembre. Las dos revoluciones americanas. Bolívar y Washington.

 

En 4 de julio de 1776 se firma el acta de los Estados Unidos de América, mientras Venezuela, treinta y cinco años más tarde, la firma en 5 de julio de 1811.

Principiemos con esta fecha memorable y recorramos el mes de julio lleno de reveses y de victorias, rico en enseñanza.

En 5 de julio de 1498 es cuando Colón deja las islas de Cabo-Verde y hace rumbo hacia el SO en solicitud del continente americano. En 5 de julio de 1811 proclama Venezuela su independencia. En 5 de julio de 1813 se declara a Mérida bajo el gobierno republicano, y en 5 de julio de 1827 Bolívar deja a Caracas para no volver a ella sino muerto.

En su visita a la ciudad natal en 1827, ésta le recibe con los honores del triunfo, sin pensar que trece años más tarde, le recibiría con los honores de la justicia. Había recorrido toda la escala de la fortuna, había conducido sus legiones desde las playas de Paria hasta las nevadas cimas de Potosí y del Cuzco. Desde allí buscó los horizontes, y no encontrando país que libertar, descendió envuelto con el manto de iris. Había escalado las más altas cimas de la Tierra en solicitud de la gloria, y al descender no encontraba sino el desengaño y la muerte; pero estaba reservado a sus coetáneos acompañarle en su ascensión de nuevo a las más altas cimas de la Historia.

El 6 de julio de 1812, Bolívar abandonado de sus compañeros en Puerto Cabello, después de la sublevación del castillo, se embarca en Borburata para La Guaira. En el mismo día, 1813, vence Ribas a los españoles en los Taguanes, y el mismo día, en 1816, desembarca Bolívar en Ocumare con su célebre expedición de los Cayos. De allí debía huir para aparecer en otro lugar, mientras su ejército, circundado por todas partes de enemigos, se interna, se abre paso, lucha de día y de noche, disputa hasta un palmo de terreno que se oponga a su retirada en solicitud de las costas orientales de la República.

He aquí la más célebre retirada en la historia de América. ¿Qué queda hoy de los 160 hombres de desembarco que acompañaron a Bolívar? Solo conocemos dos, Lope María Buroz que le acompañó desde los Cayos, y Mateo Guerra que se le incorporó en Margarita; restos gloriosos y honorables de aquella época crítica, llena de azares, que sólo el genio de Bolívar podía conjurar.

El 7 de julio de 1814 principia la célebre emigración de Caracas, al aproximarse las huestes victoriosas de Boves. Como diez mil personas abandonan la capital llevando a cuestas sus hijos, sus prendas, sus recuerdos. Es una caravana apiñada, en la dirección del Este, ignorante de lo que le aguarda y de lo que solicita. Llantos y sollozos, gemidos y también maldiciones e improperios sirven de cortejo a aquella masa viviente a cuya retaguardia marcha Bolívar acompañado de los pocos soldados que le quedan. Todos huyen, todos van preocupados del triste fin que les aguarda, y solo Bolívar está tranquilo e impasible. Ha perdido después de mil sacrificios el equilibrio político, el punto de apoyo, y sale en solicitud de un oasis desde el cual pueda divisar los nuevos albores de su eclipsada estrella.

En julio 8 de 1818 Urdaneta toma por asalto a Barcelona.

En julio 10 de 1813 vence Ribas en Vigirima. En la misma fecha en 1815 publica Bolívar en Jamaica su célebre manifiesto al Congreso de Nueva Granada. En julio 10 de 1814 capitula Valencia. Como signo de alianza se celebra una misa en presencia de ambos ejércitos, pero tan luego como termina el sacrificio, centenares de víctimas son inmoladas por Boves.

Esa es la guerra a muerte; el exterminio de una de las partes militantes, la matanza elevada a principio; la destrucción como una necesidad del momento. Al declararla Bolívar, en Trujillo, en 1813 termina con estas palabras: “Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida aun cuando seáis culpables”.

Jamás en los anales de la historia se había lanzado un reto más terrible. Era un pugilato a muerte entre el vasallo y el amo, entre Venezuela y España. Cúpole a Venezuela el triunfo, y doce años después, en 1828, en el mismo día en que había Bolívar declarado la guerra a muerte, se reúne el primer congreso de Bolivia, la nueva República que debía llevar el nombre de su fundador.

En 11 de julio de 1820 el congreso de Colombia, reunido extraordinariamente, acepta las proposiciones de paz hechas por Morillo, y en 5 de julio de 1821 Bolívar ofrece al jefe español Pereira una honrosa capitulación que éste acepta con honra.

En 12 de julio de 1812 se firma el armisticio entre Miranda y Monteverde, y el mismo día, en 1814, se ceba Boves con nuevas víctimas en Valencia.

El 13 de julio de 1797 es denunciada la revolución de Gual y España:

ambos fueron víctimas de una noble idea. Y en 14 de julio de 1816 muere el ilustre Miranda en la prisión de la Carraca, en Cádiz, víctima igualmente de sus ideas republicanas y de la perfidia de sus subalternos.

En 16 de julio de 1591 se recoge en Caracas una suscripción para fundar una escuela. Dos siglos más tarde, en 16 de julio de 1799 pisa Humboldt las playas de Cumaná. Y en el mismo día en 1814, entra Boves a Caracas.

En el desarrollo de las ideas y del progreso, en el estudio de las ciencias, en el conocimiento de Venezuela por todos los países del mundo civilizado, ha influido más la visita de Humboldt que los tres siglos de la dominación española.

El 17 de julio de 1808 principian los primeros sucesos precursores del 19 de abril de 1810; y en el mismo día en 1817, La Torre abandona la plaza de Angostura, la cual fue ocupada al instante por Bermúdez.

El 19 de julio de 1821 el congreso de Cúcuta decreta la manumisión de los esclavos y prohíbe nuevas entradas en Colombia. El 20 de julio de 1810 se verificó la revolución de Nueva Granada.

En 23 de julio de 1814 Boves ordena desde Caracas, a todas las  justicias mayores, manden fusilar por sí solas, a todos los que hubieran tenido parte en la muerte de españoles prisioneros. El mismo día, en 1817, Morillo se apodera por segunda vez de Margarita, mientras en igual fecha en 1821 el congreso de Colombia decreta honores a los vencedores en Carabobo.

¡Cuántos contrastes!

Llegamos a un día célebre. El 24 de julio de 1783 nace Bolívar. Al siguiente día se cumplían doscientos diez y ocho años de haber fundado Diego Losada la ciudad de Caracas (1567).

Bolívar ascendía los Andes, por Casanare, el día en que cumplía 36 años.  Al siguiente (25 de julio) vence en Pantano de Vargas, victoria precursora de la de Boyacá en la cual quedó sellada la libertad de Nueva Granada.

Pantano de Vargas está a la altura de 3.672 metros sobre el nivel del mar. Las huestes colombianas pelearon todavía a mayor altura al pie del Pichincha, y victoriosas continuaron hasta la Paz, Oruro, Cuzco y Potosí, las ciudades más elevadas del globo.

Una coincidencia notable acompaña al día 24 de julio, aniversario del natalicio del Libertador. En esta fecha, en 1821, apresa Padilla los buques de guerra españoles anclados en la bahía de Cartagena, y en el mismo día en 1823, gana la batalla naval de Maracaibo, y rinde la gran escuadra española mandada por Laborde.

A Padilla como a Piar cupo la triste suerte de ser pasados por las armas. Ninguno de estos dos hombres importantes pudo sobrevivir a su obra; y, ¡cosa singular! Padilla es sometido a juicio en 11 de abril de 1828, aniversario de la batalla de San Félix, ganada por Piar en 11 de abril de 1817.

El 26 de julio de 1527 funda Ampíes a Coro, y se celebra bajo una acacia la primera misa que se dijo en Venezuela. Todavía está de pie la cruz que levantó el fundador.

En 27 de julio de 1528 llega a Coro Alfínger. El 30 de julio de 1498 hace rumbo Colón hacia el norte en busca de las islas Caribes. En el mismo día, en 1767, son expulsados de Venezuela los jesuitas. En 1812 entra Monteverde en Caracas en el mismo día, mientras en igual fecha en 1816, MacGregor, en la célebre internación de Ocumare, es depuesto por las tropas y sustituido con Soublette.

En 31 de julio toma posesión de la silla apostólica el segundo arzobispo de Venezuela; el humanitario Coll y Prat. En el mismo día, en 1811 se sublevan los canarios de Caracas en favor de Fernando VII. En el mismo día, 1812, es arrestado Miranda en La Guaira, mientras que en igual fecha en 1817, Gómez rechaza las fuerzas de Morillo en Margarita.

He aquí un mes como el de abril, lleno de episodios gloriosos durante todas las épocas de nuestra lucha.

Una fecha más nos muestra las elocuentes coincidencias en nuestra historia. El 17 de diciembre de 1819, el congreso de Angostura constituye la República de Colombia; el mismo día, once años después, 17 de diciembre de 1830, muere Bolívar, en tanto que sus funerales se verifican en igual fecha en 1842.

El 17 de diciembre de 1842 es la última página de la historia de los 20 años de nuestra gloriosa revolución 1810-1830.

Resumiendo las fechas de los meses de abril y julio, encontramos dos días clásicos en la historia de ambas Américas: el 19 de abril y el 4 a 5 de julio. Si estudiamos las tendencias de ambas revoluciones, encontramos que fueron unas mismas. Los americanos del Norte no pensaron jamás en emanciparse de la madre patria. Ellos no exigían sino una representación en el Parlamento y la facultad de elegir alguno de sus funcionarios. La presión e intolerancia inglesas los precipitaron en nueva vía, y una serie de sucesos imprevistos los colocaron en la forzosa situación de emanciparse.

De la misma manera los venezolanos, en su primer movimiento antes de 1810, no quisieron sino sustraerse del influjo de Juntas desprestigiadas que desde la Península obraban a ciegas; todas ellas tan intransigentes, como absurdas. Una serie de sucesos imprevistos vino a alarmarles, y la emancipación fue el corolario indispensable.

La revolución de la América del Norte tuvo a Washington por alma; Bolívar fue la de la América del Sur. Un período de 9 años recorre la primera desde 1775 hasta 1784 en que queda sellada la libertad norteamericana: un período de 9 años recorre la segunda desde 1810 hasta 1819. Y por una de esas coincidencias notables en la historia, Washington y Bolívar mueren en un mismo mes; el uno en 14 de diciembre de 1799, el otro tres días después, en 17 de diciembre de 1830.


miércoles, 1 de julio de 2020

Cultura Unellez-VIPI 22. Historia del sicariato en Venezuela (Macapo, Cojedes, 1837). Argenis Agüero


Cerca de "La Cruz" se cometió el crimen.
Imagen en el archivo de Cultura Unellez-VIPI

Quizá muchos piensen que el sicariato en Venezuela es una modalidad delictiva reciente, pero no es así, pues en siglos pasados también se cometió este tipo de crimen en el país. En el caso del estado Cojedes hay evidencias de un caso que ocurrió en los alrededores de Macapo el 9 de abril de 1837, siendo la víctima el cuñado del General José Antonio Páez, el señor Carlos Hoppner, un irlandés que en Valencia hacía vida marital con la señora Luisa Páez, hermana del célebre prócer portugueseño. Hoppner era el propietario de gran parte de las tierras del actual municipio Lima Blanco, y como tal, periódicamente visitaba la zona para ejecutar el cobro compulsivo de “pisos” (tributo predial) a los campesinos que habitaban en Macapo y los numerosos caseríos de su entorno, lo cual fue la causa de su muerte violenta a manos de un sicario local.

Los hechos fueron los siguientes: La mañana del 10 de abril de 1837 llegó a San Carlos el cadáver de Hoppner, remitido desde Macapo por Alejandro Fernández el Juez de Paz de dicha comunidad; al llegar a la ciudad se le practicó el reconocimiento médico legal por parte de Juan Lizausaba, quien le encontró heridas en la espalda ocasionadas por “guáimaros” (perdigones), algunos de los cuales le habían traspasado el tórax a la altura de la tetilla derecha. Una de las personas encargadas de trasladar el cuerpo de Hoppner fue José Eulogio Reyes, vecino del caserío “La Danta”, quien declaró que ella había encontrado el cuerpo de Hoppner mientras buscaba unos burros. Además de Reyes también participaron en el traslado del cadáver los señores Juan Perdomo y Juan Hernández, ambos de Macapo. Según el testimonio de los declarantes el cuerpo fue encontrado al lado de su caballo, con todas sus pertenencias (no le robaron nada), en un paraje denominado “Las Guafitas”, a inmediaciones de “La Palomera”. Las pertenecías encontradas fueron las siguientes: un caballo color oscuro, los aperos de montar, una hoja montada en metal (espada), una mula color castaño, dos burros y una burra, tres enjalmas enlazadas, una hamaca y una frazada forrada, un paraguas y una levita de paño (inutilizada).

Al parecer el crimen fue cometido la noche del 9 de abril, según lo relató el joven José Bentura (sic) García, de 15 años, vecino de Tocuyito, quien era el acompañante de Hoppner, el cual relató lo siguiente:

“Yo iba delante como a distancia de diez o doce varas, habiendo bajado La Palomera tomando el camino que sigue a Macapo, a poco de haber andado, al pasar una quebradita, vi de golpe que salió el tiro tan cerca de él como a distancia de cinco varas y el fogonazo alumbró hasta la espada del Sr Hoppner, y en el acto el difunto dijo: ¡huy que me han matado! ¡…corre muchacho, escápate, vive!

El Tribunal de San Carlos, a cargo del Dr. Juan José Herrera (personaje vinculado a Páez, y cuñado del Coronel Fernando Figueredo) se trasladó a Macapo para iniciar las averiguaciones y el sábado 29 de abril llegó a la casa del Sr Esteban Rivas en el sitio de “Mapurite”, “ubicada como a ocho cuadras del lugar donde mataron a Hoppner”. En las investigaciones salieron a relucir varios nombres de sospechosos de haber participado en el crimen, uno de ellos fue Ignacio Rivas, quien al ser interrogado afirmó haber tenido “un encontronazo” con Hoppner tiempo atrás porque este anduvo con un grupo de ocho hombres armados (traídos de Tinaquillo) cobrando “pisos” y atropellando a los vecinos de Macapo, hasta el punto de haber herido a uno de los vecinos. Rivas Identificó a Justo Arráez (de Tinaquillo) como el jefe que comandaba el grupo armado, acusándolo de ser “el mismo que con una pandilla había cometido robos entre Tinaco y Tinaquillo a finales del gobierno español en 1821”.

Pablo Sandoval (de Macapo) declaró que había oído decir que alguien le ofreció pagarle 100 pesos a Ramón Barreto para que matara a Hoppner, también afirmó que “se oían rumores acerca de que quien había cometido el crimen era un indio de nombre Carmona”.

Ignacio Rivas, el principal indiciado, declaró que Juan de la Cruz Perdomo e Hilario Ruíz le habían contado que la misma tarde, poco antes de la muerte de Hoppner, habían visto “en el paradero de la mora, al pie de La Palomera, a dos hombres que no conocían, uno a pie y otro a caballo, armados de lanza y trabuco”. También declaró que el Comisionado de justicia de “Las Mesas”, jurisdicción de Tinaquillo, le había dicho que en esos días “andaban en las cercanías del Cerro Las Tetas unos siete hombres a caballo y uno de ellos era un tal Martín Polanco, prófugo de la cárcel pública”.

En la declaración de Ramón Barreto, vecino del caserío “El Taque”, expuso que a él le había ofrecido Juan José Castillo 100 pesos a nombre de Ramón Fernández para que matara a Hoppner, ofrecimiento que le hizo en una pulpería del sitio de “La Cruz”, en casa de Domingo Torres.

Miguel del Rosario declaró que él había oído el tiro cuando mataron a Hoppner, pero pensó que era la celebración de un casamiento que se realizaba en el caserío “El Guanábano”, como a diez cuadras de donde ocurrió el crimen.

Justo Arráez declaró que al ver que tenía perdido un pleito que mantenía con Hoppner, Ramón Fernández les escribió a Ignacio Rivas y a Juan José Álvarez para que buscaran dos hombres que mataran a Hoppner cuando este se moviese desde San Carlos a Macapo. Aseguró que Rivas había buscado a Victoriano Peñaloza y Álvarez buscó a Juan Hipólito Martínez, siendo este último el que hizo el disparo que mató a Hoppner y Peñaloza le acompañó a cometer el crimen; también acotó que esa misma noche se estaba realizando un velorio de cruz en “La Aguadita”. De las declaraciones de los testigos se deduce que el camino real iba de Tinaco y pasaba por “La Cruz”, luego subía a “Las Palomeras”, y allí se separaba el camino que iba a Macapo, del camino que seguía hacia “Las Palmas” (actualmente es la carretera vieja entre Las Lajitas y Las Palmas).

Miguel del Castillo declaró que Victoriano Peñaloza e Hipólito Martínez pasaron por el patio de su casa en el camino de Macapo, pero él supuso que ellos venían de “Las Macanillas” (donde vivían), sin embargo vio que Peñaloza cargaba un fusil y Martínez una carabina.

En el proceso de las investigaciones fueron interrogados los siguientes testigos: Trinidad Soto, Juan Pedro Rodríguez, Carlos Barrios, Juan José Álvarez, Raimundo Fernández, Domingo Fernández, Hilario Ruiz, Miguel Del Rosario (todos de Macapo); José Antonio Soto (de Vallecito); Juan José Castillo (de El Jengibre); Cándido Villalobos (vivía en el camino a La Aguadita), y Juan Torralva (caserío El Salto).

La investigación realizada por el Tribunal permite inferir que el pleito entre Ramón Fernández y Carlos Hoppner fue causado por la posesión de los terrenos de Macapo, los cuales este último había comprado al Coronel Juan Uslar (bisabuelo del Dr Arturo Uslar Pietri), quien a su vez los había adquirido de Luis Sevilla, descendiente del conquistador Damián Sevilla.

Laureano Villanueva Estraño (padre del Dr Laureano Villanueva) era el Jefe Político del Cantón San Carlos (territorio que abarcaba en ese momento la superficie que actualmente ocupan los municipios Ricaurte, Anzoátegui, Rómulo Gallegos, Tinaco, Lima Blanco y Tinaquillo, del actual estado Cojedes).

La información final y el veredicto del Tribunal se desconocen debido a que falta el último legajo del expediente criminal que estaba localizado en el Registro Principal de San Carlos (recientemente me comentó el investigador Daniel Chirinos que el documento había sido destruido por los insectos). Sin embargo los datos recabados permiten determinar que este crimen fue una reacción defensiva de los pobladores de Macapo y sus alrededores, explotados y maltratados por Carlos Hoppner, poderoso personaje que se sentía amparado por no su poder económico y por el vínculo familiar (cuñado) con el poderoso General José Antonio Páez, quien pese a no desempeñar en ese momento la presidencia de la Republica representaba “el poder detrás del trono”, ya que en 1837 el Presidente era el General Soublette, quien había llegado a dicho cargo con el apoyo de Páez.

Por las declaraciones de los testigos se infiere que quien hizo el disparo que mató a Hoppner (autor material) fue Juan Hipólito Martínez, acompañado de Victoriano Peñaloza (su cómplice), y ambos habían sido contratados por Ignacio Rivas, siguiendo la orden y con financiamiento de Ramón Fernández, el autor intelectual del crimen. Este hecho criminal constituye el primer sicariato perpetrado en tierras cojedeñas.

Además de la trascendencia histórica del hecho en sí, los datos reflejados en el testimonio de los declarantes permiten obtener una clara referenciación geohistórica de la región de Macapo, con lo cual pueden identificarse numerosos caseríos que ya existían en 1837 y que, en la actualidad, se mantienen como comunidades activas, entre estas se encuentran: La Danta, Las Lajitas, El Salto, La Aguadita, Las Mesas, El Guanábano, El Taque, La Cruz, Macanillas, Vallecito, El Jengibre, Las Palmas, Caramacate y Macapo. Igualmente se mencionan diversos apellidos, tradicionalmente asociados a esa micro-región cojedeña, entre los que destacan los siguientes: Fernández, Sandoval, Soto, Rivas, Castillo, Rodríguez.

Nota: Casualmente y como dato curioso, 12 años más tarde el General Páez se rindió ante las tropas del General Silva en un lugar cercano (Campo Monagas) a donde mataron a su cuñado, y con esa Capitulación cerró su vida militar activa.

Le invitamos a leer de este autor: 

La Virgen del Socorro aparecida de La Guamita (Argenis Agüero)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2017/03/la-virgen-del-socorro-aparecida-de-la.html

 

SAN ANTONIO DE BERRÍO: EL PRIMER PUEBLO FUNDADO EN COJEDES (Argenis Agüero)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2018/04/san-antonio-de-berrio-el-primer-pueblo.html


Cultura Unellez-VIPI 19. Ezequiel Zamora y la batalla de Casupo, Tinaquillo, Cojedes (Argenis Agüero)

http://vinculoperenne2011.blogspot.com/2020/07/cultura-unellez-vipi-19-ezequiel-zamora.html



Cultura Unellez-VIPI 21. Cuando Manuela salvó a Simón Bolívar (Arístides Rojas)


La vida de Simón Bolívar siempre emociona nuestros corazones. 
Imagen en el archivo de Samuel Omar Sánchez

Hablemos de la noche del 25 de septiembre de 1828. Por una casualidad, Manuela, que con frecuencia vivía en palacio, estaba algo indispuesta en la tarde del 25, y no había salido de la casa que habitaba. Sintiéndose el Libertador enfermo manda a llamarla, al anochecer, pero ella se excusa por no hallarse bien. Instada por aquél, y juzgando que podría serle útil, se abriga, y como había llovido se pone doble calzado, queriendo evitar la humedad. Al llegar a la mansión del Libertador se impone de que todo el mundo estaba indispuesto, comenzando por Bolívar y continuando por su sobrino Fernando, el edecán capitán Ibarra, el mayordomo Palacios, y ausente, por estar igualmente indispuesto, el edecán coronel Ferguson. Fuera de la pequeña guardia de ordenanza, nadie más estuvo de facción al cerrarse la puerta de palacio, ni temores inmediatos abrigaba el Libertador, quien después de un baño tibio durante el cual le leía Manuela, se entregó al descanso. Bolívar no había dado oído a las repetidas denuncias de una conjuración, aunque creía que iba a reventar una revolución, y contando quizá con su buena estrella no tomó precauciones.

Las doce de la noche serían cuando los perros de palacio ladran, y tras éstos se sienten ruidos en la puerta del edificio. Era el momento en que los conjurados, en posesión del santo y seña y contraseña, después de engañar a los centinelas, bregaban por la entrada. Manuela despierta a Bolívar, y le instruye de lo que presiente. Bolívar se arroja del lecho, toma su espada y una pistola, y se encamina a la puerta de la sala para abrirla.

Manuela le contiene y le aconseja vestirse, lo que ejecuta con denuedo y prontitud, y no encontrando de pronto las botas se calza los zapatos dobles de la favorita.

—Bravo –dice Bolívar a la favorita–; vaya, pues, ya estoy vestido ¿y ahora qué hacemos? ¿Hacernos fuertes? del volumen secuestrado. Reciba este amigo nuestro agradecimiento. No creemos pasen de tres los ejemplares salvados de tan rico acopio de documentos referentes a los años de 1826, 1827 y 1828.

Dirígese por segunda vez a la puerta, hacia la cual se aproximaban los conjurados. Manuela lo detiene y le señala el balcón bajo del palacio que cae a la calle lateral.

—¡Al cuartel de Vargas! –exclama Manuela. —Dices bien –contesta Bolívar, y avanza hacia el balcón.

Pero Manuela le detiene por tercera vez, pues siente que pasa gente; y tan luego como queda la calle silenciosa, abre el balcón y sin tiempo ya para ayudarle a salvarse ni para cerrar las hojas de aquél, sale al encuentro de los conjurados que, sedientos de sangre, la agarran y la interpelan.

—¿Dónde está Bolívar? –preguntan los invasores.

—En el Consejo –responde Manuela con serenidad.

Lánzanse sobre el primer dormitorio, pasan al segundo y al ver el balcón abierto, exclaman “huyó, se ha salvado”.

—No, señores, no ha huido, está en el Consejo –dice Manuela con voz clara y con ademán resuelto.

—¿Y por qué está abierta esta ventana? –replican los conjurados.

—La abrí –contesta Manuela–, porque deseaba conocer la causa del ruido que sentía.

La heroína comprende que ha pasado ya tiempo suficiente para que Bolívar se escape y alimentando la esperanza de los conjurados, los interna, les habla de la casa nueva llamada el Consejo, donde estaba Bolívar, mito con el cual pudo entretenerlos. Chasqueados y enfurecidos los conjurados agarran a Manuela, se la llevan, cuando el grupo tropieza con el edecán Ibarra que al abrir la puerta de su dormitorio, ya armado, avanzó sobre los invasores y fue herido por uno de éstos.

—¿Con que ha muerto el Libertador? –preguntó el joven edecán a Manuela.

—No, no –contesta Manuela imprudentemente–, el Libertador vive.

Al escuchar esto, uno de los conjurados toma por el brazo a Manuela, la interroga de nuevo y no pudiendo saber nada, la lleva a las piezas interiores; y después de situar centinelas en las puertas y ventanas, todos huyen.

Entretanto, Manuela acompaña a Ibarra y lo hace acostar en el lecho del Libertador, donde iba a ser atendido por los médicos. En esto se escuchan pasos de botas herradas por la calle: era Ferguson que, a pesar de estar enfermo, quiso venir en solicitud del Libertador. Manuela abre el balcón, y el edecán la reconoce a los rayos de espléndida luna.

—¿Dónde está el Libertador? –pregunta Ferguson a Manuela.

—No sé –contestó ésta (quizá por no informar a los centinelas.) No

entre, Ferguson, porque lo sacrifican –agrega la favorita.

—Moriré cumpliendo con mi deber –contestó el valeroso inglés.

A poco suena un tiro: era el pistoletazo que descargaba Carujo sobre su íntimo amigo Ferguson en los momentos en que éste llegaba a las puertas del palacio. Como por encanto las guardias abandonan entonces sus puestos, y soldados y jefes huyen. Tras éstos sale Manuela en solicitud del doctor Moore para que curara al edecán Ibarra. El doctor, salvando peligros, llega a la alcoba del Libertador, en tanto que Manuela llama a Fernando, el sobrino de Bolívar, y acompañada de él toman el cadáver de Ferguson y lo conducen al dormitorio del mayordomo José que se hallaba gravemente enfermo.

¿Dónde estaba el Libertador en aquellos instantes en que sus tenientes, unos tras otros, le buscaban por todas partes? Escuchemos el relato que nos ha dejado el general Posada en sus Memorias:

El Libertador, que al arrojarse por la ventana, dejó caer su espada, tomó la dirección del Monasterio de las Religiosas Carmelitas, oyendo tiros por todos lados y el grito de “¡Murió el tirano!”. En tan imponderable agonía tuvo un auxilio providencial: un criado joven de su confianza se retiraba al palacio y oyendo el fuego y los gritos corría resuelto a donde su deber lo llamaba, y viendo un hombre que a paso acelerado caminaba en la dirección que he indicado, le siguió y conociéndole, él, llamó, nombrándose. Bolívar con esta compañía consoladora, procuraba llegar al puente del Carmen para tomar la orilla izquierda del riachuelo llamado de San Agustín, que toca con el cuartel de Vargas, a fin de incorporarse a los que por él combatían; pero al llegar al puente, el criado le hizo observar que aunque los tiros se oían en diferentes direcciones, el fuego era más activo en la plazoleta del convento por donde habrían de pasar. En efecto, Bolívar llegaba al puente en momentos en que los artilleros se replegaban y los de Vargas salían del cuartel. Una partida de artilleros en retirada, seguida por otra de Vargas y tiroteándose, se replegaba precisamente por la orilla del riachuelo que Bolívar se proponía seguir; se oían mezcladas las voces de “Murió el tirano” y de “Viva el Libertador,” y perseguidos y perseguidores se acercaban, sin poderse juzgar quiénes serían los primeros y quiénes los segundos. El momento era crítico, terrible: “Mi general, sígame; arrójese por aquí para ocultarle debajo del puente,” dijo el fiel criado; y sin esperar la respuesta se precipitó de un salto y ayudó al Libertador a bajar, casi arrastrándolo tras sí. Un minuto después pasaron artilleros y Vargas por el puente, continuando el tiroteo, hasta que alejado, quedó todo en silencio por aquel lado.

¡Qué noche! Toda la ciudad se puso en vigilia desde el momento en que los conjurados se apoderaron del palacio. Por todas partes se escuchaban gritos y disparos. Las compañías del batallón Vargas perseguían a los artilleros sublevados, y eran las calles de la ciudad el dilatado campo de batalla. A las repetidas voces de los conjurados, Muera Bolívar, Muera el tirano, contestaban los sostenedores del orden con las de Viva el Libertador, viva Bolívar.

Poco a poco van extinguiéndose los gritos sediciosos, y sólo uno que otro tiro se oye en lontananza. La conjuración estaba vencida. Grupos de oficiales y ciudadanos a pie y a caballo recorren las calles, y aclamaciones atronadoras de Viva el Libertador, Viva Bolívar, herían los aires. Han pasado una, dos y tres horas de angustia: la conjuración ha sido vencida, pero el Libertador no aparece. ¿Dónde está Bolívar? Es la pregunta que sale de todos los labios.

Sólo éste y el criado fi el que le acompañaba lo sabían. La angustia se apodera de nuevo de los defensores. Entonces el general Urdaneta, ministro de Guerra, dispone que partidas de infantería y de caballería saliesen en todas direcciones en solicitud del Libertador. Espléndida luna iluminaba aquel campo de desolación. Entre tanto, dice Posada:

Bolívar agonizaba en la más grande incertidumbre bajo el puente protector: partidas de Vargas pasaban gritando: ¡Viva el Libertador! Y temía que fuese una aclamación alevosa para descubrirlo.

Después de casi tres horas de ansiedad, oyendo los pasos de unos caballos que se acercaban, y los gritos que se repetían de “Viva el Libertador”, mandó al criado que le acompañaba que saliese con precauciones, arrimándose a una pared, a ver quiénes eran los que venían: eran el Comandante Ramón Espina, hoy general, y el Teniente Antonio Fominaya, Edecán del general Córdova, que conocidos por el muchacho, le anunciaron que estaba salvo. Salió, pues, con dificultad de la barranca, se informó de lo que pasaba, y en aquel momento, llegando el general Urdaneta con otros Jefes y Oficiales, el reconocimiento y el hallazgo hicieron derramar lágrimas a todos. En pocos instantes supo la ciudad la fausta noticia, por mil gritos repetidos en todas direcciones. El Libertador, mojado, entumecido, casi sin poder hablar, montó en el caballo del Comandante Espina y todos llegaron a la plaza, donde fue recibido con tales demostraciones de alegría y de entusiasmo, abrazado, besado hasta del último soldado, que estando a punto de desmayarse, les dijo con voz sepulcral; ¿queréis matarme de gozo acabando de verme próximo a morir de dolor?

Cuando Bolívar, ya en el palacio, después de haber recibido numerosas felicitaciones de nacionales y extranjeros, quiso reposar y conciliar el sueño, como lenitivo a tantas angustias, quedó acompañado de la favorita, pero ni el uno ni la otra pudieron descansar: ambos estaban febricitantes y bajo el peso de horrible pesadilla. En estos momentos fue cuando Bolívar dijo a la favorita: TÚ ERES LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR: título de gratitud con el cual ha pasado a la historia esta mujer original.

Antes de que el Gobierno de Colombia, en vista y conocimiento de cuanto acababa de suceder, tomara medidas enérgicas como la demandaban las circunstancias del momento, la primera inspiración de Bolívar fue noble y generosa: deseaba el perdón de los conjurados; mas tan elocuentes ideas no tuvieron el resultado que él deseara. La política tiene sus necesidades; es exigente, para lo cual apela en la mayoría de los casos al cadalso.

El proceso de la conjuración fue abierto, y víctimas y persecuciones fueron la recompensa de los principales culpables. La ley se impuso y condenó: no así la favorita que supo desplegar nobleza de alma a la altura de la obra meritoria, de la cual descollaba como heroína. Aun faltando a los fueros de la verdad, Manuela arrancó víctimas al cadalso, y devolvió la paz y el contento a muchos hogares.

En la mayoría de los infortunios humanos está el triunfo del corazón.

Los odios, las rivalidades, la envidia, la venganza; todo, todo desaparece ante la noble generosidad que inspiran el dolor, la miseria, el infortunio, que siguen al desborde de las pasiones tempestuosas; y es la generosidad en estos casos como el iris después de la borrasca, nuncio de paz y de perdón. Bolívar y Bermúdez lloraron al abrazarse. Los jefes, oficiales y soldados al ver salvado a Bolívar, en la noche del 25 de setiembre de 1828, después de vitorearlo y aun besarlo desde el último soldado hasta el primero de los tenientes, lloraron también, y todavía a los veinte y más años de estar en el sepulcro las víctimas y victimarios de aquella noche terrible, Garibaldi y Manuela Sáenz se enternecen al despedirse a orillas del grande Océano en 1850. El llanto tiene mucho del cielo, porque tras la lágrima está el corazón plácido y el espíritu inspirado por las grandes virtudes, don de Dios a la criatura. ¿Cómo podremos hoy juzgar a la mujer que se conoce en la historia con el título de Libertadora del Libertador?

Como mujer, como esposa, la justicia ha fallado y la condena. Como heroína generosa, la historia la admira.


Cultura Unellez-VIPI 19. Ezequiel Zamora y la batalla de Casupo, Tinaquillo, Cojedes (Argenis Agüero)


Muchos hechos de armas se convierten en sensibilidades regionales y nacionales. 
En la gráfica de Samuel Sánchez desfile en conmemoración de la muerte de Ezequiel Zamora, 
en San Carlos, Cojedes.  

José Antonio Páez – alzado contra el gobierno de José Tadeo Monagas-  invadió por Coro  el 2 de julio de 1849 y avanzó por tierras yaracuyanas hasta llegar a predios cojedeños; estando allí fueron perseguidos por las tropas del gobierno al mando de los comandantes Julián Castro, Nicolás Silva y Ezequiel Zamora, produciéndose un enfrentamiento bélico en el sitio de “Casupo”, al norte de Tinaquillo. Después de ser derrotado en ese combate, Páez se movió al caserío de Vallecito y luego se desplazó hacia Macapo, donde el 15 de agosto firmó su rendición ante el General José Laurencio Silva en el sitio denominado “Macapo Abajo”, el cual después sería conocido con el nombre de “Campo Monagas”. Veamos los hechos ocurridos en los días previos a esa capitulación.

El 13 de agosto de 1849 tuvo lugar en el sitio o caserío “Casupo”, cerca de Tinaquillo, un hecho de armas que ha sido reseñado documentalmente como la “batalla de Casupo”, un enfrentamiento entre las fuerzas insurrectas del General Páez y las fuerzas defensoras del gobierno del General José Tadeo Monagas, que en este caso estaban bajo la suprema comandancia del General tinaquero José Laurencio Silva.

Es interesante analizar la participación en esta batalla del entonces Comandante Ezequiel Zamora, quien tuvo un activo papel protagónico al servicio de la denominada oligarquía liberal, la misma contra la que él se había levantado en armas tres años antes, donde  precisamente uno de sus férreos perseguidores había sido Julián Castro, quien participó en la campaña contra la denominada insurrección campesina dirigida por Francisco J. Rangel y Ezequiel Zamora (1846- 1847), derrotando a Zamora en el sitio de “Los Leones”, cerca de Guigue, estado Carabobo, sin embargo ahora, en este caso, aparece como su principal aliado en la defensa de la oligarquía “monaguista” anteriormente combatida por Zamora.

 En aquel momento luego de ser apresado por el gobierno de Monagas a Zamora le fue perdonada la vida y entonces saltó de posiciones y se sumó a las tropas del gobierno, participando desde ese momento en defensa de sus intereses.

En el Boletín N° 100, (publicado en la Gaceta de Venezuela N° 962, 19 de agosto de 1849) Ezequiel Zamora (en su condición de segundo jefe de la División Auxiliar de Carabobo, en las fuerzas gubernamentales) el 13 de agosto, desde el sitio de “Carache” le envió un oficio al Gobernador de Carabobo (el sancarleño Joaquín Herrera), en el cual le dijo:

“Ayer como a las cuatro de la tarde pernoctamos yo y el primer jefe de la División en el sitio de Laguna Alta, con disposición de haber batido al enemigo que debíamos encontrar allí. Efectivamente nuestros espías nos anunciaban que bajarían al mencionado punto, pero los facciosos resolvieron quedarse en el sitio de Casupo, y a las seis de la mañana del día de hoy le exigí al primer jefe de la División me los dejase batir, lo que al punto conseguí. Emprendí la marcha a esas horas con la brava columna de Carabobo, al llegar a las alturas de Casupo me encontré con las fuerzas facciosas que ya se movían por el mismo camino que yo traía. Al divisar mis avanzadas retrocedió al mencionado sitio de Casupo y tomó camino de Carache. Entonces dispuse el plan como debía batirle, y después que él encumbró el alto nombrado de Casupo, le encimé las fuerzas de mi mando, y volviendo ellos cara trabamos un combate que por lo menos duró tres horas largas. La columna la dispuse en formación de guerrilla, y los oficiales que las mandaban se disputaban unos a otros la vanguardia. El pabellón tricolor flameaba entre la espesura de las columnas de humo que el fuego de la fusilería de parte y parte formaba. Las cajas y cornetas reanimaban el combate, y los soldados aseguraban un triunfo esplendido como el que consiguió. Serían las nueve de la mañana cuando se rompieron los fuegos, y como a las doce del día ya nuestras tropas victoriosas en el campo probaban otra vez más con víctores (sic) al Presidente de la República y a la libertad, que son incapaces de sufrir la oligarquía y a su tirano caudillo, el cobarde y traidor Páez.

Los señores Comandantes Joaquín Sandoval y León Malpica guardaron sus puestos en esta nueva lid con toda la frescura de un militar de honor. Después de la acción violentamente mandé a explorar el campo y tuvimos la fatalidad de haber perdido al muy liberal y patriota Teniente de la Compañía de Flanqueadores Patricio Torres y cuatro soldados. También tuvimos de nuestros valientes soldados el número de quince heridos, y de la parte facciosa solo se contaban en el campo treinta y tres muertos y dos prisioneros, uno holandés y otro de la provincia de Coro. Muchos son los heridos que según informes ellos llevan, entre otros el traidor José Celis, pirata en otro tiempo.

Cuando me preparaba para seguir la derrota, después de haber andado acto continuo como medio cuarto de legua, fui alcanzado por el Comandante Castro y su columna que según me dijo les venía picando la retaguardia. La caballería inspeccionaba el combate en el llano de Laguna Alta con el primer Comandante Nicolás Silva, sin poder tomar parte a más del miedo que les hacía con solo su presencia a los insurrectos. Los ayudantes Paulino Toledo, Gregorio González y Félix María Moreno, llevaban mis órdenes, con toda intrepidez en lo más vivo del combate, como también el señor habilitado Martin Franco.

Los facciosos mandados por el Nerón Páez, y como en número de trescientos entre corianos y holandeses, fuera de jefes y oficiales, fueron batidos solamente por la columna de Carabobo compuesta de cuatrocientos infantes, porque tomó como cincuenta más estos eran del momento agregados del Tinaquillo, que sin armas pidieron voluntariamente los agregaran para tomar el armamento en el campo de batalla, lo que efectivamente sucedió, pues le tomamos al enemigo cuarenta y cinco fusiles, muchas bayonetas, y bastante pertrecho.

Los facciosos en su fuga se dirigieron hacia Vallecito, camino que sale al Tinaco, y sigue picándole la retaguardia el Comandante Castro con su columna, y el General Silva con su potente División de Caballería e Infantería salió con dirección al Tinaco con la idea de cortarlos, y yo marcho por la misma vía según se me ha ordenado.

Adjunto a esta comunicación incluyo a US el cuadro de los jefes y oficiales que tan dignamente han defendido el día de hoy a nuestro gobierno y a nuestras instituciones patrias, dejando en parte castigado el ultraje hecho a la nación venezolana.

          Soy de US atento y seguro servidor

                                                     Exequiel Zamora”

“Cuadro de los señores jefes y demás oficiales de la columna Carabobo al mando de los señores Comandantes Nicolás Silva y Exequiel Zamora

PRIMER COMANDANTE: Joaquín Sandoval

SEGUNDO COMANDANTE: León Malpica

CAPITANES: Socorro Laya                    

                      Manuel Corao                                                 

                      N. Rondón                                                   

                      Francisco Alcántara                                 

                     Jacinto Álvarez                                         

                      Manuel Felipe Barrio                               

TENIENTES: Gregorio González                                 

                      Patricio Torres                                         

                      Luis S. Mariño                                         

                      Joaquín Rodríguez                                 

                      Cecilio Del Valle                                     

                      Cosme Briceño                                       

                      Calixto Bilche                                          

                      Mauricio Barrio

SUBTENIENTES: Paulino Toledo

                            Félix María Moreno    

                            Martin Franco

                            Manuel González

                            Carmen González

                            Algimiro Fagundez

                            Ignacio Chávez

                            Cerjio Quevedo

                            Manuel Piñero

                            Nicolás Machado

                            Gregorio Mendoza

                            José Guadarrama

                            Juan Félix Díaz

                            Bonifacio Franco

Nota: los ciudadanos Francisco Muñoz y Vicente Franco tomaron parte en la acción haciendo las veces de unos valiosos oficiales”.

En la misma Gaceta de Venezuela N° 963, del 27 de agosto de 1849, aparecen publicados los informes respectivos de Nicolás Silva y José Laurencio Silva, allí se inserta la nómina de los oficiales de caballería que estuvieron bajo órdenes de Nicolás Silva, entre los cuales destaca el Comandante Julián Ramos, un paoeño que en septiembre de 1864 fue designado como el primer presidente del recién creado Estado Cojedes.


De este autor le invitamos a leer: 


La Virgen del Socorro aparecida de La Guamita (Argenis Agüero)

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SAN ANTONIO DE BERRÍO: EL PRIMER PUEBLO FUNDADO EN COJEDES (Argenis Agüero)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2018/04/san-antonio-de-berrio-el-primer-pueblo.html