Pueblo de paz sometido a diversas luchas.
Imagen en el archivo de Ninex Méndez Pieters
Texto
tomado del ensayo: “Rescoldos en la Mata Carmelera: testimonio de la caída del
último de los caudillos llaneros” de Francisco José Aguiar, obra ganadora del Concurso de Ensayo 114 Aniversario de la Batalla de la Mata Carmelera (MPPC)
EL
ARTE DE ALCANZAR EL MANDO
Después de cada batalla quedan rescoldos,
queda el recuerdo de que existió fuego y humo. Pasada la guerra de la
independencia nuestro país se vio plagado de guerras civiles. La paz en el
siglo XIX era un armisticio, un momento de preparación para continuar
combatiendo, para continuar muriendo, para seguir derramando sangre. Caudillo, tras
caudillo, a fuerza de plomo y machete, se hacía del poder. La masa crítica de
nuestro país, era esta, esta era la forma de gobernar. María Aquilina Torres ─ madre
de Joaquín Crespo ─ lo sabía. Todas las madres de la época sabían que criaban a
sus hijos para la conflagración y como era de esperarse Joaquín Crespo tiene
contacto con la vida militar desde su adolescencia. Su carrera la inicia al
lado del general Manuel Borrego (guerrillero federalista), si no se lo llevaba
él, se lo llevaban los godos. Ser reclutados por uno u otro bando era el destino
de los hombres de la
Venezuela de ese siglo. Nuestra patria sufrió los embates de
la barbarie por largo tiempo. No obstante, la guerra galardonaba a los que
resistían, a los que mostraban cualidades de mando, a los que salían vencedores.
El último de los caudillos llaneros, es un ejemplo cabal de esto que afirmo.
“El Taita”, a fuerza de perspicacia, aguante, sudor y sangre, se hace notar y
llega a las altas esferas de la política. Debido a su poca instrucción
académica tiene que apañárselas, tiene que aprender un arte, el arte de
alcanzar el mando.
En el siglo XIX, el poder pasó de mano
en mano entre llaneros centrales y corianos. José Antonio Páez, gobernó un cuarto
de siglo, José Tadeo y José Gregorio Monagas, once años, Antonio Guzmán Blanco
dieciocho y Joaquín Crespo, once años. (1997, p 14)
EL MÁS LEAL DE
LOS GUZMANCISTAS SE ENCARGA DE GUARDAR EL PUESTO
La escuela de Crespo fue el campo de
batalla, apenas sabía leer y escribir, pero sabía escuchar consejos y sobre
todo, sabía como conducirse en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Como
hombre perspicaz, practicaba la doctrina “del que a buen árbol se arrima, buena
la sombra lo cobija” Guzmán Blanco era ese árbol, ese escalón que lo conduciría
a la regencia del país. Por ello le guardaba una gran lealtad. Crespo admiraba
a su mentor profundamente, veía el él las cualidades necesarias para gobernar
un país tan efervescente como lo era el nuestro y va avanzando poco a poco, va
ganando jerarquías. A los 22 años es
ascendido a General de Brigada de los
ejércitos federalistas por el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, a los 29 es
proclamado por Guzmán Blanco como General en Jefe por su labor destacada en la Revolución Azul,
en ésta Revolución muestra un valor y disciplina notable, esto le hace ganar el
aprecio del “Ilustre Americano”, poco después, en el año de 1871 triunfa en la
batalla de San Juan de Payara a orillas del río Arauca y es exaltado como el Héroe
de Caño Amarillo. Debido a la lealtad que le profesa a su mentor, sigue la
premisa de guardar el puesto a Guzmán Blanco, en este contexto declara lo
siguiente: “Yo no le entregaré la Presidencia sino al general Guzmán” cosa que en
el periodo que le tocó gobernar, cumple a cabalidad.
“La presencia política de Joaquín
Crespo tiene dos etapas, marcadas de manera contradictoria por su relación con
Antonio Guzmán Blanco: mientras durante el primer período estuvo a la sombra de
su mentor y sus acciones tuvieron como objetivo preservar para éste el poder,
en la segunda fase se diferenció rotundamente del guzmancismo, propuso un
cambio en el Partido Liberal y logró un espacio propio”. (S/f, p 139).
En los últimos meses del Septenio,
Guzmán Blanco lo designa como Ministro de Guerra y Marina, para que con
carácter y mano dura, contenga las revueltas que se venían llevando a cabo a lo
largo y ancho del territorio nacional. Crespo, convertido en el guardián del
guzmancismo, se hace acreedor de un gran prestigio y por esto, el Consejo
Federal el 07 de abril de 1884 lo designa por unanimidad. A los 43 años ─ el que un día fue un campesino
humilde ─ es elegido presidente de la República de Venezuela.
“Para suceder a Antonio Guzmán Blanco
en el bienio de 1884 a1886 aparecen las candidaturas del doctor Juan Pablo
Rojas Paúl y de los generales Venancio Pulgar y Joaquín Crespo. El Consejo
Federal, por recomendación del “Ilustre Americano”, elige por unanimidad a
Crespo, cuya lealtad hacia Guzmán Blanco había sido ampliamente comprobada
durante los combates de la “Revolución Reivindicadora”, de 1878-1879. Crespo
asume la Presidencia
de la República el
27 de abril de 1884, mientras Guzmán Blanco sale investido con el cargo de
Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Venezuela ante varios
gobiernos europeos. Los 24 meses de su gobierno se desenvuelven bajo presiones
de una fuerte crisis económica mundial que repercute sobre Venezuela,
manifestándose a través de déficit
presupuestario que paraliza el tren administrativo mientras disminuye la
producción de café y se estanca el comercio” (1998, I, p 930)
EL
NUEVO COLOR ES BLANCO
Pasado el bienio de su mandato su
popularidad crece enormemente. En el terreno político pisa firme, pero los
antiguzmancistas hacen mella en todo el país. Los “periodiquitos” pululan por
doquier, en estos “periodiquitos”, sagaces opositores publican artículos para
mostrar las enormes fallas de la gerencia nacional. Uno de los de mayor resonancia
de la época es el “Yunque”. Obviamente,
el descontento popular se extiende y en Crespo se enquista la idea de alcanzar
el poder. El “Ilustre Americano” en su afán de perpetuarse, utiliza como única estrategia
dejar encargados; personas que lo secunden mientras él mantiene su estadía en
Francia. La estrategia de gobernar por medio de cartas y mensajeros no le
funciona por mucho tiempo.
En 1888 las políticas antiguzmancistas
que propicia Juan Pablo Rojas Paúl, hace que Crespo viaje a la isla de Trinidad.
Desde allá encabeza una invasión pero falla y con sus seguidores, es arrestado
a bordo de la goleta Ana Jacinta, el 2 de diciembre de 1888 y trasladado a la Rotunda. Al salir de
prisión, huye del país para volver en 1890 y en ese mismo año es elegido
senador por el estado Guárico (1890 – 1892). Desde su hato, el hato el Totumo
se alza en armas. Como toda revolución armada hay saldos de muertos, hay dolor
y lamentos, según Manuel Landaeta Rosales, un investigador de estos
enfrentamientos, afirma que, de 150 hechos violentos hubo más de 2.600 heridos y
4.500 muertos. Antes de alzarse tuvo que esperar pacientemente la señal necesaria,
la que lo llevaría a levantarse en armas. La señal es la carta del general Ayala, en dicha carta venía
la siguiente contraseña: “Ejecute el plan Maracay” y se da inicio a una nueva Revolución,
una que será “legalistas vs continuistas” y por ende “El Héroe del Deber
Cumplido” para diferenciarse de Andueza Palacio (su adversario) y del partido
liberar amarillo, abandona la bandera que lo cobijó por mucho tiempo. . .
Ahora, el nuevo color es blanco, color que es ondeado a su llegada a Caracas
por su caravana de guerrilleros, como señal del triunfo legalista el 6 de
octubre de 1892.
“Bajo la dirección de Crespo, la
insurgencia adopta el nombre de “Revolución Legalista”, ya que su objetivo
declarado es el restablecimiento de la “legalidad constitucional” y logra, de
hecho, una fusión entre liberales amarillos y conservadores “azules” que se
evidencia en el uso por parte de los revolucionarios de la bandera blanca,
símbolo de la unión, en oposición al pabellón amarillo enarbolado por las
tropas del gobierno” (1988, III, p 401)
FRAUDE
ELECTORAL CIERRA EL SIGLO
La chispa que produce el incendio es
el fraude electoral que sufre José
Manuel Hernández, candidato carismático y de enorme popularidad. Le llamaban
afectuosamente (El Mocho), pues carecía de dos dedos de su mano derecha, dedos
que perdió en el combate de “Los Lirios” cerca de Paracoto, cuando tenía 17
años de edad. A esa edad Hernández pertenecía a las fuerzas del ejército azul y
combatió contra el régimen guzmancista. Eran cinco los candidatos para las
elecciones del 1 de septiembre de 1897 y esto despertaba el júbilo de la población.
Cinco candidatos era algo sin precedentes, cada uno defendía lo propio. Estaba
el General Ignacio Andrade quien fue elegido por Crespo para ser sucesor de su
causa, el famoso Mocho, quien por medio de su capacidad persuasiva logró hacerse
de un nuevo partido ─ el Liberal Nacionalista ─, él en su estadía en los
Estados Unidos, aprendió la forma de hacer campaña electoral y por ende tenía
un montón de adeptos que sin duda, lo harían vencedor en las elecciones.
También aspiraba al poder el expresidente Juan Pablo Rojas Paúl, el general y
escritor Tosta García y Pedro Arismendi
Brito, quien era el candidato del Partido Popular. Estas elecciones
representaban para los venezolanos una esperanza, de pronto, la población venezolana
creyó en la democracia, creyó que para alcanzar la presidencia sólo era necesario
el voto y no las balas. Erróneamente creyeron esto pues en estas elecciones se gestó
un enorme fraude. El Mocho Hernández sólo recibe unos 2.000 votos y el candidato
de Crespo, (Andrade), 406.610 y esto es una cifra desorbitante pues el grueso
de la población no apreciaba al candidato que fue proclamado ganador.
“El 1ero de septiembre de 1897 se
celebran las elecciones. Crespo hizo imprimir su voto en cartulina amarilla,
destacando en el texto la nacionalidad del candidato: “Voto por el venezolano
general Ignacio Andrade”. Grupos de gente armada por el gobierno y que
ostentaban divisas amarillas ocuparon desde la noche anterior al día de las
elecciones los lugares en donde se debía celebrar la votación a fin de impedir
que los electores nacionalistas se acercaran a las urnas. La suma de los votos
otorgó al general Andrade la condición de candidato vencedor. Fue un trágico simulacro electoral que tuvo como respuesta
inmediata la guerra civil; la solución armada de siempre”. (2005-2006, II, p
107)
UNA
NUEVA GUERRA CIVIL
El fraude electoral hace que el Mocho
Hernández de a conocer la
Proclama de Queipa el 2 de marzo de 1898, en una finca del
estado Carabobo ─ finca de Don Evaristo Lima. Desde allí muestra la indignación
que siente en contra de los ultrajadores de la República (Andrade y Crespo). Esto origina que
muchos generales se unan a favor de la causa mochista y es el tinaquero Luís
Loreto Lima (alias lanza libre) uno de los generales más representativos; también
hay que hacer énfasis en los hermanos Barreto, hombres de armas tomar, quienes
dieron a Joaquín Crespo, enormes dolores de cabeza.
“El grito de Queipa causó conmoción en
todo el país, empezando por la región de Carabobo y Cojedes, donde el “mochismo”
tenía más amigos y Crespo más enemigos” (2011, p 20).
Los pasos de Hernández los realizó en
las tierras de Cojedes y Portuguesa. En estos pasos, los generales cojedeños
atacan fuertemente las tropas del gobierno. El ejército nacionalista no es muy numeroso,
a penas cuenta con 300 jinetes y 400 infantes,
pero tienen la disponibilidad de guerrear con los batallones crespistas. Por primera vez
en la historia republicana de nuestro país, un partido político, el Liberal
Nacionalista, se vuelve una seria amenaza contra la hegemonía de 40 años del
Liberalismo Amarillo.
“Joaquín Crespo como Jefe de la Primera Circunscripción
Militar tiene la responsabilidad de enfrentarse a la rebelión nacionalista. Y
como desde hace días viene preocupado, y muchas veces alarmado, por la forma
como Andrade organiza el nuevo gobierno, decide abandonar Caracas y marchar al
campo de las operaciones militares seguro de que vencerá a Hernández y podrá regresar
todopoderoso y sin rival, a imponer condiciones al Presidente Andrade” (S/f, p 177)
Pasaron sólo nueve días de la Proclama de Queipa y ya
Crespo se encontraba en Tocuyito en su marcha hacia Cojedes. Está iracundo y
tilda a Andrade de débil, de inepto. Para el 14 de abril acampa en Sabana de
Arce, el 15 continúa la persecución de los rebeldes, una persecución que
parecía nunca acabar, pero los informes de sus oficiales dan a conocer que las
fuerzas mochistas están atrincheradas en La Mata Carmelera, en el Hato
Carmelero y el 16 de abril en Cojedes, en el municipio Anzoátegui para ser más
específico, queda grabada con tinta indeleble la batalla que da fin al “Último
caudillo de la centuria”.
“Entre el grupo que defendía las
fuerzas del Gobierno se hallaban los Generales Joaquín Crespo, Isidoro
Wiedemann, Atilano Viscarrondo y el Coronel José Rafael Núñez, el General
Lorenzo Arana, el Coronel Elías Maduro, el Coronel Rafael Carbaño, Martín
Muguerza y Donato Rivero.
De parte de las fuerzas de Hernández se
hallaba el famoso guerrillero Luis Loreto Lima, quien las comandaba, los
oficiales Froilán, Salvador, Manuel y Teodoro Barreto, además de Evaristo Lima
“los hombres de mayor prestigio en la llanura cojedeña”; también Pedro Pérez
Delgado, apodado “Maisanta”, Gregorio Matute, Samuel Acosta, Rafael Arteaga,
Valentín Pérez y el italiano Antonio Vita y su hermano, quienes vivían en
Nirgua y demostraron ser apasionados partidarios del Mocho Hernández, tanto
que, siendo ricos comerciantes extranjeros no dudaron en sumarse a la Revolución
Nacionalista” (1995, p, 40)
El 16 de abril de 1898 sucede lo
inevitable, se dan las condiciones para combatir, ya no hay vuelta atrás. Ambos
bandos se ubican a trescientos metros de distancia aproximadamente. La
infantería Nacionalista de Loreto Lima, lanza en ristre. La caballería escondida
en el barranco del caño Chaguango y los
francotiradores encaramados en los guamales con fúsiles Winchester. El batallón
del General Joaquín Crespo cubierto y alineado, presto a batirse en el campo de
batalla. . . A eso de las siete de la mañana el “Caudillo de Parapara”
apreciando al enemigo dice con alegría: “Aquí pelearemos duro” el humo de
pólvora comunicaba en él un valor imprudente, pero a los pocos minutos de
aquella mañana, una bala calibre 45, perfora el pecho del gran caudillo, mostrando
una vez más que los Goliat pueden caer.
No se debe minimizar a un adversario.
El Doctor José Antonio Borjas en una conversación que tuvimos me comentó que
leyó esto alguna vez, aunque no recuerda la fuente: “Crespo muere por
subestimar a su adversario, él pensaba que los pata en el suelo del Mocho
Hernández no tenían fusiles de largo alcance, pensó que estaba a una distancia
prudente y que no lo alcanzaría ninguna bala” ─ sea correcta o no, esta
aseveración ─ en nada cambia que a tempranas horas de la mañana, a eso de las
ocho, muere en campaña el gran caudillo.
“Existen dos posibles autores del
disparo que mató al Gral. Crespo. Uno, el que se basa en el testimonio del Gral.
Alfredo Franco y afirma que fue un soldado de nombre Jesús Jaramillo. Esta
versión es recogida por el doctor José Antonio Giacopini Zárraga y apoyada por
el doctor Germán Fleitas Nuñez”.
El Dr. Giacopini Zárraga, afirmó en
una conversación el viernes 19 de septiembre de 1997, que las fuerzas del Mocho
Hernández comandadas por Luis Loreto Lima, habían escogido seis de los mejores
tiradores, los cuales fueron ubicados en las copas de los árboles, entre los
que se hallaban Jesús Jaramillo y
Antonio Vita. Bajo los árboles tenían tinajas con agua, con la intención de
distraer la visión de los enemigos.
Allí llegó el Gral. Alfredo Franco a
beber agua, cuando baja Jesús Jaramillo y le dijo “parece que he matado un
jefe”.
La otra versión es recogida por el doctor
José Antonio de Armas Chity del señor Pánfilo Cedeño, quien afirmó que Manuel Tortolero,
que acompañó a Crespo en la
Batalla de Mata Carmelera, contó que lo había matado un
francotirador de nombre Antonio Vita” (1997, p, 14)
Al morir “El Taita”, los soldados se
desmoralizan y ya no tienen timón, no saben que hacer. De haber aprovechado
esta oportunidad Loreto Lima, hubiese destrozado al enemigo, no cabe la menor
duda y con respecto a la muerte de Crespo he de destacar que fue instantánea. En
una hamaca, bajo fuego enemigo lo sacan del campo de batalla y se dirigen a
Acarigua. En Acarigua ya a salvo del fuego “mochista” le realizan a una
autopsia para saber las causas del deceso. El médico Julio de Armas Mirabal,
concluye lo siguiente:
“Órganos interesados y trayectoria del
proyectil: penetra por el segundo espacio intercostal izquierdo, sigue en
sedal, de adelante a atrás, de arriba abajo, del pecho a la base del tórax.
Atraviesa la arteria pulmonar; cúpula de la aurícula izquierda, lóbulo medio
del pulmón derecho, borde y parénquima del lóbulo superior del hígado, para
salir destrozando en herida anfractuosa, las tres últimas falsas costillas
derechas en su sector medio, desgarrando músculos y piel. Gran hemorragia por
los órganos interesados y destrozados. Diagnóstico: muerte súbita por herida de
proyectil de arma de guerra. Sangramiento masivo.” (2009, p, 64)
Luego de la autopsia, el general Manuel
Modesto Gallegos tiene la misión de evitar que una guerrilla nacionalista
asalte la comitiva fúnebre que tiene por misión llevar al “Tigre de Santa Inés”
a Caracas. El cuerpo es embalsamado con sal, para que se conserve en el largo
viaje. El séquito de soldados al llegar a la Capital, entrega a Jacinta Parejo, (Misia
Jacinta), el cadáver de su esposo, para que se hiciera a cargo del funeral y lo
enterrara en el Cementerio General del Sur. Misia Jacinta escribe una
conmovedora carta al Presidente Constitucional de Venezuela pues su Joaquín ─
como ella lo llamaba ─ no quería ser enterrado en el Panteón Nacional. El no
quería ser enterrado allí. Así pues, conforme a su voluntad, fue sepultado el
24 de abril de 1898 en el Cementerio General del Sur.
“El mismo Andrade cuenta que una
tarde, ya electo Presidente fue invitado por Crespo a un paseo a caballo. Lo
fue llevando hasta el Cementerio General del Sur y allí, fue al mausoleo de la
familia, lo hizo jurar que si moría en campaña, sería enterrado con los suyos y
jamás en el Panteón Nacional” (1997, p, 14)
LOS
RESCOLDOS DE LA HISTORIA
Los rescoldos de la historia nos dejan
señales para comprendernos. Hace 114 años, muere en cojedito el último de los
caudillos llaneros y esto hace posible que los andinos logren gobernar nuestra
nación por largo tiempo, esto hace posible el surgimiento de una nueva
hegemonía. La Mata Carmelera
se nos muestra incitante, se nos muestra con un dejo de desconcierto, se nos
muestra como esa herencia que no debemos desdeñar. Ir al lugar donde se gestó
la batalla es no confundir el mapa con el terreno. Recorrerlo es una forma de
hacer contacto con un pasado que nos conduce por unos hilos que concatenan cada
uno de nuestros actos.
“La Batalla de “Mata del Carmelero”, fue un hecho que
cambio la historia del país, si Crespo no muere en esta lucha absurda por una
bala disparada desde las copas de los árboles, no hubiese habido “Revolución
Restauradora” y Castro jamás hubiese pasado de San Cristóbal” (1993, s/p)
Su muerte abre paso a los andinos:
Castro, Gómez, López Contreras, Medina Angarita, Pérez Jiménez. Abre paso a una
nueva Venezuela, una que a principios del siglo XX deja de ser agrícola y se
vuelve petrolera. Ya nada es igual. Contingentes vienen, contingentes van, en
una cadena que no se romperá jamás siempre y cuando exista un reemplazo. En la Mata Carmelera ha pasado
el fuego, el humo, pero nunca ha de pasar esa huella que nos marca. Somos el producto de los que fueron y por bien
o por mal ─ seremos la materia prima de los que serán.
BIBLIOGRAFÍA
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García, William. “Cuando yo coja ese
mocho, los Barreto beberán más leche si jincan un matapalo”. La Opinión, sábado, 12 de
marzo de 2011.
González, Armando. De Queipa a la Mata Carmelera (Joaquín Crespo
contra los lanceros de Loreto Lima). Fondo Editorial Tiriguá del Instituto de Cultura
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Muerte del General Crespo (I). Nuestra Historia. Las Noticias
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Rostro y Personajes de Venezuela.
Joaquín Crespo. Editorial El Nacional.
Velásquez, Ramón. La caída del
liberalismo amarillo. Tiempo y drama de Antonio Paredes.
Velásquez, Ramón. Joaquín Crespo.
Biblioteca Biográfica Venezolana. Caracas – Venezuela, 2005 – 2006.
Francisco Aguiar. Escritor venezolano (San
Carlos, Cojedes, 1985). Licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura
por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel
Zamora (UNELLEZ-VIPI). Cursó en 2014 el Taller de Formación Teatral que
auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT). La revista Memoralia publicó en
2015 su monólogo La Alcantarilla. En 2018 participó en el XXII Festival
Internacional de Poesía Cartagena de Indias (FIPCA). La OIM – Colombia publicó
uno de sus poemas, a mediados de 2019, en la antología que se titula Pido la
palabra. Ha publicado entrevistas, artículos y notas en revistas, periódicos y
blogs. Autor del libro El cuento más largo.