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miércoles, 17 de junio de 2020

Cultura Unellez Vipi- 18. Más fotografías Fiestas de San Juan Bautista y San Juan Niño



Imagen de San Juan bautista bajo custodia de Fredy Sosa 

Saludos. Este enlace cubre un recorrido fotográfico de las fiestas dedicadas a San Juan Bautista y San Juan Niño. Las gráficas que usted verá pertenecen al Proyecto de Servicio Comunitario "Conservación de la Literatura Oral y la Religiosidad Popular del Sector Cerro San Juan", desarrollado por la UNELLEZ y la Fundación San Juan Bautista Niño, junto a distintas cofradías, instituciones culturales, cultores populares y vecinos, en San Carlos, Cojedes, rincón llanero de Venezuela. De antemano nuestro agradecimiento a los numerosos estudiantes, cultores y amigos que nos hacen llegar estas gráficas.


Niños tamboreros integrantes de la Cofradía de San Bautista Niño. 2007

Bailarinas unellistas y de la cofradía de San Bautista Niño. 


Universitarias reciban la "Bendición de las aguas de San Juan". 
Museo Casa La Blanquera



San Juan Bautista Niño recién preparado para los festejos en su honor.



Fredy Sosa, capitán de la cofradía San Juan Batista Niño.


Niños de la Cofradía de los Diablos Danzantes de Corpus Christi.


Fiesta en el barrio San Juan en homenaje a su patrono.



Las bailarinas "despejan el camino al santo patrono con sus banderas".


Universitarios y sanjuaneros esperando el arribo del patrono.


Las tortas decoradas con flores y rellenas con chocolate fundamenta 
la tradición gastronómica de este festejo.


finaliza el recorrido de los santos por su barrio y alrededores.


 Tamboreros de diferentes cofradías descargan su homenaje a los santos patronos. 


Universitarios y pueblo celebran con baile de tambor hasta el amanecer


viernes, 5 de junio de 2020

Cultura UNELLEZ-VIPI 17. Visión de la Batalla de la Mata Carmelera (Francisco Aguiar)

Pueblo de paz sometido a diversas luchas. 
Imagen en el archivo de Ninex Méndez Pieters 




Texto tomado del ensayo: “Rescoldos en la Mata Carmelera: testimonio de la caída del último de los caudillos llaneros” de Francisco José Aguiar, obra ganadora del Concurso de Ensayo 114 Aniversario de la Batalla de la Mata Carmelera (MPPC)


EL ARTE DE ALCANZAR EL MANDO
Después de cada batalla quedan rescoldos, queda el recuerdo de que existió fuego y humo. Pasada la guerra de la independencia nuestro país se vio plagado de guerras civiles. La paz en el siglo XIX era un armisticio, un momento de preparación para continuar combatiendo, para continuar muriendo, para seguir derramando sangre. Caudillo, tras caudillo, a fuerza de plomo y machete, se hacía del poder. La masa crítica de nuestro país, era esta, esta era la forma de gobernar. María Aquilina Torres ─ madre de Joaquín Crespo ─ lo sabía. Todas las madres de la época sabían que criaban a sus hijos para la conflagración y como era de esperarse Joaquín Crespo tiene contacto con la vida militar desde su adolescencia. Su carrera la inicia al lado del general Manuel Borrego (guerrillero federalista), si no se lo llevaba él, se lo llevaban los godos. Ser reclutados por uno u otro bando era el destino de los hombres de la Venezuela de ese siglo. Nuestra patria sufrió los embates de la barbarie por largo tiempo. No obstante, la guerra galardonaba a los que resistían, a los que mostraban cualidades de mando, a los que salían vencedores. El último de los caudillos llaneros, es un ejemplo cabal de esto que afirmo. “El Taita”, a fuerza de perspicacia, aguante, sudor y sangre, se hace notar y llega a las altas esferas de la política. Debido a su poca instrucción académica tiene que apañárselas, tiene que aprender un arte, el arte de alcanzar el mando.
En el siglo XIX, el poder pasó de mano en mano entre llaneros centrales y corianos. José Antonio Páez, gobernó un cuarto de siglo, José Tadeo y José Gregorio Monagas, once años, Antonio Guzmán Blanco dieciocho y Joaquín Crespo, once años. (1997, p 14)

EL MÁS LEAL DE LOS GUZMANCISTAS SE ENCARGA DE GUARDAR EL PUESTO
La escuela de Crespo fue el campo de batalla, apenas sabía leer y escribir, pero sabía escuchar consejos y sobre todo, sabía como conducirse en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Como hombre perspicaz, practicaba la doctrina “del que a buen árbol se arrima, buena la sombra lo cobija” Guzmán Blanco era ese árbol, ese escalón que lo conduciría a la regencia del país. Por ello le guardaba una gran lealtad. Crespo admiraba a su mentor profundamente, veía el él las cualidades necesarias para gobernar un país tan efervescente como lo era el nuestro y va avanzando poco a poco, va ganando jerarquías.  A los 22 años es ascendido a General de Brigada  de los ejércitos federalistas por el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, a los 29 es proclamado por Guzmán Blanco como General en Jefe por su labor destacada  en la Revolución Azul, en ésta Revolución muestra un valor y disciplina notable, esto le hace ganar el aprecio del “Ilustre Americano”, poco después, en el año de 1871 triunfa en la batalla de San Juan de Payara a orillas del río Arauca y es exaltado como el Héroe de Caño Amarillo. Debido a la lealtad que le profesa a su mentor, sigue la premisa de guardar el puesto a Guzmán Blanco, en este contexto declara lo siguiente: “Yo no le entregaré la Presidencia sino al general Guzmán” cosa que en el periodo que le tocó gobernar, cumple a cabalidad.
“La presencia política de Joaquín Crespo tiene dos etapas, marcadas de manera contradictoria por su relación con Antonio Guzmán Blanco: mientras durante el primer período estuvo a la sombra de su mentor y sus acciones tuvieron como objetivo preservar para éste el poder, en la segunda fase se diferenció rotundamente del guzmancismo, propuso un cambio en el Partido Liberal y logró un espacio propio”. (S/f, p 139).
En los últimos meses del Septenio, Guzmán Blanco lo designa como Ministro de Guerra y Marina, para que con carácter y mano dura, contenga las revueltas que se venían llevando a cabo a lo largo y ancho del territorio nacional. Crespo, convertido en el guardián del guzmancismo, se hace acreedor de un gran prestigio y por esto, el Consejo Federal el 07 de abril de 1884 lo designa por unanimidad.  A los 43 años ─ el que un día fue un campesino humilde ─ es elegido presidente de la República de Venezuela.
“Para suceder a Antonio Guzmán Blanco en el bienio de 1884 a1886 aparecen las candidaturas del doctor Juan Pablo Rojas Paúl y de los generales Venancio Pulgar y Joaquín Crespo. El Consejo Federal, por recomendación del “Ilustre Americano”, elige por unanimidad a Crespo, cuya lealtad hacia Guzmán Blanco había sido ampliamente comprobada durante los combates de la “Revolución Reivindicadora”, de 1878-1879. Crespo asume la Presidencia de la República el 27 de abril de 1884, mientras Guzmán Blanco sale investido con el cargo de Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Venezuela ante varios gobiernos europeos. Los 24 meses de su gobierno se desenvuelven bajo presiones de una fuerte crisis económica mundial que repercute sobre Venezuela, manifestándose  a través de déficit presupuestario que paraliza el tren administrativo mientras disminuye la producción de café y se estanca el comercio” (1998, I, p 930)
           

EL NUEVO COLOR ES BLANCO
Pasado el bienio de su mandato su popularidad crece enormemente. En el terreno político pisa firme, pero los antiguzmancistas hacen mella en todo el país. Los “periodiquitos” pululan por doquier, en estos “periodiquitos”, sagaces opositores publican artículos para mostrar las enormes fallas de la gerencia nacional. Uno de los de mayor resonancia de la época es el “Yunque”.  Obviamente, el descontento popular se extiende y en Crespo se enquista la idea de alcanzar el poder. El “Ilustre Americano” en su afán de perpetuarse, utiliza como única estrategia dejar encargados; personas que lo secunden mientras él mantiene su estadía en Francia. La estrategia de gobernar por medio de cartas y mensajeros no le funciona por mucho tiempo.  
En 1888 las políticas antiguzmancistas que propicia Juan Pablo Rojas Paúl, hace que Crespo viaje a la isla de Trinidad. Desde allá encabeza una invasión pero falla y con sus seguidores, es arrestado a bordo de la goleta Ana Jacinta, el 2 de diciembre de 1888 y trasladado a la Rotunda. Al salir de prisión, huye del país para volver en 1890 y en ese mismo año es elegido senador por el estado Guárico (1890 – 1892). Desde su hato, el hato el Totumo se alza en armas. Como toda revolución armada hay saldos de muertos, hay dolor y lamentos, según Manuel Landaeta Rosales, un investigador de estos enfrentamientos, afirma que, de 150 hechos violentos hubo más de 2.600 heridos y 4.500 muertos. Antes de alzarse tuvo que esperar pacientemente la señal necesaria, la que lo llevaría a levantarse en armas. La señal es la  carta del general Ayala, en dicha carta venía la siguiente contraseña: “Ejecute el plan Maracay” y se da inicio a una nueva Revolución, una que será “legalistas vs continuistas” y por ende “El Héroe del Deber Cumplido” para diferenciarse de Andueza Palacio (su adversario) y del partido liberar amarillo, abandona la bandera que lo cobijó por mucho tiempo. . . Ahora, el nuevo color es blanco, color que es ondeado a su llegada a Caracas por su caravana de guerrilleros, como señal del triunfo legalista el 6 de octubre de 1892.
“Bajo la dirección de Crespo, la insurgencia adopta el nombre de “Revolución Legalista”, ya que su objetivo declarado es el restablecimiento de la “legalidad constitucional” y logra, de hecho, una fusión entre liberales amarillos y conservadores “azules” que se evidencia en el uso por parte de los revolucionarios de la bandera blanca, símbolo de la unión, en oposición al pabellón amarillo enarbolado por las tropas del gobierno” (1988, III, p 401)

FRAUDE ELECTORAL CIERRA EL SIGLO
La chispa que produce el incendio es el fraude electoral que sufre  José Manuel Hernández, candidato carismático y de enorme popularidad. Le llamaban afectuosamente (El Mocho), pues carecía de dos dedos de su mano derecha, dedos que perdió en el combate de “Los Lirios” cerca de Paracoto, cuando tenía 17 años de edad. A esa edad Hernández pertenecía a las fuerzas del ejército azul y combatió contra el régimen guzmancista. Eran cinco los candidatos para las elecciones del 1 de septiembre de 1897 y esto despertaba el júbilo de la población. Cinco candidatos era algo sin precedentes, cada uno defendía lo propio. Estaba el General Ignacio Andrade quien fue elegido por Crespo para ser sucesor de su causa, el famoso Mocho, quien por medio de su capacidad persuasiva logró hacerse de un nuevo partido ─ el Liberal Nacionalista ─, él en su estadía en los Estados Unidos, aprendió la forma de hacer campaña electoral y por ende tenía un montón de adeptos que sin duda, lo harían vencedor en las elecciones. También aspiraba al poder el expresidente Juan Pablo Rojas Paúl, el general y escritor Tosta García  y Pedro Arismendi Brito, quien era el candidato del Partido Popular. Estas elecciones representaban para los venezolanos una esperanza, de pronto, la población venezolana creyó en la democracia, creyó que para alcanzar la presidencia sólo era necesario el voto y no las balas. Erróneamente creyeron esto pues en estas elecciones se gestó un enorme fraude. El Mocho Hernández sólo recibe unos 2.000 votos y el candidato de Crespo, (Andrade), 406.610 y esto es una cifra desorbitante pues el grueso de la población no apreciaba al candidato que fue proclamado ganador.
“El 1ero de septiembre de 1897 se celebran las elecciones. Crespo hizo imprimir su voto en cartulina amarilla, destacando en el texto la nacionalidad del candidato: “Voto por el venezolano general Ignacio Andrade”. Grupos de gente armada por el gobierno y que ostentaban divisas amarillas ocuparon desde la noche anterior al día de las elecciones los lugares en donde se debía celebrar la votación a fin de impedir que los electores nacionalistas se acercaran a las urnas. La suma de los votos otorgó al general Andrade la condición de candidato vencedor. Fue un trágico  simulacro electoral que tuvo como respuesta inmediata la guerra civil; la solución armada de siempre”. (2005-2006, II, p 107)

UNA NUEVA GUERRA CIVIL
El fraude electoral hace que el Mocho Hernández de a conocer la Proclama de Queipa el 2 de marzo de 1898, en una finca del estado Carabobo ─ finca de Don Evaristo Lima. Desde allí muestra la indignación que siente en contra de los ultrajadores de la República (Andrade y Crespo). Esto origina que muchos generales se unan a favor de la causa mochista y es el tinaquero Luís Loreto Lima (alias lanza libre) uno de los generales más representativos; también hay que hacer énfasis en los hermanos Barreto, hombres de armas tomar, quienes dieron a Joaquín Crespo, enormes dolores de cabeza.
“El grito de Queipa causó conmoción en todo el país, empezando por la región de Carabobo y Cojedes, donde el “mochismo” tenía más amigos y Crespo más enemigos” (2011, p 20).
Los pasos de Hernández los realizó en las tierras de Cojedes y Portuguesa. En estos pasos, los generales cojedeños atacan fuertemente las tropas del gobierno. El ejército nacionalista no es muy numeroso, a penas cuenta con 300 jinetes y 400 infantes,  pero tienen la disponibilidad de guerrear  con los batallones crespistas. Por primera vez en la historia republicana de nuestro país, un partido político, el Liberal Nacionalista, se vuelve una seria amenaza contra la hegemonía de 40 años del Liberalismo Amarillo.
“Joaquín Crespo como Jefe de la Primera Circunscripción Militar tiene la responsabilidad de enfrentarse a la rebelión nacionalista. Y como desde hace días viene preocupado, y muchas veces alarmado, por la forma como Andrade organiza el nuevo gobierno, decide abandonar Caracas y marchar al campo de las operaciones militares seguro de que vencerá a Hernández y podrá regresar todopoderoso y sin rival, a imponer condiciones al Presidente Andrade” (S/f, p 177)
Pasaron sólo nueve días de la Proclama de Queipa y ya Crespo se encontraba en Tocuyito en su marcha hacia Cojedes. Está iracundo y tilda a Andrade de débil, de inepto. Para el 14 de abril acampa en Sabana de Arce, el 15 continúa la persecución de los rebeldes, una persecución que parecía nunca acabar, pero los informes de sus oficiales dan a conocer que las fuerzas mochistas están atrincheradas en La Mata Carmelera, en el Hato Carmelero y el 16 de abril en Cojedes, en el municipio Anzoátegui para ser más específico, queda grabada con tinta indeleble la batalla que da fin al “Último caudillo de la centuria”.
“Entre el grupo que defendía las fuerzas del Gobierno se hallaban los Generales Joaquín Crespo, Isidoro Wiedemann, Atilano Viscarrondo y el Coronel José Rafael Núñez, el General Lorenzo Arana, el Coronel Elías Maduro, el Coronel Rafael Carbaño, Martín Muguerza y  Donato Rivero.
De parte de las fuerzas de Hernández se hallaba el famoso guerrillero Luis Loreto Lima, quien las comandaba, los oficiales Froilán, Salvador, Manuel y Teodoro Barreto, además de Evaristo Lima “los hombres de mayor prestigio en la llanura cojedeña”; también Pedro Pérez Delgado, apodado “Maisanta”, Gregorio Matute, Samuel Acosta, Rafael Arteaga, Valentín Pérez y el italiano Antonio Vita y su hermano, quienes vivían en Nirgua y demostraron ser apasionados partidarios del Mocho Hernández, tanto que, siendo ricos comerciantes extranjeros no dudaron en sumarse a la Revolución Nacionalista” (1995, p, 40)
El 16 de abril de 1898 sucede lo inevitable, se dan las condiciones para combatir, ya no hay vuelta atrás. Ambos bandos se ubican a trescientos metros de distancia aproximadamente. La infantería Nacionalista de Loreto Lima, lanza en ristre. La caballería escondida en el barranco del caño Chaguango  y los francotiradores encaramados en los guamales con fúsiles Winchester. El batallón del General Joaquín Crespo cubierto y alineado, presto a batirse en el campo de batalla. . . A eso de las siete de la mañana el “Caudillo de Parapara” apreciando al enemigo dice con alegría: “Aquí pelearemos duro” el humo de pólvora comunicaba en él un valor imprudente, pero a los pocos minutos de aquella mañana, una bala calibre 45, perfora el pecho del gran caudillo, mostrando una vez más que los Goliat pueden caer.
No se debe minimizar a un adversario. El Doctor José Antonio Borjas en una conversación que tuvimos me comentó que leyó esto alguna vez, aunque no recuerda la fuente: “Crespo muere por subestimar a su adversario, él pensaba que los pata en el suelo del Mocho Hernández no tenían fusiles de largo alcance, pensó que estaba a una distancia prudente y que no lo alcanzaría ninguna bala” ─ sea correcta o no, esta aseveración ─ en nada cambia que a tempranas horas de la mañana, a eso de las ocho, muere en campaña el gran caudillo.
“Existen dos posibles autores del disparo que mató al Gral. Crespo. Uno, el que se basa en el testimonio del Gral. Alfredo Franco y afirma que fue un soldado de nombre Jesús Jaramillo. Esta versión es recogida por el doctor José Antonio Giacopini Zárraga y apoyada por el doctor Germán Fleitas Nuñez”.
El Dr. Giacopini Zárraga, afirmó en una conversación el viernes 19 de septiembre de 1997, que las fuerzas del Mocho Hernández comandadas por Luis Loreto Lima, habían escogido seis de los mejores tiradores, los cuales fueron ubicados en las copas de los árboles, entre los que se hallaban Jesús Jaramillo  y Antonio Vita. Bajo los árboles tenían tinajas con agua, con la intención de distraer la visión de los enemigos.
Allí llegó el Gral. Alfredo Franco a beber agua, cuando baja Jesús Jaramillo y le dijo “parece que he matado un jefe”.
La otra versión es recogida por el doctor José Antonio de Armas Chity del señor Pánfilo Cedeño, quien afirmó que Manuel Tortolero, que acompañó a Crespo en la Batalla de Mata Carmelera, contó que lo había matado un francotirador de nombre Antonio Vita” (1997, p, 14)
Al morir “El Taita”, los soldados se desmoralizan y ya no tienen timón, no saben que hacer. De haber aprovechado esta oportunidad Loreto Lima, hubiese destrozado al enemigo, no cabe la menor duda y con respecto a la muerte de Crespo he de destacar que fue instantánea. En una hamaca, bajo fuego enemigo lo sacan del campo de batalla y se dirigen a Acarigua. En Acarigua ya a salvo del fuego “mochista” le realizan a una autopsia para saber las causas del deceso. El médico Julio de Armas Mirabal, concluye lo siguiente:
“Órganos interesados y trayectoria del proyectil: penetra por el segundo espacio intercostal izquierdo, sigue en sedal, de adelante a atrás, de arriba abajo, del pecho a la base del tórax. Atraviesa la arteria pulmonar; cúpula de la aurícula izquierda, lóbulo medio del pulmón derecho, borde y parénquima del lóbulo superior del hígado, para salir destrozando en herida anfractuosa, las tres últimas falsas costillas derechas en su sector medio, desgarrando músculos y piel. Gran hemorragia por los órganos interesados y destrozados. Diagnóstico: muerte súbita por herida de proyectil de arma de guerra. Sangramiento masivo.” (2009, p, 64)
Luego de la autopsia, el general Manuel Modesto Gallegos tiene la misión de evitar que una guerrilla nacionalista asalte la comitiva fúnebre que tiene por misión llevar al “Tigre de Santa Inés” a Caracas. El cuerpo es embalsamado con sal, para que se conserve en el largo viaje. El séquito de soldados al llegar a la Capital, entrega a Jacinta Parejo, (Misia Jacinta), el cadáver de su esposo, para que se hiciera a cargo del funeral y lo enterrara en el Cementerio General del Sur. Misia Jacinta escribe una conmovedora carta al Presidente Constitucional de Venezuela pues su Joaquín ─ como ella lo llamaba ─ no quería ser enterrado en el Panteón Nacional. El no quería ser enterrado allí. Así pues, conforme a su voluntad, fue sepultado el 24 de abril de 1898 en el Cementerio General del Sur.
“El mismo Andrade cuenta que una tarde, ya electo Presidente fue invitado por Crespo a un paseo a caballo. Lo fue llevando hasta el Cementerio General del Sur y allí, fue al mausoleo de la familia, lo hizo jurar que si moría en campaña, sería enterrado con los suyos y jamás en el Panteón Nacional” (1997, p, 14)

LOS RESCOLDOS DE LA HISTORIA
Los rescoldos de la historia nos dejan señales para comprendernos. Hace 114 años, muere en cojedito el último de los caudillos llaneros y esto hace posible que los andinos logren gobernar nuestra nación por largo tiempo, esto hace posible el surgimiento de una nueva hegemonía. La Mata Carmelera se nos muestra incitante, se nos muestra con un dejo de desconcierto, se nos muestra como esa herencia que no debemos desdeñar. Ir al lugar donde se gestó la batalla es no confundir el mapa con el terreno. Recorrerlo es una forma de hacer contacto con un pasado que nos conduce por unos hilos que concatenan cada uno de nuestros actos.
La Batalla de “Mata del Carmelero”, fue un hecho que cambio la historia del país, si Crespo no muere en esta lucha absurda por una bala disparada desde las copas de los árboles, no hubiese habido “Revolución Restauradora” y Castro jamás hubiese pasado de San Cristóbal” (1993, s/p)
Su muerte abre paso a los andinos: Castro, Gómez, López Contreras, Medina Angarita, Pérez Jiménez. Abre paso a una nueva Venezuela, una que a principios del siglo XX deja de ser agrícola y se vuelve petrolera. Ya nada es igual. Contingentes vienen, contingentes van, en una cadena que no se romperá jamás siempre y cuando exista un reemplazo. En la Mata Carmelera ha pasado el fuego, el humo, pero nunca ha de pasar esa huella que nos marca.  Somos el producto de los que fueron y por bien o por mal ─ seremos la materia prima de los que serán.  

BIBLIOGRAFÍA
Agüero, Argenis. Dolor y Amor en la viuda del general Crespo. Las Noticias de Cojedes, lunes, 18 de agosto de 1997.
Borjas, José. Momentos estelares que cambiaron la historia. General Joaquín.  Crespo (II). Las Noticias de Cojedes, domingo, 28 de febrero de 1993.
Botello, Oldman. Tierra Nuestra: 1498 – 2009. Fundación Venezuela Positiva. Caracas - Venezuela, 2009.
Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Caracas – Venezuela, 1988.
García, William. “Cuando yo coja ese mocho, los Barreto beberán más leche si jincan un matapalo”. La Opinión, sábado, 12 de marzo de 2011.
González, Armando. De Queipa a la Mata Carmelera (Joaquín Crespo contra los lanceros de Loreto Lima). Fondo Editorial Tiriguá del Instituto de Cultura del Estado Cojedes ICEC, 1995.
González, Armando. Anécdotas, Dudas e Incógnitas sobre la vida y la Muerte del General Crespo (I). Nuestra Historia. Las Noticias de Cojedes, lunes, 06 de octubre de 1997.
González, Armando. Anécdotas, Dudas e Incógnitas sobre la vida y la Muerte del General Crespo (II). Nuestra Historia. Las Noticias de Cojedes, lunes, 13 de octubre de 1997.
Rostro y Personajes de Venezuela. Joaquín Crespo. Editorial El Nacional. 
Velásquez, Ramón. La caída del liberalismo amarillo. Tiempo y drama de Antonio Paredes.
Velásquez, Ramón. Joaquín Crespo. Biblioteca Biográfica Venezolana. Caracas – Venezuela, 2005 – 2006.


Francisco Aguiar. Escritor venezolano (San Carlos, Cojedes, 1985). Licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ-VIPI). Cursó en 2014 el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT). La revista Memoralia publicó en 2015 su monólogo La Alcantarilla. En 2018 participó en el XXII Festival Internacional de Poesía Cartagena de Indias (FIPCA). La OIM – Colombia publicó uno de sus poemas, a mediados de 2019, en la antología que se titula Pido la palabra. Ha publicado entrevistas, artículos y notas en revistas, periódicos y blogs. Autor del libro El cuento más largo.

jueves, 4 de junio de 2020

Cultura UNELLEZ-Vipi 16. Fiesta de San Juan Bautista y San Juan Niño (poemas y fotografías)


Docentes y estudiantes del Vipi rinden homenaje a San Juan Bautista
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI



Desde el 11 de junio, doce días antes del Velorio de San Juan Bautista y San Juan Niño, se cumplen distintos ritos ceremoniales que honran ambas divinidades, muchos son de carácter público y notorio y otros pertenecen al espacio íntimo  de los creyentes. A continuación usaremos poemas y fotografías tomadas del trabajo encomiable realizado por la Fundación San Juan Bautista Niño. Uno de ellos es el dictado de talleres sobre esta tradición y la celebración hogareña de velorios a este santo. Algunos detalles de lo que se denomina Fiesta de San Juan Bautista lo suministra su capitán, el experimentado cultor y maestro de tradiciones Fredy Sosa Llovera, con varios aspectos de singular significado. 

San Juan Niño diversidad, color y devoción de nuestros pueblos. Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

Es oportuno señalar que el presente documento está dedicado a los estudiantes del Proyecto de Servicio Comunitario "Conservación de la Tradición Literaria Oral y la Religiosidad Popular del Sector Cerro San Juan", adscrito al Programa Ciencias de la Educación de la UNELLEZ-VIPI. También está dedicado a todas aquellas personas que buscan en nuestras raíces el espíritu de la diversidad y la creación popular con un sentido enriquecedor y profundo. 

Bailarinas universitarias antes de una presentación. 
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

¿Qué es la Fiesta de San Juan Bautista?: El 24 de junio se celebran  las fiestas a San Juan Bautista. Estos festejos revisten singular importancia, desde la época colonial hasta el presente. La fecha establecida por la Iglesia para conmemorar al santo coincide, aproximadamente, con el solsticio  de verano, ambas de gran trascendencia; en las que se reúnen diversas prácticas rituales paganas destinadas a avivar y/o conservar el brillo del sol, fuente principal energía reconocida y venerada por el hombre desde la antigüedad como expresión de gracia que emana de  lo divino y lo sagrado. San Juan es uno de los santos que logra  sumar más devotos a lo largo y ancho de nuestro país. El 23 de junio se efectúa el Velorio de San Juan, ante los adornados altares de la imagen, en las que se canta y se baila toda la noche, al ritmo del tambor. 

Niños de distintas cofradías en la fiesta sanjuanera. 
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI 

¿Cómo lo hacemos?: Aquí en Cojedes, específicamente, en  San Carlos y el resto del municipio, hay un epicentro en el barrio San Juan Bautista, sector cerro San Juan I y II, esta fiesta tuvo su comienzo en el año 1974-76 y desde ese entonces, este icono del imaginario popular venezolano se ha ido apropiando de los corazones de quienes, año tras año, le veneran con cantos, bailes, banderas y tambores, en torno a la fe que el Bautista Juan inspira.  Han sido casi cuarenta años de trabajo arduo y constante que nos compromete a seguir investigando y difundiendo las raíces culturales y religiosas que esta manifestación posee en sí misma, por lo cual crece el compromiso de llegar cada vez más hondo a las comunidades  e instituciones educativas, de allí, nuestro interés será el de difundir de la forma más veraz la expresión auténtica y genuina del Santo de la Independencia y la Negritud en Venezuela. 

¿Qué se le canta al santo?: Muchos de los cantos adoratorios a San Juan tienen el sello de la personalidad rebelde de este patrono de los pobre que nunca se rinden. Veamos estas coplas de Fredy Sosa Llovera, reconocido líder de la cofradía San Juan Bautista Niño:

Yo vi lágrimas rodar
por el rostro de San Juan
buscando el por qué a sus hijos
al templo no dejan entrar.

Aunque los llamen paganos
no te importa la razón
sigan tocando y tocando
y reciban la bendición. 

Cofradía de los Diablos Danzantes en homenaje a San Juan. 
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

¿Cómo es el Velorio del Santo?: Según nuestra interpretación el Velorio de San Juan comprende una primera fase que es de carácter hogareño, en las casas los devotos dan preferencia a las imágenes de este santo y la adornan con frutos, licores, velas y flores, tal como ocurre con los altares (segunda fase) que se colocan en las puertas de las casas para esperar el paso de una caravana o procesión "Al son del tambor" y el paso coreográfico de grupos de baile (tercera fase). Estos devotos culminan su labor en un espacio comunitario donde se hace un festejo central dal santo (cuarta fase), se agrupan las cofradías y devotos dando rienda suelta a los rituales que cada suele hacerle, y que por lo general son replicas ampliadas de la veneraciones hogareñas (primera fase). Fredy Sosa Llovera lo canta así:

San Benito y San Antonio
se unen con devoción
que sigan tocando los negros
que sigan la procesión.

La Chinita, la Coromoto,
la Virgen del Carmen lloró
se unen con la parranda
y que siga la procesión.

Que no termine la fiesta
algarabía por montón
que va llegando a la fiesta
el santo llamado El Bailón.

¿Qué más le cantamos al santo?
Es el manto de San Juan
adornado con colores
que va arropando tambores
que le vienen a tocar. 

San Juan Niño ataviado para la fiesta nocturna.
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

Suenan campanas alegres
bailan al son del tambor
negros y negras cantando
hasta que despunta el sol. 

Ensayo de bailarinas en la UNELLEZ-VIPI. 
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

Se escucha una algarabía
y una voz se deja oír
al compás de los tambores
que comienzan su festín.

Un negro sigue tocando
un canto de golpe y fulía
mientras San Juan va llamando 
un sangueo con alegría. 

Otro San  Juan Niño en su velorio. 
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

Recorre las calles el santo
con adorno y lirios blancos
y en la esquina de la iglesia
un coro de niños cantando.

Es la fiesta de los santos
del esclavo y del indio,
de las costas, de los campos,
de la tierra y de los ríos.   

Las diferentes cofradías colocan su imagen de San Juan en el altar. 
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

¿Qué sigue?: San Juan, después de tanta parranda de tambores, bailes y múltiples refrigerios  quedará preso y  será liberado el 16 de julio, Día del Carmen. La ceremonia de la liberación de San Juan tiene hermosos rituales como es el engalanado de los altares a la misericordiosa Virgen del Monte Carmelo, la  colocación de ofrendas, el toque de tambores, el canto, la declamación, la entrega de los banderines de las cofradías de San Juan y una procesión nocturna con todos los devotos de estos custodios celestiales que actúan de intermediarios ante el Padre Eterno.  ¿Cómo nos despedimos? Con la: 

Diablos Danzantes recibiendo la bendición de la lluvia sanjuanera.  
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

                           Oración a San Juan Bautista
“Glorioso San Juan Bautista, precursor de mi señor Jesucristo, lucero hermoso del   mejor sol, trompeta del cielo, voz del verbo eterno, pues soy el mayor de los santos y   alférez del rey de la gloria. Más hijo de la gracia de la naturaleza, y por todas las  razones príncipe poderosísimo en el cielo. Alcanzadme el favor os pido, si fuere conveniente para mi salvación, y si no una perfecta resignación con abundante gracia, que haciéndome amigo de Dios, me asegure de la felicidad eterna de la gloria.” Amén. 

Procesión de San Juan en San Carlos.
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI

Gracias por su visita.
Isaías Medina López 

Fiesta en el barrio San Juan. 
Imagen en el archivo Coordinación Enlace Cultural Unellez-VIPI 




martes, 2 de junio de 2020

Cultura Unellez-VIPI 15. Fiestas de San Antonio (y un cuento) Isaías Medina López

San Antonio de Padua en su natal Lisboa.
Imagen en el archivo de Maritza Torres Cedeño


Las fiestas en homenaje a San Antonio de Pauda, el 13 de Junio, que puede abarcar días previos y posteriores,  tienen como epicentro nacional los estados Lara, Falcón, Yaracuy y Portuguesa, con registros, también, aun cuando  de menor intensidad en Cojedes, Barinas y Zulia. El patrono de la recuperación de los objetos perdidos, guardián de la salud, proveedor  de buenas parejas y de prodigiosas cosechas, tiene diversas formas de culto dentro de amplitud la religiosidad popular, centrados, principalmente,  en el pago de promesas por los favores recibidos.

Procesión de San Antonio, en el archivo de Gerardo Rodríguez

En su realización destacan los rezos, el engalanado de altares, procesiones, entrega de ofrendas, repartición de alimentos, despliegue de fuegos artificiales, sonar de campanas, igualmente, significativas muestras de poesía, cantos, bailes, la destreza de los juegos de garrote, así como la vivacidad de cuatros, maracas y tambores, que rebasan la notoriedad del tamunangue, su componente artístico más significativo, pero no el único.  

San Antonio en el templo. Imagen en el archivo de Gerardo Rodríguez

Otro elemento muy vistoso son las vestimentas de los devotos en sus bailes (que pueden durar el día entero, extensible hasta bien entrada la noche y/o el siguiente día): liquilique y sombrero de cogollo, los hombres; faldas largas, con estampado de flores, blusas de faralaos, flores entre sus cabelleras y alpargatas, las mujeres. En las últimas décadas se ha incrementado la producción artesanal relacionada con la imagen de San Antonio, tallas, estampas, vestidos y hasta bebidas e instrumentos musicales para sus festejos. 

Sobre algunos detalles de la vida y la poesía dedicada a este santo le recomendamos la lectura del siguiente enlace: “SAN ANTONIO ES POESÍA DE VIDA: Fuerza, felicidad y fe” (biografía del santo, poemas y fotografías)

Los afamados "Panes de San Antonio" y otras ofrendas. Archivo de Gerardo Rodríguez

Sobre los pueblos y ciudades bautizadas en su honor recomendamos este enlace: 
SAN ANTONIO DE BERRÍO: EL PRIMER PUEBLO FUNDADO EN COJEDES (Argenis Agüero)

De los cuentos que generan sus milagros, le proponemos  la lectura de una pieza del famoso escritor venezolano  Rufino Blanco Fombona:


Canto, música y poesía al patrono. Imagen en el archivo de Gerardo Rodríguez
                     

                       EL CANALLA SAN ANTONIO
Se llamaba Casimiro Requena, y nació en una aldehuela de los Valles de Aragua. Su profesión consistía en vender agua a domicilio. Muy de mañanita se le encontraba a horcajadas en el anca de su burra pelicana: Gracia de Dios, como él la llamaba. Gracia de Dios, cargada, además, con dos barriles, tomaba el camino de un manantial vecino, donde el agua pura, cristalina, semejaba el agua de un filtro.

Promocional de las Fiestas de San Antonio

De regreso de la fuente, Gracia de Dios, cimbrándose con sus dos barriles llenos de agua, y con Requena caballero en el anca, atravesaba las mismas calles de siempre, se detenían ante las mismas casas y emprendía nuevamente, cada hora más o menos, el camino de la fontana.
Gracia de Dios parecía una persona, y en opinión de todo el mundo era más inteligente que su amo y señor, Casimiro Requena. Casimiro, de carácter taciturno y mal genio, era asimismo torpe como un cerdo. Pequeño, barrigón, asanchado, semejábase a un tonel. Era bizco, y se afeitaba todo el rostro; pero no se afeitaba a menudo, por donde siempre parecía, a pesar de su lustrosa persona, con aspecto demacrado o aire de enfermo. Lo apodaban el Sacristán, tanto por su cara rasa como por su fervorismo religioso, y porque en sus primeras mocedades fue monago. La fe del Sacristán no era mojigatería. Nunca sentimiento más sincero anidó en el pecho de un hombre. La fe de Casimiro era proverbial. Hasta las mujeres le daban bromas.
A la puerta de la iglesia, y al salir de misa la mañana de un domingo, cierto chusco de un corro, dirigiéndose a Requena:
— Casimiro —le dijo—, ¿quieres comprarme un hueso auténtico del Espíritu Santo?
Todo el mundo se echó a reír; pero Requena iba descuartizando al deslenguado.
— No haga usted caso de ese vagabundo, Casimiro; no se incomode —aventuró alguien con ironía.
— Cómo no hacerle caso —murmuraba Requena—, si viene a burlarse en mis barbas de las cosas divinas. ¡Un hueso del Espíritu Santo! ¡Ignorante! ¡Los huesos del Espíritu Santo los tiene el Papa!
Casimiro era quien vestía las imágenes la víspera de la fiesta patronal, por Semana Santa y por Pascua. Era el primero que tomaba su cirio en las procesiones; era él, además, quien regalaba al cura los pollos más gordos, los marranitos mejor cebados, los nísperos más ricos y olorosos.
Casimiro prestaba todo género de servicios al cura, creyendo servir a la iglesia y, lo que es más, a Dios. Cierta ocasión el cura se valió de los buenos oficios del Sacristán contra “un enemigo de la iglesia”.
Un jovenzuelo del lugar, recién llegado de Caracas, donde se empapó del volterianismo callejero, fundó un periodicucho jacobino, El Rayo, no mayor que un pañuelo. Allí insultó al Gobierno, en la persona del jefe civil, y al Clero, en la persona del cura.
El magistrado era inamovible. Por enfermedad vivía de largo tiempo atrás en aquel pueblo, y como era inteligente, honrado y bueno, todo el mundo lo quería, y el Gobierno no pensaba en sustituirlo. El magistrado, pues, sonreía a los ataques de El Rayo. No así el cura. El cura contestó los ataques al Clero y a la Iglesia en El Mensaje Católico, diario provincial también. Pero sus argumentos no contundían al adversario. El cura se comprendía menos fuerte que su enemigo.
Las opiniones se dividieron en el poblacho “los progresistas”, es decir, los adeptos de El Rayo, contaron la mayoría. El periodista ateo triunfaba del cura. Entonces fue cuando el cura, como último argumento polémico, envió una medianoche a Casimiro Requena para que apalease al periodista.
— Lo mataré, señor cura; cuente usted con que lo mato.
— Matarlo, no, hijo —argumentaba el cura. La muerte es un crimen. ¿Y crees tú que Dios perdonaría ese crimen? Una buena paliza. Con eso basta. Así abandonará el pueblo.
Casimiro Requena volvía a su idea.
— ¿Y si me ataca, señor cura? Si me ataca, lo mato. Lo mato por Dios, y Dios me lo perdonará.
El cura se daba cuenta de la situación. Si aquel animal asesinaba al periodista, él, el párroco, a pesar de sus talares y santas vestiduras, se vería complicado en el crimen. Por eso le pronunció a Requena un discurso espeluznante y decisivo. Sin embargo, cuando Requena partió iba murmurando entre dientes:
— Esta bien, no lo mataré. Pero lo sangraré.
El servicio de agua terminábase a mediodía. Requena aprovechaba la tarde —después de la siesta y antes de la indeclinable partida de bolos— en el corte de hierbas por los campos comarcanos. Esa hierba constituía la cena de Gracia de Dios.
A veces Casimiro se iba al pesebre a ver comer a su burra, su compañera, su amiga, su confidente, su único amor humano, el amor de sus amores terrenales. Se complacía en ver cómo lucía la piel de Gracia de Dios y le pasaba la rasqueta, peinándola como si peinase a una gentil novia. El maíz se lo remojaba en una tina de agua salada. La borrica miaraba aquellos preparativos con miradas golosas, y cuando el Sacristán no se daba prisa a servirla, junntaba las orejas sobre la frente rompía a rebuznar: “¡Vouugh! ¡Vouugh!”.
— Ya voy, golosa; ya voy —respondíale Requena, como si la burra fuese una persona, y mirándola con ojos enamorados.
Un día el Sacristán, según su vieja costumbre, se levantó a la madrugadita; calentó su café, mascó su biscocho y se dirigió al pesebre para enjalmar su burra. Pero su sorpresa fue grande. Gracia de Dios no estaba allí. Requena corrió afuera, a la calle. La puerta estaba abierta. Desde la acera, Casimiro escudriñó la calle profunda, apenas clareante por un presentimiento de aurora. Luego anduvo, anduvo cien, doscientos, trescientos metros más oteando, escudriñando, interrogando las sombras. De pronto se llevó la mano a la cabeza y advirtió que estaba sin sombrero; pensó también que había dejado su portón abierto y regresó. De camino encontrándose con otro madrugador.
— Fulano, ¿sabes? —le dijo—, se me ha extraviado Gracia de Dios.
— Te la habrán robado más bien.
— No creo; el cabestro parecía mascado; además, no era muy nuevo, y ya sabes, la burra es fuerte.
— Pero tu burra no tiene alas; ¿cómo pudo salirse?.
Y explicándole Requena cómo por endiablada casualidad el portón quedó esa noche abierto, continuaron los dos hombres, a las primeras luces del alba, caminado y hablando a través del pueblucho dormilón.
casimiro tuvo que alquilar una borrica para el servicio de agua. Comprar no quería comprar otra bestia. Él no desesperaba de encontrar un día u otro aquella ingrata pero querida Gracia de Dios. Contaba para ello con San Antonio. Él siempre fue devoto de San Antonio, y no dudaba que el buen Santo le devolvería la burra.
Al San Antonio en su cabecera le encendió velas durante varios días; pero este santito de la casa no le parecía suficiente a Casimiro para tamaña empresa. “El San Antonio de la iglesia es más milagroso”, pensó Requena. El San Antonio de la parroquia, grande como un hombre y dulce como una mujer, era una preciosa imagen tallada en madera. A él fue Casimiro. Le pidió, le rogó y puso un paquete de velas a arder en el altar. Las oraciones y las velas menudearon; pero la burra no aparecía. Casimiro no desconfiaba. “San Antonio no puede sino oírme”, pensó, y creyendo que las ofrendas obligarían al Santo, Requena dio al cura cuantos ahorrillos guardaba en el forro de su catre para que comprase a San Antonio un traje nuevo.
— Con ese dinero puedes comprar otra borrica — le dijo el cura.
— ¡No importa, señor cura! Yo no quiero otra burra; yo quiero mi Gracia de Dios.
A la postre llegó el traje nuevo de San Antonio. La mañana que el Santo estrenaba el vestido, Casimiro, al despertarse, voló al corral. Algo le decía en el corazón que Gracia de Dios estaría allí pastando en su pesebre como si nunca se hubiese ausentado. La desilución de Requena fue grande: Gracia de Dios no estaba allí. Y este milagro fallido le hacía imaginar que esa mañana volvía a perder su burra. Requena empezó a resentirse con el Santo.
“¡Cómo —pensaba— este Santo le hace milagros a todo el mundo y a mí no quiere hacerme! ¿Qué le dan los otros? Una vela, nada. ¿Qué le rezan? Una oración, y se van. Yo, en cambio…
Y por la frente de Casimiro pasaba el recuerdo de los sinnúmero paquetes de velas quemados, del lindo traje nuevo y de las oraciones interminables, de las noches de ruego que él había consagrado al San Antonio aquel, tan olvidadizo, tan ingrato.
Casimiro empezaba a desesperar. San Antonio no quería cumplir el milagro de volver la burra a Requena. El el alma del Sacristán aquella injusticia de San Antonio hizo nacer un sentimiento invencible de repugnancia al Santo; la repugnacia fuese cambiado en rencor con la persistencia de la injusticia, hasta convertirse a la postre en la llama de un odio. Requena odiaba a San Antonio: no al beato del santoral, sino al santo de la parroquia, la imagen de la iglesia, aquel sordo, injusto, despiadado San Antonio del lugar.
En la obtusa cabeza de Requena empezó a germinar la idea de sustituir aquella imagen por otra del mismo santo. ¡Si él pudiera regalar otro San Antonio a la iglesia! Un día, sin más ni más le preguntó al párroco:
— Señor cura, ¿Cuánto vale un San Antonio?
El cura le informó. Un San Antonio costaba muy caro. El Sacristán no podía pagarse el lujo de hacer una revolución en el iglesia y destituir al San Antonio de injusticia recalcitrante.
Una tarde, libre ya de su despacho de agua, tendido sobre la hamaca, se puso a pensar. “Iré al templo, a la puerta, lanzaré un puño de tierra al aire, y en la dirección en que la tierra eche a volar partiré en busca de Gracia de Dios. San Antonio, movido al fin de mi piedad, me envía esta idea. ¿No es verdad, Dios mío?”
Era ya muy entrada la noche cuando Requena regresaba a su casita silencioso, cabizbajo, ceñudo, triste. Gracia de Dios no aparecía. Aquello era una burla de San Antonio. A tal idea, Casimiro espumaba de ira.
A la mañana siguiente, cuando el monaguillo abrió la iglesia para la misa de cinco, Requena espiaba tras los árboles de la vecina plaza. Apenas abrieron entró. Los pasos del monaguillo se perdían en el fondo, bajo la bóveda del templo, cuando Requena se llegó al altar de San Antonio. No se arrodilló ni se signó ante la imagen, sino que dijo, como si hablase con el Santo:
—Tú no eres San Antonio, sino San Diablo.
Dos viejas entraron en ese instante. El chancleteo de los seniles pasos repercutía en el fondo, hacia el altar mayor. La beatas se arrodillaron frente al Sagrario, mascullando sus preces. A poco se sentaron. Requena las miró y luego miró a la calle. La calle se calaraba por segundos. La aurora precipitaba su carrera. Entonces Requena, apresurándose, sacó la vidriera y ya abierta la hornacina, donde triunfa la bonhomía de San Antonio, sacudió al Santo, que rodó por tierra con fracaso.
Y mientras las dos beatas, pavoridas, chillaban, y el monago acudía, blandió a Requena el machete y decapitó al santo.
Y la cabeza del santo rodaba por las baldosas cuando Requena salía del templo diciendo:
—¡Bien sabe Dios que te lo merecías, por canalla!

Del libro: Relatos venezolanos del siglo XX, compilación de Gabriel Jiménez Emán  (Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1989)