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jueves, 29 de octubre de 2020

Cultura Unellez VIPI 37. Poemas de Aquiles Nazoa (2)

 

La siempre encantadora poesía popular de Aquiles Nazoa. 
Imagen en el archivo de Cultura Unellez VIPI




EXALTACIÓN DEL PERRO CALLEJERO

Ruin perro callejero,

perro municipal, perro sin amo,

que al sol o al aguacero

transitas como un gamo

trocado por la sarna en cachicamo.

 

Admiro tu entereza

de perro que no cambia su destino

de orgullosa pobreza

por el del perro fino,

casero, impersonal y femenino.

 

Cuya vida, sin gloria

ni desgracia, transcurre entre la holgura,

ignorando la euforia

que encierra la aventura

de hallar de pronto un hueso en la basura.

 

Que si bien se mantiene

igual que un viejo lord de noble cuna

siempre gordo, no tiene

como tú la fortuna

de dialogar de noche con la luna.

Mientras a él las mujeres

le ponen cintas, límpiale los mocos,

tú, vagabundo, eres

–privilegio de pocos–

amigo de los niños y los locos.

 

Y en tanto que él divierte

–estúpido bufón– a las visitas,

a ti da gusto verte

con qué gracia ejercitas

tus dotes de Don Juan con las perritas…

Can corriente y moliente,

nombre nadie te dio, ni eres de casta;

mas tú seguramente

dirás, iconoclasta:

—Soy simplemente perro, y eso basta.

 

La ciudadana escena

cruzas tras tu dietético recurso,

libre de la cadena

del perro de concurso

que ladra como haciendo algún discurso.

 

Y aunque venga un tranvía,

qué diablos, tú atraviesas la calzada

con la filosofía

riente y desenfadada

del que a todo perder no pierde nada.

 

DEDICATORIA

Cuando yo digo el nombre de María,

que para mí es la voz del agua clara,

es como si a los campos me asomara

con la mano de un niño entre la mía.

 

Porque su nombre es campo en lejanía

con mastranteros de fragante vara

y ella en las manos lleva y en la cara

los olores suavísimos del día.

 

Así pues fue el amor, sencillamente,

quien su nombre inscribió sobre mi frente

con cinco letras de melancolía.

 

Y no es mi voz sino el amor quien canta

como espiga sonora en mi garganta

cuando yo digo el nombre de María.

 

RETRATO 1940

Esta figura mía

de tan flaca da ganas de reír:

parece una lección de anatomía

con flux de casimir.

 

Esta figura mía,

toda costillas, sombra y discusiones,

parece una infeliz radiografía

con pantalones.

 

Un incipiente lomo

dobla un poco mi espalda envejecida.

(Yo parezco la sombra de un suicida

y sueño en relación con lo que como).

 

De buscar la tal “luz para el camino”,

a los veinte años tengo ya entrecejo.

(Yo parezco la sombra de un suicida;

cuantos más años pasan, soy más viejo...).

 

Mis manos son dos ramas desprendidas

de un añoso ciprés;

son tan flacas, nudosas, desteñidas,

que parecen dos guantes al revés.

 

Oh, mis manos, raíces carcomidas,

tan largas que me llegan a los pies.

 

¡Esta figura mía

llena de versos, huesos, amargura,

es una complicada antología

de hambre, bilis, amor, literatura

y odio a la barbería!


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