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jueves, 6 de agosto de 2020

Cultura Unellez-VIPI. 24. Mi amigo Bernabé y otros relatos del deporte (Héctor Nuno González)


Llanera con atuendos deportivos y cerca del río donde vivió Carlitos. 
Imagen en el archivo de Paolyta Torres




CARLITOS, EL 10 DEL PASO LAS NEGRAS

La madrugada de aquella histórica semifinal, su padrastro golpeó a su madre y hermanito. Cada episodio similar dejaba un halo de tristeza y desaliento en Carlitos, el 10 del Paso las Negras, el zurdo que dribla a todos en la sub 14. Sus ojos contenían las lágrimas, de nuevo violencia en casa y, por otra parte, Venezuela perdía 1- 0 ante Uruguay por las semifinales del mundial sub 20, corría el minuto 89 y no parecía haber por dónde.

Estalló en llanto cuando Samuel Sosa clavó en el ángulo aquel tiro libre, no podía gritar y se tragó cada letra del gol, hipeando de alegría y desazón. Vio la prorroga en silencio y lloró con más ganas luego que Wuilker Fariñez tapó el penal que ponía a Venezuela en la final. Se fue a la cama y murmuró plegarias que de nada habían servido hasta entonces, pero que aliviaban su alma atribulada e inquieta.

Carlitos no conoció a su padre ni su padre lo conoció a él, murió luego de un disparo en la cabeza mientras huía de un robo. Lo dejó estando en el vientre de su madre, cuando ella ni siquiera sabía cuidar de sí misma. Vivían en el barrio Paso las Negras de San Carlos, en una piecita triste y llena de cornetas estruendosas.

Carlitos es elocuente dentro y fuera de la cancha, tiene ojos negros profundos y curiosos, piel trigueña y cabello de indio. El profe lo pone de enganche en un 4-2-3-1 dinámico y efectivo, propio para moverse a sus anchas en zona 3, pasar rivales como conos, abrir las bandas con limpidez, tirar un pase al fondo para  provocar un mano a mano y de vez en cuando, solo de vez en cuando porque su placer está en pasarla, meterla en el arco con elegancia y maestría.

Carlitos es de alma noble, incapaz de hacerle daño a nadie. El ambiente que lo rodeaba en casa, lleno de alcohol, drogas y violencia en todas sus expresiones, no transformó su corazón lleno de bondad. Cuando descubrió lo maravilloso de patear una pelota, sus sueños viajaron lejos y, por cada lágrima derramada en casa, se afianzaba más su anhelo de jugar en la Vinotinto. El fútbol es su refugio.

Un día el Club consiguió un amistoso con la selección nacional sub 15 de Venezuela dirigida por Frank Piedrahita. Carlitos no cabía en sí, era su gran chance, el profe le dijo que buscaban un 10 para llevárselo al Suramericano.

El día del partido, Carlitos dio recital en el Barreto Méndez, asistió a dos compañeros y marcó de pelota quieta en el empate a 3 de ambos equipos.

Tras el pitazo final, Piedrahita se le acercó y puso su mano fuerte en sus hombros exclamando: “Carlitos, tú serás el 10 de mi equipo, preséntate en el último modulo que será en Margarita en 15 días, nos vamos al suramericano, serás Vinotinto”.

Carlitos lloraba de alegría, el profe prometió gestionar todos sus permisos, gastos y cualquier dilema que pudiera surgir en su hogar disfuncional.

La mañana que debía viajar, fue al cementerio a visitar la tumba de su padre, esta vez invadido por una sensación de libertad, colmado de un destino del que se sabía dueño. Frente a la lápida exclamó lleno de orgullo: “Puedes estar orgulloso, papá. Siéntete feliz porque, como siempre has querido, no voy a ser como tú, seré el 10 de la Vinotinto”.

 

CHIMOERO

“El cátcher es González”, frase dilecta de las muchas que oí de su voz recia, fuerte y firme, la misma cuales ecos retumbarán para siempre en cada rincón del estadio de Las Vegas. En contraste con su voz y carácter de Sargento, está su figura enjuta y piernas flacas, en su piel morena oscura destacan grandes ojos negros, esos infalibles en los detalles, los que veían poca melodía en un wine up, mala sincronía en un swing, poca elegancia en el fildeo o mezquina entrega en la jugada.

Recuerdo cuando entraba al estadio y saludaba: “Epa, muerto”. Su mano siempre empuñaba un bate lánguido y desvencijado, llamado fongo, ideal para dar elevados y roletazos a sus entrenados.

Chimoero vestía sencillo en cada práctica, mono de pelotero, franela deportiva y gorra medio puesta. Era la misma pinta con la que repartía la correspondencia de la Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela, faena a la que dedicó muchos años de su vida.

Luis “Chimoero” Palencia era un lanzador prolijo, un curveador elegante que compitió en la entrañable liga doble A de los 70. Pero el recuerdo más bonito y valioso que Chimoero tiene para su gente, es en su rol de entrenador. Cuánto agradecimiento de varias generaciones de peloteros vegueros y cojedeños para con este personaje.

Chimoero defiende siempre a su manada cuál lobo, una noche, luego de una larga inauguración de un campeonato estadal en el estadio Alfonso Ríos de San Carlos, un raterito arrancó de mi cabeza la gorra del uniforme y se fue en carrera. Chimoero saltó de la pickup en la que estábamos con la agilidad de un acróbata, tomó la primera piedra que alcanzaron sus manos y la arrojó con fiereza al niño que corría victorioso. Fue inútil el esfuerzo, pero me quedó su actitud de padre protector.

Su consejo fue clave para el campeonato nacional que ganamos en Yaracuy en 1999, donde 5 vegueros fuimos parte del roster de la selección de Cojedes; gracias a él Engelberto Caballero repartió leña en cualquier estadio al que fue; su palabra sabia inspiró al poeta Enrique de la Vega a escribir y cantar:

“Coge la bola me decía Luis Chimoero, cuando en el campo la perdía por un error, usa la mente y la malicia que eso es bueno, si en un momento piensas llegar a campeón”. Raiwinson Lameda firmó con Boston Red Sox y desde entonces, lo menciona siempre entre las personas más importantes y decisivas de su carrera.

En cuanto a mi concierne, querido amigo, ya no soy aquel receptor que hiciste capaz de llamar buenos lanzamientos del pitcher ni de fajarse tras el home con la valentía de un espartano. Pero si puedo, al menos eso creo, rendir culto con esta pieza literaria a tu inmortal aporte. Por eso, apreciado Chimoero, te dejo estas líneas capaces de trascender el tiempo y el espacio, como símbolo de agradecimiento y cariño, en nombre de mi generación y de todas las que con esfuerzo y altruismo formaste en el béisbol.

 

MI AMIGO BERNABÉ

Por fonética o sólo para no forzar su garganta, me decía Jeito en lugar de Héctor. Lo conocí en mi alegre paso por la Empresa Socialista Pedro Camejo, la CVA de las máquinas, como la llamaban en el pueblo.

Bernabé es un viejo firme, con ojos verdes de gato astuto, la piel curtida por las sales de la vida y de formas lentas pero confiadas. Era uno de los tractoristas más experimentados de la institución, su acento guaro delata su origen. Llegó al Charcote convocado por la lucha de tierras y allí permanece, ya en otro contexto de la historia.

Bernabé nunca decía no, cigarro en mano me miraba con complicidad y exclamaba: “Usted si j… Jeito”. Cuando algo salía mal y me veía obligado a interpelarlo, se excusaba con una de las frases más tiernas que oí jamás: “Yo toi viejo Jeito”.

Hallaba un apodo para todos, al jefe de seguridad, de apellido Kowalesinski, le decía Kawasaki, al jefe de taller le decía fresita, y a Yurancis, su amada y consentida, la llamaba machito.

Bernabé dice que es malandro, con base en todas las cosas hechas en la vida, una de ellas armar muchas tanganas y amanecer varias veces encanado. Por lo general usa camisa a cuadros, jeans desvencijados, botas vaqueras y gorra medio puesta. Su cabello es blanco y camina arrastrando los pies.

Escribo estas líneas a modo de agradecimiento, no hay cigarros en el mundo para agradecerle la gentileza con la que siempre me trató, especialmente en aquellos días donde me aventuré a prepararme en docencia universitaria en Maracay.

Era época de bonanza y quincenas decentes, Bernabé tenía un carrito azul, que en aspecto era verlo a él con 4 llantas adheridas. Yo tenía que estar muy temprano los sábados en el pedagógico, era imposible salir de Las Vegas antes de las 6 am en transporte público. Él se ofreció para llevarme cada semana al terminal de San Carlos a las 4 de la madrugada. Siempre práctico para argumentar dijo: “Yo casi no duermo Jeito, yo lo llevo”.

Así fue en los 6 meses intensos que duró mi preparación docente, un día olvidé avisarle de una clase cancelada y a las 4 am me despertó un ruido de piedras sobre el techo, era el viejo Bernabé esperando afuera, por la ventana distinguí su sonrisa sincera. Me excusé y respondió sin atisbo de reproche: “Usted si es loco Jeito”.

El mundo dio vueltas y nuestros caminos cogieron rumbos disímiles, hace unos días la causalidad me lo puso enfrente en un lugar del sendero: “Jeeeito”, dijo alargando la e, “usted ta igualito”. Al son de una mirada brillante nos dimos un abrazo fuerte, dimos pormenores breves como buenos sintetizadores y seguimos.

Bernabé estará siempre en mi corazón, es bonito contar con los dedos de la mano a los verdaderos amigos. Bernabé no sabe leer, pero espero se entere que escribí estas líneas como gesto inapelable de cariño. 


Textos tomados del libro "Estamos hechos de recuerdos" de Héctor Nuno González (San Carlos, 2020) publicado por El perro y la rana, Imprenta Regional Cojedes.


Lea otros cuentos de Héctor Nuno González en:  

 Leyendas y cuentos cortos venezolanos (23) Varios autores

http://letrasllaneras.blogspot.com/2016/06/leyendas-y-cuentos-cortos-venezolanos_16.html

 Leyendas y cuentos cortos venezolanos (25) Varios autores

http://letrasllaneras.blogspot.com/2016/06/leyendas-y-cuentos-cortos-venezolanos_15.html

 Leyendas y cuentos cortos venezolanos (26) Varios autores

http://letrasllaneras.blogspot.com/2016/06/leyendas-y-cuentos-cortos-venezolanos_27.html

 Leyendas y cuentos cortos venezolanos (27) Varios autores

http://letrasllaneras.blogspot.com/2016/06/leyendas-y-cuentos-cortos-venezolanos_62.html



miércoles, 1 de julio de 2020

Cultura Unellez-VIPI 22. Historia del sicariato en Venezuela (Macapo, Cojedes, 1837). Argenis Agüero


Cerca de "La Cruz" se cometió el crimen.
Imagen en el archivo de Cultura Unellez-VIPI

Quizá muchos piensen que el sicariato en Venezuela es una modalidad delictiva reciente, pero no es así, pues en siglos pasados también se cometió este tipo de crimen en el país. En el caso del estado Cojedes hay evidencias de un caso que ocurrió en los alrededores de Macapo el 9 de abril de 1837, siendo la víctima el cuñado del General José Antonio Páez, el señor Carlos Hoppner, un irlandés que en Valencia hacía vida marital con la señora Luisa Páez, hermana del célebre prócer portugueseño. Hoppner era el propietario de gran parte de las tierras del actual municipio Lima Blanco, y como tal, periódicamente visitaba la zona para ejecutar el cobro compulsivo de “pisos” (tributo predial) a los campesinos que habitaban en Macapo y los numerosos caseríos de su entorno, lo cual fue la causa de su muerte violenta a manos de un sicario local.

Los hechos fueron los siguientes: La mañana del 10 de abril de 1837 llegó a San Carlos el cadáver de Hoppner, remitido desde Macapo por Alejandro Fernández el Juez de Paz de dicha comunidad; al llegar a la ciudad se le practicó el reconocimiento médico legal por parte de Juan Lizausaba, quien le encontró heridas en la espalda ocasionadas por “guáimaros” (perdigones), algunos de los cuales le habían traspasado el tórax a la altura de la tetilla derecha. Una de las personas encargadas de trasladar el cuerpo de Hoppner fue José Eulogio Reyes, vecino del caserío “La Danta”, quien declaró que ella había encontrado el cuerpo de Hoppner mientras buscaba unos burros. Además de Reyes también participaron en el traslado del cadáver los señores Juan Perdomo y Juan Hernández, ambos de Macapo. Según el testimonio de los declarantes el cuerpo fue encontrado al lado de su caballo, con todas sus pertenencias (no le robaron nada), en un paraje denominado “Las Guafitas”, a inmediaciones de “La Palomera”. Las pertenecías encontradas fueron las siguientes: un caballo color oscuro, los aperos de montar, una hoja montada en metal (espada), una mula color castaño, dos burros y una burra, tres enjalmas enlazadas, una hamaca y una frazada forrada, un paraguas y una levita de paño (inutilizada).

Al parecer el crimen fue cometido la noche del 9 de abril, según lo relató el joven José Bentura (sic) García, de 15 años, vecino de Tocuyito, quien era el acompañante de Hoppner, el cual relató lo siguiente:

“Yo iba delante como a distancia de diez o doce varas, habiendo bajado La Palomera tomando el camino que sigue a Macapo, a poco de haber andado, al pasar una quebradita, vi de golpe que salió el tiro tan cerca de él como a distancia de cinco varas y el fogonazo alumbró hasta la espada del Sr Hoppner, y en el acto el difunto dijo: ¡huy que me han matado! ¡…corre muchacho, escápate, vive!

El Tribunal de San Carlos, a cargo del Dr. Juan José Herrera (personaje vinculado a Páez, y cuñado del Coronel Fernando Figueredo) se trasladó a Macapo para iniciar las averiguaciones y el sábado 29 de abril llegó a la casa del Sr Esteban Rivas en el sitio de “Mapurite”, “ubicada como a ocho cuadras del lugar donde mataron a Hoppner”. En las investigaciones salieron a relucir varios nombres de sospechosos de haber participado en el crimen, uno de ellos fue Ignacio Rivas, quien al ser interrogado afirmó haber tenido “un encontronazo” con Hoppner tiempo atrás porque este anduvo con un grupo de ocho hombres armados (traídos de Tinaquillo) cobrando “pisos” y atropellando a los vecinos de Macapo, hasta el punto de haber herido a uno de los vecinos. Rivas Identificó a Justo Arráez (de Tinaquillo) como el jefe que comandaba el grupo armado, acusándolo de ser “el mismo que con una pandilla había cometido robos entre Tinaco y Tinaquillo a finales del gobierno español en 1821”.

Pablo Sandoval (de Macapo) declaró que había oído decir que alguien le ofreció pagarle 100 pesos a Ramón Barreto para que matara a Hoppner, también afirmó que “se oían rumores acerca de que quien había cometido el crimen era un indio de nombre Carmona”.

Ignacio Rivas, el principal indiciado, declaró que Juan de la Cruz Perdomo e Hilario Ruíz le habían contado que la misma tarde, poco antes de la muerte de Hoppner, habían visto “en el paradero de la mora, al pie de La Palomera, a dos hombres que no conocían, uno a pie y otro a caballo, armados de lanza y trabuco”. También declaró que el Comisionado de justicia de “Las Mesas”, jurisdicción de Tinaquillo, le había dicho que en esos días “andaban en las cercanías del Cerro Las Tetas unos siete hombres a caballo y uno de ellos era un tal Martín Polanco, prófugo de la cárcel pública”.

En la declaración de Ramón Barreto, vecino del caserío “El Taque”, expuso que a él le había ofrecido Juan José Castillo 100 pesos a nombre de Ramón Fernández para que matara a Hoppner, ofrecimiento que le hizo en una pulpería del sitio de “La Cruz”, en casa de Domingo Torres.

Miguel del Rosario declaró que él había oído el tiro cuando mataron a Hoppner, pero pensó que era la celebración de un casamiento que se realizaba en el caserío “El Guanábano”, como a diez cuadras de donde ocurrió el crimen.

Justo Arráez declaró que al ver que tenía perdido un pleito que mantenía con Hoppner, Ramón Fernández les escribió a Ignacio Rivas y a Juan José Álvarez para que buscaran dos hombres que mataran a Hoppner cuando este se moviese desde San Carlos a Macapo. Aseguró que Rivas había buscado a Victoriano Peñaloza y Álvarez buscó a Juan Hipólito Martínez, siendo este último el que hizo el disparo que mató a Hoppner y Peñaloza le acompañó a cometer el crimen; también acotó que esa misma noche se estaba realizando un velorio de cruz en “La Aguadita”. De las declaraciones de los testigos se deduce que el camino real iba de Tinaco y pasaba por “La Cruz”, luego subía a “Las Palomeras”, y allí se separaba el camino que iba a Macapo, del camino que seguía hacia “Las Palmas” (actualmente es la carretera vieja entre Las Lajitas y Las Palmas).

Miguel del Castillo declaró que Victoriano Peñaloza e Hipólito Martínez pasaron por el patio de su casa en el camino de Macapo, pero él supuso que ellos venían de “Las Macanillas” (donde vivían), sin embargo vio que Peñaloza cargaba un fusil y Martínez una carabina.

En el proceso de las investigaciones fueron interrogados los siguientes testigos: Trinidad Soto, Juan Pedro Rodríguez, Carlos Barrios, Juan José Álvarez, Raimundo Fernández, Domingo Fernández, Hilario Ruiz, Miguel Del Rosario (todos de Macapo); José Antonio Soto (de Vallecito); Juan José Castillo (de El Jengibre); Cándido Villalobos (vivía en el camino a La Aguadita), y Juan Torralva (caserío El Salto).

La investigación realizada por el Tribunal permite inferir que el pleito entre Ramón Fernández y Carlos Hoppner fue causado por la posesión de los terrenos de Macapo, los cuales este último había comprado al Coronel Juan Uslar (bisabuelo del Dr Arturo Uslar Pietri), quien a su vez los había adquirido de Luis Sevilla, descendiente del conquistador Damián Sevilla.

Laureano Villanueva Estraño (padre del Dr Laureano Villanueva) era el Jefe Político del Cantón San Carlos (territorio que abarcaba en ese momento la superficie que actualmente ocupan los municipios Ricaurte, Anzoátegui, Rómulo Gallegos, Tinaco, Lima Blanco y Tinaquillo, del actual estado Cojedes).

La información final y el veredicto del Tribunal se desconocen debido a que falta el último legajo del expediente criminal que estaba localizado en el Registro Principal de San Carlos (recientemente me comentó el investigador Daniel Chirinos que el documento había sido destruido por los insectos). Sin embargo los datos recabados permiten determinar que este crimen fue una reacción defensiva de los pobladores de Macapo y sus alrededores, explotados y maltratados por Carlos Hoppner, poderoso personaje que se sentía amparado por no su poder económico y por el vínculo familiar (cuñado) con el poderoso General José Antonio Páez, quien pese a no desempeñar en ese momento la presidencia de la Republica representaba “el poder detrás del trono”, ya que en 1837 el Presidente era el General Soublette, quien había llegado a dicho cargo con el apoyo de Páez.

Por las declaraciones de los testigos se infiere que quien hizo el disparo que mató a Hoppner (autor material) fue Juan Hipólito Martínez, acompañado de Victoriano Peñaloza (su cómplice), y ambos habían sido contratados por Ignacio Rivas, siguiendo la orden y con financiamiento de Ramón Fernández, el autor intelectual del crimen. Este hecho criminal constituye el primer sicariato perpetrado en tierras cojedeñas.

Además de la trascendencia histórica del hecho en sí, los datos reflejados en el testimonio de los declarantes permiten obtener una clara referenciación geohistórica de la región de Macapo, con lo cual pueden identificarse numerosos caseríos que ya existían en 1837 y que, en la actualidad, se mantienen como comunidades activas, entre estas se encuentran: La Danta, Las Lajitas, El Salto, La Aguadita, Las Mesas, El Guanábano, El Taque, La Cruz, Macanillas, Vallecito, El Jengibre, Las Palmas, Caramacate y Macapo. Igualmente se mencionan diversos apellidos, tradicionalmente asociados a esa micro-región cojedeña, entre los que destacan los siguientes: Fernández, Sandoval, Soto, Rivas, Castillo, Rodríguez.

Nota: Casualmente y como dato curioso, 12 años más tarde el General Páez se rindió ante las tropas del General Silva en un lugar cercano (Campo Monagas) a donde mataron a su cuñado, y con esa Capitulación cerró su vida militar activa.

Le invitamos a leer de este autor: 

La Virgen del Socorro aparecida de La Guamita (Argenis Agüero)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2017/03/la-virgen-del-socorro-aparecida-de-la.html

 

SAN ANTONIO DE BERRÍO: EL PRIMER PUEBLO FUNDADO EN COJEDES (Argenis Agüero)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2018/04/san-antonio-de-berrio-el-primer-pueblo.html


Cultura Unellez-VIPI 19. Ezequiel Zamora y la batalla de Casupo, Tinaquillo, Cojedes (Argenis Agüero)

http://vinculoperenne2011.blogspot.com/2020/07/cultura-unellez-vipi-19-ezequiel-zamora.html



Cultura Unellez-VIPI 19. Ezequiel Zamora y la batalla de Casupo, Tinaquillo, Cojedes (Argenis Agüero)


Muchos hechos de armas se convierten en sensibilidades regionales y nacionales. 
En la gráfica de Samuel Sánchez desfile en conmemoración de la muerte de Ezequiel Zamora, 
en San Carlos, Cojedes.  

José Antonio Páez – alzado contra el gobierno de José Tadeo Monagas-  invadió por Coro  el 2 de julio de 1849 y avanzó por tierras yaracuyanas hasta llegar a predios cojedeños; estando allí fueron perseguidos por las tropas del gobierno al mando de los comandantes Julián Castro, Nicolás Silva y Ezequiel Zamora, produciéndose un enfrentamiento bélico en el sitio de “Casupo”, al norte de Tinaquillo. Después de ser derrotado en ese combate, Páez se movió al caserío de Vallecito y luego se desplazó hacia Macapo, donde el 15 de agosto firmó su rendición ante el General José Laurencio Silva en el sitio denominado “Macapo Abajo”, el cual después sería conocido con el nombre de “Campo Monagas”. Veamos los hechos ocurridos en los días previos a esa capitulación.

El 13 de agosto de 1849 tuvo lugar en el sitio o caserío “Casupo”, cerca de Tinaquillo, un hecho de armas que ha sido reseñado documentalmente como la “batalla de Casupo”, un enfrentamiento entre las fuerzas insurrectas del General Páez y las fuerzas defensoras del gobierno del General José Tadeo Monagas, que en este caso estaban bajo la suprema comandancia del General tinaquero José Laurencio Silva.

Es interesante analizar la participación en esta batalla del entonces Comandante Ezequiel Zamora, quien tuvo un activo papel protagónico al servicio de la denominada oligarquía liberal, la misma contra la que él se había levantado en armas tres años antes, donde  precisamente uno de sus férreos perseguidores había sido Julián Castro, quien participó en la campaña contra la denominada insurrección campesina dirigida por Francisco J. Rangel y Ezequiel Zamora (1846- 1847), derrotando a Zamora en el sitio de “Los Leones”, cerca de Guigue, estado Carabobo, sin embargo ahora, en este caso, aparece como su principal aliado en la defensa de la oligarquía “monaguista” anteriormente combatida por Zamora.

 En aquel momento luego de ser apresado por el gobierno de Monagas a Zamora le fue perdonada la vida y entonces saltó de posiciones y se sumó a las tropas del gobierno, participando desde ese momento en defensa de sus intereses.

En el Boletín N° 100, (publicado en la Gaceta de Venezuela N° 962, 19 de agosto de 1849) Ezequiel Zamora (en su condición de segundo jefe de la División Auxiliar de Carabobo, en las fuerzas gubernamentales) el 13 de agosto, desde el sitio de “Carache” le envió un oficio al Gobernador de Carabobo (el sancarleño Joaquín Herrera), en el cual le dijo:

“Ayer como a las cuatro de la tarde pernoctamos yo y el primer jefe de la División en el sitio de Laguna Alta, con disposición de haber batido al enemigo que debíamos encontrar allí. Efectivamente nuestros espías nos anunciaban que bajarían al mencionado punto, pero los facciosos resolvieron quedarse en el sitio de Casupo, y a las seis de la mañana del día de hoy le exigí al primer jefe de la División me los dejase batir, lo que al punto conseguí. Emprendí la marcha a esas horas con la brava columna de Carabobo, al llegar a las alturas de Casupo me encontré con las fuerzas facciosas que ya se movían por el mismo camino que yo traía. Al divisar mis avanzadas retrocedió al mencionado sitio de Casupo y tomó camino de Carache. Entonces dispuse el plan como debía batirle, y después que él encumbró el alto nombrado de Casupo, le encimé las fuerzas de mi mando, y volviendo ellos cara trabamos un combate que por lo menos duró tres horas largas. La columna la dispuse en formación de guerrilla, y los oficiales que las mandaban se disputaban unos a otros la vanguardia. El pabellón tricolor flameaba entre la espesura de las columnas de humo que el fuego de la fusilería de parte y parte formaba. Las cajas y cornetas reanimaban el combate, y los soldados aseguraban un triunfo esplendido como el que consiguió. Serían las nueve de la mañana cuando se rompieron los fuegos, y como a las doce del día ya nuestras tropas victoriosas en el campo probaban otra vez más con víctores (sic) al Presidente de la República y a la libertad, que son incapaces de sufrir la oligarquía y a su tirano caudillo, el cobarde y traidor Páez.

Los señores Comandantes Joaquín Sandoval y León Malpica guardaron sus puestos en esta nueva lid con toda la frescura de un militar de honor. Después de la acción violentamente mandé a explorar el campo y tuvimos la fatalidad de haber perdido al muy liberal y patriota Teniente de la Compañía de Flanqueadores Patricio Torres y cuatro soldados. También tuvimos de nuestros valientes soldados el número de quince heridos, y de la parte facciosa solo se contaban en el campo treinta y tres muertos y dos prisioneros, uno holandés y otro de la provincia de Coro. Muchos son los heridos que según informes ellos llevan, entre otros el traidor José Celis, pirata en otro tiempo.

Cuando me preparaba para seguir la derrota, después de haber andado acto continuo como medio cuarto de legua, fui alcanzado por el Comandante Castro y su columna que según me dijo les venía picando la retaguardia. La caballería inspeccionaba el combate en el llano de Laguna Alta con el primer Comandante Nicolás Silva, sin poder tomar parte a más del miedo que les hacía con solo su presencia a los insurrectos. Los ayudantes Paulino Toledo, Gregorio González y Félix María Moreno, llevaban mis órdenes, con toda intrepidez en lo más vivo del combate, como también el señor habilitado Martin Franco.

Los facciosos mandados por el Nerón Páez, y como en número de trescientos entre corianos y holandeses, fuera de jefes y oficiales, fueron batidos solamente por la columna de Carabobo compuesta de cuatrocientos infantes, porque tomó como cincuenta más estos eran del momento agregados del Tinaquillo, que sin armas pidieron voluntariamente los agregaran para tomar el armamento en el campo de batalla, lo que efectivamente sucedió, pues le tomamos al enemigo cuarenta y cinco fusiles, muchas bayonetas, y bastante pertrecho.

Los facciosos en su fuga se dirigieron hacia Vallecito, camino que sale al Tinaco, y sigue picándole la retaguardia el Comandante Castro con su columna, y el General Silva con su potente División de Caballería e Infantería salió con dirección al Tinaco con la idea de cortarlos, y yo marcho por la misma vía según se me ha ordenado.

Adjunto a esta comunicación incluyo a US el cuadro de los jefes y oficiales que tan dignamente han defendido el día de hoy a nuestro gobierno y a nuestras instituciones patrias, dejando en parte castigado el ultraje hecho a la nación venezolana.

          Soy de US atento y seguro servidor

                                                     Exequiel Zamora”

“Cuadro de los señores jefes y demás oficiales de la columna Carabobo al mando de los señores Comandantes Nicolás Silva y Exequiel Zamora

PRIMER COMANDANTE: Joaquín Sandoval

SEGUNDO COMANDANTE: León Malpica

CAPITANES: Socorro Laya                    

                      Manuel Corao                                                 

                      N. Rondón                                                   

                      Francisco Alcántara                                 

                     Jacinto Álvarez                                         

                      Manuel Felipe Barrio                               

TENIENTES: Gregorio González                                 

                      Patricio Torres                                         

                      Luis S. Mariño                                         

                      Joaquín Rodríguez                                 

                      Cecilio Del Valle                                     

                      Cosme Briceño                                       

                      Calixto Bilche                                          

                      Mauricio Barrio

SUBTENIENTES: Paulino Toledo

                            Félix María Moreno    

                            Martin Franco

                            Manuel González

                            Carmen González

                            Algimiro Fagundez

                            Ignacio Chávez

                            Cerjio Quevedo

                            Manuel Piñero

                            Nicolás Machado

                            Gregorio Mendoza

                            José Guadarrama

                            Juan Félix Díaz

                            Bonifacio Franco

Nota: los ciudadanos Francisco Muñoz y Vicente Franco tomaron parte en la acción haciendo las veces de unos valiosos oficiales”.

En la misma Gaceta de Venezuela N° 963, del 27 de agosto de 1849, aparecen publicados los informes respectivos de Nicolás Silva y José Laurencio Silva, allí se inserta la nómina de los oficiales de caballería que estuvieron bajo órdenes de Nicolás Silva, entre los cuales destaca el Comandante Julián Ramos, un paoeño que en septiembre de 1864 fue designado como el primer presidente del recién creado Estado Cojedes.


De este autor le invitamos a leer: 


La Virgen del Socorro aparecida de La Guamita (Argenis Agüero)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2017/03/la-virgen-del-socorro-aparecida-de-la.html

 

SAN ANTONIO DE BERRÍO: EL PRIMER PUEBLO FUNDADO EN COJEDES (Argenis Agüero)

http://letrasllaneras.blogspot.com/2018/04/san-antonio-de-berrio-el-primer-pueblo.html




viernes, 5 de junio de 2020

Cultura UNELLEZ-VIPI 17. Visión de la Batalla de la Mata Carmelera (Francisco Aguiar)

Pueblo de paz sometido a diversas luchas. 
Imagen en el archivo de Ninex Méndez Pieters 




Texto tomado del ensayo: “Rescoldos en la Mata Carmelera: testimonio de la caída del último de los caudillos llaneros” de Francisco José Aguiar, obra ganadora del Concurso de Ensayo 114 Aniversario de la Batalla de la Mata Carmelera (MPPC)


EL ARTE DE ALCANZAR EL MANDO
Después de cada batalla quedan rescoldos, queda el recuerdo de que existió fuego y humo. Pasada la guerra de la independencia nuestro país se vio plagado de guerras civiles. La paz en el siglo XIX era un armisticio, un momento de preparación para continuar combatiendo, para continuar muriendo, para seguir derramando sangre. Caudillo, tras caudillo, a fuerza de plomo y machete, se hacía del poder. La masa crítica de nuestro país, era esta, esta era la forma de gobernar. María Aquilina Torres ─ madre de Joaquín Crespo ─ lo sabía. Todas las madres de la época sabían que criaban a sus hijos para la conflagración y como era de esperarse Joaquín Crespo tiene contacto con la vida militar desde su adolescencia. Su carrera la inicia al lado del general Manuel Borrego (guerrillero federalista), si no se lo llevaba él, se lo llevaban los godos. Ser reclutados por uno u otro bando era el destino de los hombres de la Venezuela de ese siglo. Nuestra patria sufrió los embates de la barbarie por largo tiempo. No obstante, la guerra galardonaba a los que resistían, a los que mostraban cualidades de mando, a los que salían vencedores. El último de los caudillos llaneros, es un ejemplo cabal de esto que afirmo. “El Taita”, a fuerza de perspicacia, aguante, sudor y sangre, se hace notar y llega a las altas esferas de la política. Debido a su poca instrucción académica tiene que apañárselas, tiene que aprender un arte, el arte de alcanzar el mando.
En el siglo XIX, el poder pasó de mano en mano entre llaneros centrales y corianos. José Antonio Páez, gobernó un cuarto de siglo, José Tadeo y José Gregorio Monagas, once años, Antonio Guzmán Blanco dieciocho y Joaquín Crespo, once años. (1997, p 14)

EL MÁS LEAL DE LOS GUZMANCISTAS SE ENCARGA DE GUARDAR EL PUESTO
La escuela de Crespo fue el campo de batalla, apenas sabía leer y escribir, pero sabía escuchar consejos y sobre todo, sabía como conducirse en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Como hombre perspicaz, practicaba la doctrina “del que a buen árbol se arrima, buena la sombra lo cobija” Guzmán Blanco era ese árbol, ese escalón que lo conduciría a la regencia del país. Por ello le guardaba una gran lealtad. Crespo admiraba a su mentor profundamente, veía el él las cualidades necesarias para gobernar un país tan efervescente como lo era el nuestro y va avanzando poco a poco, va ganando jerarquías.  A los 22 años es ascendido a General de Brigada  de los ejércitos federalistas por el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, a los 29 es proclamado por Guzmán Blanco como General en Jefe por su labor destacada  en la Revolución Azul, en ésta Revolución muestra un valor y disciplina notable, esto le hace ganar el aprecio del “Ilustre Americano”, poco después, en el año de 1871 triunfa en la batalla de San Juan de Payara a orillas del río Arauca y es exaltado como el Héroe de Caño Amarillo. Debido a la lealtad que le profesa a su mentor, sigue la premisa de guardar el puesto a Guzmán Blanco, en este contexto declara lo siguiente: “Yo no le entregaré la Presidencia sino al general Guzmán” cosa que en el periodo que le tocó gobernar, cumple a cabalidad.
“La presencia política de Joaquín Crespo tiene dos etapas, marcadas de manera contradictoria por su relación con Antonio Guzmán Blanco: mientras durante el primer período estuvo a la sombra de su mentor y sus acciones tuvieron como objetivo preservar para éste el poder, en la segunda fase se diferenció rotundamente del guzmancismo, propuso un cambio en el Partido Liberal y logró un espacio propio”. (S/f, p 139).
En los últimos meses del Septenio, Guzmán Blanco lo designa como Ministro de Guerra y Marina, para que con carácter y mano dura, contenga las revueltas que se venían llevando a cabo a lo largo y ancho del territorio nacional. Crespo, convertido en el guardián del guzmancismo, se hace acreedor de un gran prestigio y por esto, el Consejo Federal el 07 de abril de 1884 lo designa por unanimidad.  A los 43 años ─ el que un día fue un campesino humilde ─ es elegido presidente de la República de Venezuela.
“Para suceder a Antonio Guzmán Blanco en el bienio de 1884 a1886 aparecen las candidaturas del doctor Juan Pablo Rojas Paúl y de los generales Venancio Pulgar y Joaquín Crespo. El Consejo Federal, por recomendación del “Ilustre Americano”, elige por unanimidad a Crespo, cuya lealtad hacia Guzmán Blanco había sido ampliamente comprobada durante los combates de la “Revolución Reivindicadora”, de 1878-1879. Crespo asume la Presidencia de la República el 27 de abril de 1884, mientras Guzmán Blanco sale investido con el cargo de Embajador Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Venezuela ante varios gobiernos europeos. Los 24 meses de su gobierno se desenvuelven bajo presiones de una fuerte crisis económica mundial que repercute sobre Venezuela, manifestándose  a través de déficit presupuestario que paraliza el tren administrativo mientras disminuye la producción de café y se estanca el comercio” (1998, I, p 930)
           

EL NUEVO COLOR ES BLANCO
Pasado el bienio de su mandato su popularidad crece enormemente. En el terreno político pisa firme, pero los antiguzmancistas hacen mella en todo el país. Los “periodiquitos” pululan por doquier, en estos “periodiquitos”, sagaces opositores publican artículos para mostrar las enormes fallas de la gerencia nacional. Uno de los de mayor resonancia de la época es el “Yunque”.  Obviamente, el descontento popular se extiende y en Crespo se enquista la idea de alcanzar el poder. El “Ilustre Americano” en su afán de perpetuarse, utiliza como única estrategia dejar encargados; personas que lo secunden mientras él mantiene su estadía en Francia. La estrategia de gobernar por medio de cartas y mensajeros no le funciona por mucho tiempo.  
En 1888 las políticas antiguzmancistas que propicia Juan Pablo Rojas Paúl, hace que Crespo viaje a la isla de Trinidad. Desde allá encabeza una invasión pero falla y con sus seguidores, es arrestado a bordo de la goleta Ana Jacinta, el 2 de diciembre de 1888 y trasladado a la Rotunda. Al salir de prisión, huye del país para volver en 1890 y en ese mismo año es elegido senador por el estado Guárico (1890 – 1892). Desde su hato, el hato el Totumo se alza en armas. Como toda revolución armada hay saldos de muertos, hay dolor y lamentos, según Manuel Landaeta Rosales, un investigador de estos enfrentamientos, afirma que, de 150 hechos violentos hubo más de 2.600 heridos y 4.500 muertos. Antes de alzarse tuvo que esperar pacientemente la señal necesaria, la que lo llevaría a levantarse en armas. La señal es la  carta del general Ayala, en dicha carta venía la siguiente contraseña: “Ejecute el plan Maracay” y se da inicio a una nueva Revolución, una que será “legalistas vs continuistas” y por ende “El Héroe del Deber Cumplido” para diferenciarse de Andueza Palacio (su adversario) y del partido liberar amarillo, abandona la bandera que lo cobijó por mucho tiempo. . . Ahora, el nuevo color es blanco, color que es ondeado a su llegada a Caracas por su caravana de guerrilleros, como señal del triunfo legalista el 6 de octubre de 1892.
“Bajo la dirección de Crespo, la insurgencia adopta el nombre de “Revolución Legalista”, ya que su objetivo declarado es el restablecimiento de la “legalidad constitucional” y logra, de hecho, una fusión entre liberales amarillos y conservadores “azules” que se evidencia en el uso por parte de los revolucionarios de la bandera blanca, símbolo de la unión, en oposición al pabellón amarillo enarbolado por las tropas del gobierno” (1988, III, p 401)

FRAUDE ELECTORAL CIERRA EL SIGLO
La chispa que produce el incendio es el fraude electoral que sufre  José Manuel Hernández, candidato carismático y de enorme popularidad. Le llamaban afectuosamente (El Mocho), pues carecía de dos dedos de su mano derecha, dedos que perdió en el combate de “Los Lirios” cerca de Paracoto, cuando tenía 17 años de edad. A esa edad Hernández pertenecía a las fuerzas del ejército azul y combatió contra el régimen guzmancista. Eran cinco los candidatos para las elecciones del 1 de septiembre de 1897 y esto despertaba el júbilo de la población. Cinco candidatos era algo sin precedentes, cada uno defendía lo propio. Estaba el General Ignacio Andrade quien fue elegido por Crespo para ser sucesor de su causa, el famoso Mocho, quien por medio de su capacidad persuasiva logró hacerse de un nuevo partido ─ el Liberal Nacionalista ─, él en su estadía en los Estados Unidos, aprendió la forma de hacer campaña electoral y por ende tenía un montón de adeptos que sin duda, lo harían vencedor en las elecciones. También aspiraba al poder el expresidente Juan Pablo Rojas Paúl, el general y escritor Tosta García  y Pedro Arismendi Brito, quien era el candidato del Partido Popular. Estas elecciones representaban para los venezolanos una esperanza, de pronto, la población venezolana creyó en la democracia, creyó que para alcanzar la presidencia sólo era necesario el voto y no las balas. Erróneamente creyeron esto pues en estas elecciones se gestó un enorme fraude. El Mocho Hernández sólo recibe unos 2.000 votos y el candidato de Crespo, (Andrade), 406.610 y esto es una cifra desorbitante pues el grueso de la población no apreciaba al candidato que fue proclamado ganador.
“El 1ero de septiembre de 1897 se celebran las elecciones. Crespo hizo imprimir su voto en cartulina amarilla, destacando en el texto la nacionalidad del candidato: “Voto por el venezolano general Ignacio Andrade”. Grupos de gente armada por el gobierno y que ostentaban divisas amarillas ocuparon desde la noche anterior al día de las elecciones los lugares en donde se debía celebrar la votación a fin de impedir que los electores nacionalistas se acercaran a las urnas. La suma de los votos otorgó al general Andrade la condición de candidato vencedor. Fue un trágico  simulacro electoral que tuvo como respuesta inmediata la guerra civil; la solución armada de siempre”. (2005-2006, II, p 107)

UNA NUEVA GUERRA CIVIL
El fraude electoral hace que el Mocho Hernández de a conocer la Proclama de Queipa el 2 de marzo de 1898, en una finca del estado Carabobo ─ finca de Don Evaristo Lima. Desde allí muestra la indignación que siente en contra de los ultrajadores de la República (Andrade y Crespo). Esto origina que muchos generales se unan a favor de la causa mochista y es el tinaquero Luís Loreto Lima (alias lanza libre) uno de los generales más representativos; también hay que hacer énfasis en los hermanos Barreto, hombres de armas tomar, quienes dieron a Joaquín Crespo, enormes dolores de cabeza.
“El grito de Queipa causó conmoción en todo el país, empezando por la región de Carabobo y Cojedes, donde el “mochismo” tenía más amigos y Crespo más enemigos” (2011, p 20).
Los pasos de Hernández los realizó en las tierras de Cojedes y Portuguesa. En estos pasos, los generales cojedeños atacan fuertemente las tropas del gobierno. El ejército nacionalista no es muy numeroso, a penas cuenta con 300 jinetes y 400 infantes,  pero tienen la disponibilidad de guerrear  con los batallones crespistas. Por primera vez en la historia republicana de nuestro país, un partido político, el Liberal Nacionalista, se vuelve una seria amenaza contra la hegemonía de 40 años del Liberalismo Amarillo.
“Joaquín Crespo como Jefe de la Primera Circunscripción Militar tiene la responsabilidad de enfrentarse a la rebelión nacionalista. Y como desde hace días viene preocupado, y muchas veces alarmado, por la forma como Andrade organiza el nuevo gobierno, decide abandonar Caracas y marchar al campo de las operaciones militares seguro de que vencerá a Hernández y podrá regresar todopoderoso y sin rival, a imponer condiciones al Presidente Andrade” (S/f, p 177)
Pasaron sólo nueve días de la Proclama de Queipa y ya Crespo se encontraba en Tocuyito en su marcha hacia Cojedes. Está iracundo y tilda a Andrade de débil, de inepto. Para el 14 de abril acampa en Sabana de Arce, el 15 continúa la persecución de los rebeldes, una persecución que parecía nunca acabar, pero los informes de sus oficiales dan a conocer que las fuerzas mochistas están atrincheradas en La Mata Carmelera, en el Hato Carmelero y el 16 de abril en Cojedes, en el municipio Anzoátegui para ser más específico, queda grabada con tinta indeleble la batalla que da fin al “Último caudillo de la centuria”.
“Entre el grupo que defendía las fuerzas del Gobierno se hallaban los Generales Joaquín Crespo, Isidoro Wiedemann, Atilano Viscarrondo y el Coronel José Rafael Núñez, el General Lorenzo Arana, el Coronel Elías Maduro, el Coronel Rafael Carbaño, Martín Muguerza y  Donato Rivero.
De parte de las fuerzas de Hernández se hallaba el famoso guerrillero Luis Loreto Lima, quien las comandaba, los oficiales Froilán, Salvador, Manuel y Teodoro Barreto, además de Evaristo Lima “los hombres de mayor prestigio en la llanura cojedeña”; también Pedro Pérez Delgado, apodado “Maisanta”, Gregorio Matute, Samuel Acosta, Rafael Arteaga, Valentín Pérez y el italiano Antonio Vita y su hermano, quienes vivían en Nirgua y demostraron ser apasionados partidarios del Mocho Hernández, tanto que, siendo ricos comerciantes extranjeros no dudaron en sumarse a la Revolución Nacionalista” (1995, p, 40)
El 16 de abril de 1898 sucede lo inevitable, se dan las condiciones para combatir, ya no hay vuelta atrás. Ambos bandos se ubican a trescientos metros de distancia aproximadamente. La infantería Nacionalista de Loreto Lima, lanza en ristre. La caballería escondida en el barranco del caño Chaguango  y los francotiradores encaramados en los guamales con fúsiles Winchester. El batallón del General Joaquín Crespo cubierto y alineado, presto a batirse en el campo de batalla. . . A eso de las siete de la mañana el “Caudillo de Parapara” apreciando al enemigo dice con alegría: “Aquí pelearemos duro” el humo de pólvora comunicaba en él un valor imprudente, pero a los pocos minutos de aquella mañana, una bala calibre 45, perfora el pecho del gran caudillo, mostrando una vez más que los Goliat pueden caer.
No se debe minimizar a un adversario. El Doctor José Antonio Borjas en una conversación que tuvimos me comentó que leyó esto alguna vez, aunque no recuerda la fuente: “Crespo muere por subestimar a su adversario, él pensaba que los pata en el suelo del Mocho Hernández no tenían fusiles de largo alcance, pensó que estaba a una distancia prudente y que no lo alcanzaría ninguna bala” ─ sea correcta o no, esta aseveración ─ en nada cambia que a tempranas horas de la mañana, a eso de las ocho, muere en campaña el gran caudillo.
“Existen dos posibles autores del disparo que mató al Gral. Crespo. Uno, el que se basa en el testimonio del Gral. Alfredo Franco y afirma que fue un soldado de nombre Jesús Jaramillo. Esta versión es recogida por el doctor José Antonio Giacopini Zárraga y apoyada por el doctor Germán Fleitas Nuñez”.
El Dr. Giacopini Zárraga, afirmó en una conversación el viernes 19 de septiembre de 1997, que las fuerzas del Mocho Hernández comandadas por Luis Loreto Lima, habían escogido seis de los mejores tiradores, los cuales fueron ubicados en las copas de los árboles, entre los que se hallaban Jesús Jaramillo  y Antonio Vita. Bajo los árboles tenían tinajas con agua, con la intención de distraer la visión de los enemigos.
Allí llegó el Gral. Alfredo Franco a beber agua, cuando baja Jesús Jaramillo y le dijo “parece que he matado un jefe”.
La otra versión es recogida por el doctor José Antonio de Armas Chity del señor Pánfilo Cedeño, quien afirmó que Manuel Tortolero, que acompañó a Crespo en la Batalla de Mata Carmelera, contó que lo había matado un francotirador de nombre Antonio Vita” (1997, p, 14)
Al morir “El Taita”, los soldados se desmoralizan y ya no tienen timón, no saben que hacer. De haber aprovechado esta oportunidad Loreto Lima, hubiese destrozado al enemigo, no cabe la menor duda y con respecto a la muerte de Crespo he de destacar que fue instantánea. En una hamaca, bajo fuego enemigo lo sacan del campo de batalla y se dirigen a Acarigua. En Acarigua ya a salvo del fuego “mochista” le realizan a una autopsia para saber las causas del deceso. El médico Julio de Armas Mirabal, concluye lo siguiente:
“Órganos interesados y trayectoria del proyectil: penetra por el segundo espacio intercostal izquierdo, sigue en sedal, de adelante a atrás, de arriba abajo, del pecho a la base del tórax. Atraviesa la arteria pulmonar; cúpula de la aurícula izquierda, lóbulo medio del pulmón derecho, borde y parénquima del lóbulo superior del hígado, para salir destrozando en herida anfractuosa, las tres últimas falsas costillas derechas en su sector medio, desgarrando músculos y piel. Gran hemorragia por los órganos interesados y destrozados. Diagnóstico: muerte súbita por herida de proyectil de arma de guerra. Sangramiento masivo.” (2009, p, 64)
Luego de la autopsia, el general Manuel Modesto Gallegos tiene la misión de evitar que una guerrilla nacionalista asalte la comitiva fúnebre que tiene por misión llevar al “Tigre de Santa Inés” a Caracas. El cuerpo es embalsamado con sal, para que se conserve en el largo viaje. El séquito de soldados al llegar a la Capital, entrega a Jacinta Parejo, (Misia Jacinta), el cadáver de su esposo, para que se hiciera a cargo del funeral y lo enterrara en el Cementerio General del Sur. Misia Jacinta escribe una conmovedora carta al Presidente Constitucional de Venezuela pues su Joaquín ─ como ella lo llamaba ─ no quería ser enterrado en el Panteón Nacional. El no quería ser enterrado allí. Así pues, conforme a su voluntad, fue sepultado el 24 de abril de 1898 en el Cementerio General del Sur.
“El mismo Andrade cuenta que una tarde, ya electo Presidente fue invitado por Crespo a un paseo a caballo. Lo fue llevando hasta el Cementerio General del Sur y allí, fue al mausoleo de la familia, lo hizo jurar que si moría en campaña, sería enterrado con los suyos y jamás en el Panteón Nacional” (1997, p, 14)

LOS RESCOLDOS DE LA HISTORIA
Los rescoldos de la historia nos dejan señales para comprendernos. Hace 114 años, muere en cojedito el último de los caudillos llaneros y esto hace posible que los andinos logren gobernar nuestra nación por largo tiempo, esto hace posible el surgimiento de una nueva hegemonía. La Mata Carmelera se nos muestra incitante, se nos muestra con un dejo de desconcierto, se nos muestra como esa herencia que no debemos desdeñar. Ir al lugar donde se gestó la batalla es no confundir el mapa con el terreno. Recorrerlo es una forma de hacer contacto con un pasado que nos conduce por unos hilos que concatenan cada uno de nuestros actos.
La Batalla de “Mata del Carmelero”, fue un hecho que cambio la historia del país, si Crespo no muere en esta lucha absurda por una bala disparada desde las copas de los árboles, no hubiese habido “Revolución Restauradora” y Castro jamás hubiese pasado de San Cristóbal” (1993, s/p)
Su muerte abre paso a los andinos: Castro, Gómez, López Contreras, Medina Angarita, Pérez Jiménez. Abre paso a una nueva Venezuela, una que a principios del siglo XX deja de ser agrícola y se vuelve petrolera. Ya nada es igual. Contingentes vienen, contingentes van, en una cadena que no se romperá jamás siempre y cuando exista un reemplazo. En la Mata Carmelera ha pasado el fuego, el humo, pero nunca ha de pasar esa huella que nos marca.  Somos el producto de los que fueron y por bien o por mal ─ seremos la materia prima de los que serán.  

BIBLIOGRAFÍA
Agüero, Argenis. Dolor y Amor en la viuda del general Crespo. Las Noticias de Cojedes, lunes, 18 de agosto de 1997.
Borjas, José. Momentos estelares que cambiaron la historia. General Joaquín.  Crespo (II). Las Noticias de Cojedes, domingo, 28 de febrero de 1993.
Botello, Oldman. Tierra Nuestra: 1498 – 2009. Fundación Venezuela Positiva. Caracas - Venezuela, 2009.
Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Caracas – Venezuela, 1988.
García, William. “Cuando yo coja ese mocho, los Barreto beberán más leche si jincan un matapalo”. La Opinión, sábado, 12 de marzo de 2011.
González, Armando. De Queipa a la Mata Carmelera (Joaquín Crespo contra los lanceros de Loreto Lima). Fondo Editorial Tiriguá del Instituto de Cultura del Estado Cojedes ICEC, 1995.
González, Armando. Anécdotas, Dudas e Incógnitas sobre la vida y la Muerte del General Crespo (I). Nuestra Historia. Las Noticias de Cojedes, lunes, 06 de octubre de 1997.
González, Armando. Anécdotas, Dudas e Incógnitas sobre la vida y la Muerte del General Crespo (II). Nuestra Historia. Las Noticias de Cojedes, lunes, 13 de octubre de 1997.
Rostro y Personajes de Venezuela. Joaquín Crespo. Editorial El Nacional. 
Velásquez, Ramón. La caída del liberalismo amarillo. Tiempo y drama de Antonio Paredes.
Velásquez, Ramón. Joaquín Crespo. Biblioteca Biográfica Venezolana. Caracas – Venezuela, 2005 – 2006.


Francisco Aguiar. Escritor venezolano (San Carlos, Cojedes, 1985). Licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ-VIPI). Cursó en 2014 el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT). La revista Memoralia publicó en 2015 su monólogo La Alcantarilla. En 2018 participó en el XXII Festival Internacional de Poesía Cartagena de Indias (FIPCA). La OIM – Colombia publicó uno de sus poemas, a mediados de 2019, en la antología que se titula Pido la palabra. Ha publicado entrevistas, artículos y notas en revistas, periódicos y blogs. Autor del libro El cuento más largo.