(Nota: Obra tomada de El Llano en voces: Antología de la narrativa fantasmal cojedeña y de otras soledades, publicada por la UNELLEZ-San Carlos, Cojedes. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno, 2007)
El Llano es leyenda, horizonte, camino de andar y venir con los espantos. Es un mundo lleno de supersticiones, de encantos, fantasmas, abismos y misterios que sólo el llanero conoce y tiene además los elementos para los imprescindibles conjuros. Un hombre de viajes por la llanura, Orlando Araujo (1985) nos dejó escrito en las sabanas del llano literario que éste era inmensidad, soledad de aguas, espejismo, distancia y lejanía. El Llano es referencia mítica, presencia “irreal tal vez, pero que se siente aún vivo en su música y su poesía, en la visión de mundo y de vida.”(Febres Rodríguez, 1995; 10). Esta realidad nos lleva a realizar algunas conjeturas sobre lo fantástico en las creaciones literarias, es decir, la otredad. Para María Luisa Rosemblat (1997) lo fantástico se manifiesta en los discursos de la literatura, no en esos eventos extraordinarios, sino en la manifestación de otros fenómenos que revelan ese otro orden oculto y misterioso. Con lo fantasmal se alude a lo extraño, a otra lógica, es una realidad que “emerge de la realidad asimbólica, con su naturaleza imprevisible y no codificada, sobre el mundo de símbolos” (Yurman, 2000; 12 que seguramente comparte un gran número de personas.
Lo fantástico en el relato se encuentra en esa multiplicidad de voces de lo alterno. Víctor Bravo (1986) refiere que desde Julio Garmendia (en 1927 se publica su libro La tienda de Muñecos, volumen donde se encuentra su famoso texto El Cuento Ficticio) se viene desarrollando una “estética de lo fantástico”; aunque Sandoval (2000) asegura que desde 1841, los venezolanos escriben cuentos donde esta temática es abordada. Pero planteada no por la imagen, lo figural, sino por el discurso mismo de la ficción. Allí lo fenomenal radica en la escritura, ya que el afuera de lo real es el adentro de lo fantasmal.
En esta investigación lo fantasmal está en la sombra que viene del espectro como corporeidad; esa figura o “aparición inmaterial” que nos asoma Mercedes Franco (2001; 52) en su Diccionario de Fantasmas, Misterios y Leyendas de Venezuela. Es por eso que en el llano (Silva, 2003) las sombras buscan su cuerpo. Dice Cortázar (1997;.382) que uno de los más ardientes deseos de un fantasma es “recobrar por lo menos un asomo de corporeidad”. Lo fantasmal se encuentra en esa sombra que es complemento del hombre o de otros seres. No debemos olvidar que lo bestiario, imágenes teriomorfas presentes en la narrativa espectral llanera, está sólidamente instalado “tanto en el lenguaje, en la mentalidad colectiva, como en el sueño “ (Montiel Acosta, 1995). Plantea Rank (1976) que la sombra es el coequivalente del alma humana. Los fantasmas son sombras en sí mismos. Aquello que carece de sombra, lo fantasmal asume su figura. Es eso tan cierto que en dos islas situadas en el Ecuador, sus habitantes “nunca salen de sus casas al mediodía, porque en esa ubicación su sombra desaparece y temen perder el alma junto a ella” (Rank, 1976; 91).
Para Franco (2002; 9) en los escenarios del Llano, lo fantástico está en “las manos impalpables de la brisa, en el halo rojo de la luna, en la infinitud del paisaje y se hace sombra errante, costumbre inveterada”. Cada “relato que se deja oír en la sabana, es el eco de otros relatos que van bien lejos en el infinito; pero que todavía nos llegan como espejismo” (Moreno y Medina, 2003; 455).
El texto fantasmal es una formidable ruptura, una transgresión al estructura lógica del discurso. La otredad es lo nictomorfo, lo otro sombrío y tenebroso, es decir, la alteridad. Ésta tiene un vínculo con lo siniestro. La otredad (Castañeda, 1998) es una dimensión del Uno, es un internarse en nosotros mismos, es como su presencia nos “deshabita: nos hace salir de nosotros para unirnos con ella; su ausencia nos habita: al buscarla por los interminables espejos de la ausencia, penetramos en nosotros mismos" (Ibíd., 3).
El núcleo de la narraciones fantasmales “reside en un instante de incertidumbre que debe ser común tanto a personajes como al lector” (Bravo, 1993; 114). La alteridad, según Cragnolini (2004) es “presencia” de la otredad en la mismidad como opacidad que no puede ser nunca reducida a la propia mismidad, es decir, todo aquello que es una verdad, al menos para los sentidos, tiene su sombra irreal, irresoluta. Sin duda, el ámbito diegético en el que se desarrollan los relatos o cuentos fantasmales tiene el signo de la alteridad.
No obstante, en el Llano, a decir de José León Tapia (2003; 27), queda “la nostalgia, el recuerdo, queda la música, queda ese cuento que pasa de padre a hijo para que no se lo lleve el olvido”. El llano es una mirada de sabana, una copla, una lejana sombra que camina y se nos pone como en el alma. El llano también es literatura, es oralidad, es encuentro en puertas y patios, es escritura del asombro. Por todo eso, el llano necesita que lo entendamos.
Partimos de un axioma inexplicable: la literatura es reivindicación de la realidad. Lo narrado no ha de ser más que un simulacro. ¿Qué es lo que existe: lo dado como realidad o lo encontrado con la mirada desde lo otro o lo buscado con el espíritu de otredad? Todavía podemos agregar las interrogantes de Guillermo Martínez Rubio (1998; 5): “¿de qué depende, entonces, la credidibilidad del cuento?: ¿de lo que se cuenta?, ¿del reconocimiento como creíbles del espacio y del tiempo en los que sucede el hecho contado?, ¿de la credulidad del lector?” O tal de todos estos supuestos interrelacionados. Jorge Luis Borges (1980), en su relato Emma Zunz, asegura que la irrealidad es un atributo de lo infernal. Todos los aparecidos y fantasmas que desandan por los palmares del llano no son muy amigables que se diga. Son espectros, cosas del maligno como dicen los viejos.
Si lo real es “lo dado”, el sucederse, lo fortuito, entonces lo enigmático y el azar no dejan de tener significación. Ningún misterio debe sometérsele a la rigurosidad de una auscultación científica, porque esta intención por muy aderezada tecnológicamente que se presuma, no tendrá éxito alguno. Las figuras del espectro deben dejárseles en esa condición, tratar de desmenuzarlas es andarse buscando lo que no se nos ha perdido. Lo fantástico correlaciona la existencia de otra realidad: lo real. Entonces, lo ficticio y lo imaginario devienen, siempre en transfiguraciones de lo real o en un “continuo misterio a descubrir”. Lo real tiende siempre a ser dado aquí como un supuesto más. Nada existe sin lo inasible. Lo literario es un pretexto para mostrar lo otro, ese íntimo rostro que nunca hemos visto. Hay espantos que son una suerte de celaje, como el Silbón. Esa sombra de huesos larga, espeluznante, gigantesca que recorre los parajes del llano venezolano, llevada a la literatura por Dámaso Delgado (1998).
Con este último autor y la compilación de textos orales de esta antología, se plantea el interesante caso de la oralidad en cuanto a su vigencia dentro del sistema cultural del llanero y sus vinculaciones con el texto escrito y oral. Almoina de Carrera (2000; 4) señala: la literatura oral “respondía –y responde- a un canon estético; es decir, que había -y hay- una preceptiva no escrita”; e igualmente tradicional, cuyo análisis debe considerar sus formas expresivas como verdadera literatura, no sólo como un precedente anecdótico de un remoto pasado. De hecho “ya no se discute en la actualidad que la oralidad es un sistema anterior a la escrituralidad” (Ibíd.). Lo más importante en relación a la investigación literaria es que; “el estudio de la literatura oral se plantea en la actualidad como una problemática formulada en una perspectiva contemporánea”. Es una oralidad ficticia (Ostria González, 2001; 76) donde se reproducen ficciones o formas que no son exactamente expresiones orales sino representaciones o figuras de la oralidad como hecho ficcional. Aclaratorias que excluyen innumerables referencias bibliográficas y discusiones hoy superadas.
En primer término, al decir un estado, entendemos que la realidad es una infinitud, un abismo insondable; al menos una entidad de lo posible. Para Jorge Luis Borges (1985), toda realidad se “disuelve ante la presencia de un infinito”. Por otra parte, tenemos que el lenguaje, y aquí aludimos a lo del referente, es un elemento creador o fuente ilimitable de realidades. Con el lenguaje se confeccionan los enunciados de la ficcionalidad o de lo imaginado.
En concordancia a todo esto, José Balza (1988; 25) reseña tajantemente que una “de las necesidades para la ficción, allá en sus remotos orígenes milenarios, fue el deseo de cubrir la realidad”. Así el mandato de todo texto literario será el de ser “ficticio”, es decir, encubrir un segmento de lo que existe, entonces develará otra realidad, otra existencia, otra partícula extraña, ciertamente; pero, propia de esa gran significación que es el universo; apostará por la alteridad.
Lo fantástico es una condición literaria que contraviene el modelo de la realidad. Esto puede ser atestiguado por la presencia en el llano de Otro enlace relacionado
LEYENDAS DEL LLANO
http://letrasllaneras.blogspot.com/p/leyendas-del-llano.html
Hoy mi querido y siempre bién ponderado amigo y dilecto poeta llanero y Cojedeño para más señas, Isaias, en mi programa radial "A PARTIR DE ESTE MOMENTO", EN EL 1ER. SEGMENTO DE "RELATOS DEL CAMINO DE PIEDRA Y LEYENDAS URBANAS DE LA CIUDAD DE LAS PALMERAS", estaremos conversando sobre este trabajo tuyo tan extraordinario, con el Lic. Anderson Jaimes. Saludos cordiales desde la distancia excelente amigo...Poeta Eudes Alexander Moncada Colmenares.
ResponderEliminarEl llano es considerado como la cuna de los espantos, se conocen infinidades de cuentos y leyendas que han quedado como legado para las generaciones futuras, dichosos los que vivimos en el llano y hemos experimentado y narrado estas historia, que no solo se cuentan en el llano sino que traspasan fronteras por toda Venezuela, gracias a las canciones llaneras que han fluido como parte de la cultura llanera. Yusleidy Guevara (Apartadero Cojedes)
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