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viernes, 16 de marzo de 2012

Misterios y fantasmas Clásicos de la Llanura (Isaías Medina López y Duglas Moreno)

 (Nota: Obra tomada de El Llano en voces: Antología de la narrativa fantasmal cojedeña y de otras soledades, publicada por la UNELLEZ-San Carlos, Cojedes. Compilación de Isaías Medina López y Duglas Moreno, 2007)

     El Llano es leyenda, horizonte, camino de andar  y venir con los espantos.  Es un mundo lleno de supersticiones, de encantos, fantasmas, abismos y misterios que sólo el llanero conoce y tiene además los elementos  para los imprescindibles conjuros.  Un hombre de viajes por la llanura, Orlando Araujo (1985) nos dejó escrito en  las sabanas del llano literario  que  éste era inmensidad, soledad de aguas, espejismo, distancia y lejanía.  El Llano es referencia mítica, presencia “irreal tal vez, pero que se siente aún vivo en su música y su poesía, en la visión de mundo y de vida.”(Febres Rodríguez, 1995; 10).  Esta realidad nos lleva a realizar algunas conjeturas sobre lo fantástico en las creaciones literarias, es decir, la otredad.  Para María Luisa Rosemblat (1997) lo fantástico se manifiesta en los discursos  de la literatura, no en  esos  eventos extraordinarios, sino  en la manifestación  de otros fenómenos  que revelan ese otro orden oculto y misterioso.  Con lo fantasmal se alude a lo extraño, a otra lógica, es una realidad que “emerge de la realidad asimbólica, con su  naturaleza  imprevisible y  no codificada, sobre  el  mundo de símbolos” (Yurman, 2000; 12 que seguramente comparte un gran número de personas.
     Lo fantástico en el relato se encuentra en  esa multiplicidad de voces de lo alterno. Víctor Bravo (1986) refiere que desde Julio Garmendia (en 1927 se publica su libro La tienda de Muñecos, volumen donde se encuentra su famoso texto El Cuento Ficticio) se viene desarrollando una “estética de lo fantástico”; aunque Sandoval (2000) asegura que desde 1841,  los venezolanos escriben cuentos donde esta temática es abordada.  Pero planteada no por la imagen, lo figural, sino por el discurso mismo de la ficción. Allí lo fenomenal radica en la escritura, ya que el afuera de lo real es el adentro de lo fantasmal.
     En esta investigación lo fantasmal está en la sombra que viene del espectro como corporeidad; esa figura  o “aparición inmaterial”  que nos asoma Mercedes Franco (2001;  52) en su Diccionario de Fantasmas, Misterios y Leyendas de Venezuela.  Es por eso que en el llano (Silva,  2003) las sombras buscan su cuerpo. Dice Cortázar (1997;.382) que uno de los más ardientes deseos de un fantasma es “recobrar por lo menos un asomo de corporeidad”. Lo fantasmal se encuentra en esa sombra que es complemento del hombre o de otros seres.  No debemos  olvidar que lo bestiario, imágenes teriomorfas presentes  en la narrativa espectral llanera,  está sólidamente instalado “tanto en el lenguaje, en la mentalidad colectiva, como en  el sueño “ (Montiel Acosta, 1995).   Plantea Rank (1976) que la sombra es el coequivalente del alma humana.  Los fantasmas son sombras en sí mismos. Aquello que carece de sombra,  lo fantasmal asume su figura.  Es eso tan cierto que en dos islas situadas en el Ecuador,  sus habitantes “nunca salen de sus casas al mediodía, porque en esa ubicación su sombra desaparece y temen perder el alma junto a ella” (Rank, 1976;  91).
     Para Franco (2002; 9) en los escenarios del Llano,  lo fantástico está en “las manos impalpables de la brisa, en el halo rojo de la luna, en la infinitud del paisaje y se hace sombra errante, costumbre inveterada”.  Cada “relato  que  se  deja  oír  en  la  sabana, es  el   eco  de  otros relatos que   van  bien  lejos  en  el  infinito; pero  que  todavía  nos  llegan  como  espejismo” (Moreno y Medina, 2003; 455).
    
     El texto fantasmal es una  formidable ruptura, una transgresión  al estructura lógica del discurso.  La  otredad  es  lo nictomorfo, lo otro sombrío y tenebroso, es decir,  la alteridad. Ésta  tiene un  vínculo con lo siniestro. La otredad (Castañeda, 1998) es una dimensión del Uno, es un  internarse en nosotros mismos, es como su presencia nos “deshabita: nos hace salir de nosotros para unirnos con ella; su ausencia nos habita: al buscarla por los interminables espejos de la ausencia, penetramos en nosotros mismos" (Ibíd., 3).
      El núcleo de la narraciones fantasmales “reside en un instante de incertidumbre que debe ser común  tanto a personajes como al lector” (Bravo, 1993; 114). La alteridad, según  Cragnolini (2004) es “presencia” de la otredad en la mismidad como opacidad que no puede ser nunca reducida a la propia mismidad, es decir,  todo aquello que es una verdad,  al menos para los sentidos,   tiene su sombra irreal, irresoluta.  Sin duda, el ámbito diegético en el que se desarrollan los relatos o cuentos fantasmales tiene el signo de la alteridad.
     No obstante,  en el Llano, a decir de José León Tapia (2003; 27), queda “la nostalgia, el recuerdo, queda la música, queda ese cuento que  pasa de padre a hijo para que no se lo lleve el olvido”. El llano es una mirada de sabana, una copla,  una  lejana sombra que camina y se nos pone  como en el alma. El llano también es literatura, es oralidad,  es encuentro en puertas y patios, es  escritura del asombro. Por todo eso, el llano necesita que lo entendamos.
     Partimos de un axioma inexplicable: la literatura es reivindicación de la realidad.  Lo narrado no ha de ser más que un simulacro.  ¿Qué es lo que existe: lo dado como realidad o lo  encontrado con la mirada desde lo otro o lo buscado con el espíritu de otredad?  Todavía podemos agregar las  interrogantes de Guillermo Martínez Rubio (1998; 5): “¿de qué depende, entonces, la credidibilidad del cuento?: ¿de lo que se cuenta?, ¿del reconocimiento como creíbles del espacio y del tiempo en los que sucede el hecho contado?, ¿de la credulidad del lector?” O tal de todos estos supuestos interrelacionados.  Jorge Luis Borges (1980), en su relato Emma Zunz, asegura que la irrealidad es un atributo de lo  infernal.  Todos los aparecidos y fantasmas que desandan por los palmares del llano no son muy amigables que se diga.  Son espectros, cosas del maligno como dicen los viejos.
     Si lo real es lo dado”,  el sucederse, lo fortuito, entonces lo enigmático  y  el azar no dejan de tener significación.  Ningún misterio debe sometérsele  a la rigurosidad de una auscultación científica, porque esta intención por muy aderezada tecnológicamente que se presuma, no tendrá éxito alguno.  Las figuras del espectro deben dejárseles  en esa condición, tratar de desmenuzarlas es andarse buscando lo que no se nos ha perdido. Lo fantástico correlaciona la existencia de otra realidad: lo real.  Entonces, lo ficticio y lo imaginario devienen, siempre en transfiguraciones de lo real o en un continuo misterio a descubrir.  Lo real tiende siempre a ser dado aquí como un supuesto más.  Nada existe sin lo inasible.  Lo literario es un pretexto para  mostrar lo otro,  ese íntimo rostro que nunca hemos visto.  Hay espantos que son una suerte de celaje, como el Silbón.  Esa sombra de huesos larga, espeluznante, gigantesca que recorre los parajes del llano venezolano, llevada a la literatura por Dámaso  Delgado (1998).
     Con este último autor y la compilación de textos orales de esta antología, se plantea el interesante caso de la  oralidad  en cuanto a su  vigencia dentro del sistema cultural del llanero y sus vinculaciones con  el texto escrito y oral.  Almoina de Carrera (2000; 4) señala: la literatura oral “respondía –y responde- a un canon estético; es decir, que había  -y hay-  una preceptiva no escrita”; e igualmente tradicional, cuyo análisis debe considerar sus formas expresivas como verdadera literatura, no sólo como un precedente anecdótico de un remoto pasado. De hecho “ya no se discute en la actualidad que la oralidad es un sistema anterior a la escrituralidad” (Ibíd.). Lo más importante en relación a la investigación literaria es que; “el estudio de la literatura oral se plantea en la actualidad como una problemática formulada en una perspectiva contemporánea”. Es una oralidad ficticia (Ostria González, 2001; 76) donde se reproducen ficciones o formas que no son exactamente expresiones orales sino representaciones o figuras de la oralidad como hecho ficcional. Aclaratorias que excluyen innumerables referencias bibliográficas y discusiones hoy superadas.
     En primer término,  al decir un estado, entendemos que la realidad es una infinitud, un abismo insondable; al menos una entidad de lo posible.  Para  Jorge Luis Borges (1985), toda realidad  se  disuelve ante la presencia de un infinito.    Por  otra parte, tenemos que el lenguaje, y aquí aludimos a lo del referente, es un elemento creador o fuente ilimitable de realidades.  Con el lenguaje se confeccionan los enunciados de la ficcionalidad  o de lo  imaginado. 
     En concordancia a todo esto,  José Balza (1988; 25)  reseña tajantemente que una de las necesidades para la ficción, allá en sus remotos orígenes milenarios, fue el deseo de cubrir la realidad.  Así  el mandato de todo texto literario será el de ser ficticio,  es decir, encubrir un segmento de lo que existe, entonces develará otra realidad,  otra existencia, otra partícula extraña,  ciertamente; pero, propia de esa gran significación que es el universo; apostará por la alteridad.
     Lo fantástico es una condición literaria que contraviene el modelo de la realidad.  Esto puede ser atestiguado por la presencia en el llano de La Sayona, La Llorona, El Carretón y la Bola de Fuego. La obra literaria es una ficción ineluctablemente irreal  que establece de  manera inexorable, un margen, un espacio entre lo imaginado y los hechos reales, donde se genera.  Sugiere un distanciamiento entre aquellos que le sirven de referencia contextual y los que soportan el hecho literario.  La noción de lo ficcional nos lleva a considerar a la obra literaria como una suerte de metáforas epistemológicas, en tanto que sugieren interpretaciones alternativas de la realidad  o lenguaje de engramado significativos  o significancias; donde lo fantástico –dentro de la narración y lo narrado- es sólo un paso de ciénaga, una vía de mucho suspenso y con miles de  sorpresas al acecho.  Si el llano ha sido espacio prolijo para los espantos, igualmente ha parido los hombres dignos de enfrentar a  estas sombras de la otredad.

Otro enlace relacionado
LEYENDAS DEL LLANO
http://letrasllaneras.blogspot.com/p/leyendas-del-llano.html

2 comentarios:

  1. Hoy mi querido y siempre bién ponderado amigo y dilecto poeta llanero y Cojedeño para más señas, Isaias, en mi programa radial "A PARTIR DE ESTE MOMENTO", EN EL 1ER. SEGMENTO DE "RELATOS DEL CAMINO DE PIEDRA Y LEYENDAS URBANAS DE LA CIUDAD DE LAS PALMERAS", estaremos conversando sobre este trabajo tuyo tan extraordinario, con el Lic. Anderson Jaimes. Saludos cordiales desde la distancia excelente amigo...Poeta Eudes Alexander Moncada Colmenares.

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  2. El llano es considerado como la cuna de los espantos, se conocen infinidades de cuentos y leyendas que han quedado como legado para las generaciones futuras, dichosos los que vivimos en el llano y hemos experimentado y narrado estas historia, que no solo se cuentan en el llano sino que traspasan fronteras por toda Venezuela, gracias a las canciones llaneras que han fluido como parte de la cultura llanera. Yusleidy Guevara (Apartadero Cojedes)

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