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jueves, 13 de agosto de 2020

Cultura Unellez-VIPI 30. Leyenda de Marco Aureliano y el Cantor Desconocido (Encarnación Rivero)

 

De sus dotes como cantor llanero presumía Marco Aureliano.

Imagen en el archivo de Ofelia Rodríguez Pérez



Yo le contaría un cuento. Lo que pasa es que es largo. Pero es’ pulío’… aunque esto no es cuento; es cuento porque yo  lo estoy contando… Yo estaba muy muchacho, y había unas fiesta por ahí en esos campos. Ahora se presentó que un señor de Puerto Palacio,  llamado Rogelio Ríos, se enamora de una muchacha de Barbacoa, y él le dijo que si conseguía casarse con esa muchacha, a los cantadores que fuesen –ahí papá y varios cantaban–les daba el gusto de que si querían beber guarapo de caña, o si querían comer pavo horneado o cochino, lo que fuera, él lo compraba. Se llegó el día que la muchacha dijo que sí. Se presenta el matrimonio. Llegaron todos los cantadores de estas regiones; y ahí iba mi papá. ¿Está escuchando, señor, el cuento? El, temprano, me acostó. Él se ocupaba de vender casabe y dulce y queso. El me acostaba y me dejaba los medios de casabe picados y las lochas de queso. ¡Imagínese  una locha de queso! Cuando eso, no había tanto ladrón como ahora.

Bueno, está un señor de aquí, de Zaraza. Usted sabe, pero ese era el cuento: que a ese señor lo llamaban Marco Aureliano, así se llamaba él, y él era de Zaraza y se robó unos reales. Lo llevaron preso para Calabozo, que era la capital. Después lo soltaron y se cansó el hombre, se vino pa’ donde llaman Guanipa, más acá de Palenque; allá se alzó una muchachita, lo volvieron a llevar. Lo soltaron y se fue a vivir para Barbacoa, donde nadie lo conocía. Ya había dejado transcurrir él muchos años; nadie conocía la historia. Ese era uno de los cantadores que estaban en la parranda.

Entonces este Marco Aureliano estaba triunfando. Fue el mejor cantador. Se llevó diecisietes cantadores, ande entraba mi papá.

Ya la última noche, como a la una de la madrugada, llaman a los cantadores y a los músicos a comer. Un hermano del músico cogió el arpa y se puso a puntearla. Se presentó un hombre en un burrito con un sombrero de esos que salían antes, que decían que eran de casabe, de pajita. Empezó el hombre, cogió los capachos y empezó a cantar. Don Marco Aureliano, viendo que el hombre está cantando sabroso y que el tiempo apremia, se apareció.

Ahí llega Don Marco Aureliano y le quitó los capachos y sale con aquello que dice:

¿Quién es este cantador

que canta aquí en poblado?

Parece- animal ajeno

que yo tenía amarrado.

 

Ahora le contesta el hombre, el hombrecito; le dice, amurrungaíto porque está  asustado:

Yo estoy cantando aquí, Don marco,

porque cantando llegué

y ahora quiero que me diga

cantando quién es usted.

 

Le contesta Don Marco como un fierón:

Yo soy Don Marco Aureliano,

relancino en el cantar,

el que arroja a los cantores

a lo profundo del mar.

 

El pobre hombre abrió los brazos y dice:

¡Aonde me acordaba yo

de Don Marco, el cantador!

El que lo tuvieron preso

por ladrón y forzador.

 

Ese hombre, cuando lo lastimaron sacándole la historia vieja, se quedó abismado. Hacía como cincuenta años de eso y se quedó así;  pero, como cantador de fama, de chispa le dice:

 

Negrito sombrero blanco,

alabancioso embustero,

serías tú aquel esclavo

y te robaste el dinero.

 

Le contesta el negro sin más concha:

Don Marco, si soy esclavo,

eso no es cuestión de usté,

usté que no me ha comprado

Porque no tiene con qué.

 

Sale Don Marco, que no hallaba qué hacer, sale con esa rabia y le dice:

Negrito sombrero blanco,

amí no me digas nada;

que me hace calentá

y te rompo las narices;

porque Don Marco Aureliano

sabe cumplí lo que dice.

 

Ahí le contestó el hombre sin más concha, arrinconao:

Don Marco, si usté lo intenta,

darme una bofetada,

se le cae la caña a pedazos,

porque soy cosa sagrada.

Ahí le quitaron el arpa, perdió el premio. Eran cien bolívares que había. Se lo dieron al hombre, después de estar tres días cantando. Se lo llevó el hombre del burro. Y así suceden las cosas.

Valle de La Pascua (estado Guárico), 1977.

 

(*)Textos tomados de: El  héroe en el relato oral venezolano, (1992), de Pilar Almoina de Carrera. Caracas: Monte Ávila Editores.


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