Segundo cuento finalista del certamen “Viaje alrededor
de la casa”, organizado por El Diario (Caracas, 2020).
8 de Marzo.
Hoy sale nuestro vuelo a Lescaies. Robinsón
cuidará a los perros. Todo pasó muy rápido. Cuando me ascendieron en el banco y
finalmente me hice accionista, Mayra y yo decidimos tomar unas vacaciones.
Pensamos en una fecha para sacudirnos el invierno del cuerpo, pero faltaba el
país. Preferiblemente con playas paradisíacas y tranquilas, sin el bullicio de
las de este lado del Mediterráneo. Pensamos destinos: Polinesia, Mauricio, Bali,
Seychelles, Maldivas… Finalmente Mayra propuso:
—¿Por qué no vamos a Lescaies?
—¿Lescaies? ¿Dónde queda?
—En el Caribe, gordo. Cerca de mi país.
He decidido complacerla: antes de mi ascenso,
ella tuvo una crisis nerviosa. Yo me consideraba un experto en geografía, pero
estaba indeciso y revisé la vieja enciclopedia que durante la infancia me
enamoró de los países:
Lescaies., estado insular del Mar Caribe,
constituido por el atolón del mismo nombre. Está ubicado a una distancia
equidistante de Puerto Rico y Venezuela. 48km2; 65.000 habitantes. Cap.
Northkey. El archipiélago está compuesto por un total de 60 islas que dan forma
a la laguna interior del atolón. ECONOMÍA: famoso por sus playas cristalinas,
atraen principalmente a turistas de altos ingresos. En el sur se puede bucear y
surfear. Industria pesquera incipiente. Molinos eólicos en altamar proveen de
electricidad al país. HISTORIA: cambió de manos constantemente; españoles,
franceses, holandeses y piratas ingleses pelearon por sus tierras, hasta que el
auge del imperio británico la convirtió en un nodo marítimo. Se independiza en
1960, convirtiéndose en la república más pequeña del continente americano.
El costo de un viajecito de dos semanas en
temporada baja: quince mil euros. Lo que llaman turismo de lujo. Pienso en los
días que vendrán: buceo submarino, bronceado tropical y daiquirís. Si somos
valientes, algo de surf.
9 de Marzo.
La estadía en la cabaña comienza el jueves,
pero decidimos tomarnos dos días para conocer Northkey, la capital. El taxi ha
recorrido la única carretera que conecta las cinco islas permanentemente
habitadas: divertido pensar que exista un país con apenas una carretera. Antes
de llegar a la capital el taxi bordea Newkey: la isla artificial está saturada
de edificios residenciales y hoteles de diez y quince plantas. Como me senté
del lado derecho del auto, he tenido que alzar la vista y moverme
constantemente para ver la laguna interior del atolón: su tono azul claro, más
pacífico que caribe, es lo que necesitábamos.
Más allá de la arquitectura del Historic
Town, casi holandesa, con extrañas casas de cinco plantas y techos a dos aguas,
no he encontrado emocionante el resto de la ciudad. Es un pueblo pequeño y
superpoblado: los edificios son pequeños y de varias plantas. En las afueras se
forman barrios de callejones oscuros en los cuales nunca entra el sol; sus
habitantes buscan ganar unos cuantos centímetros cuadrados y de alguna forma
construyen casas de plantas superiores más grandes que la planta baja.
10 de marzo
Hemos ido a otro arrabal para desayunar
pastelitos en Gallegos Alley, apodada Little Venezuela, por todos los
restaurantes y negocios de la comunidad venezolana en el país. Los pastelitos,
acompañados de salsas con base de mayonesa eran grasosos pero nos encantaron.
Hala, que me ha alegrado verla tan feliz y recordando su país. La Sra. Tania,
dueña del local, estaba contenta de ver a una venezolana como turista, algo
poco frecuente en esta minúscula república. Hablaron durante media hora hasta
que Mayra notó mi desasosiego y nos fuimos.
15 de Marzo.
Cuarto día en la cabaña. El viernes hemos
buceado por los arrecifes de coral y vimos peces payaso, pulpos, e incluso
tiburones. Bueno, fue Mayra quien lo vio, y de lejos. Como es temporada baja
nuestra cabaña es la única ocupada en el resort. Hoy Anwar, el encargado, nos
ha tratado con recelo y condescendencia. Cuando salí al vestíbulo a por agua
mineral, hablaba por teléfono. Ha colgado al instante, para verme con los ojos
bien abiertos. Sabe que España tiene problemas con el coronavirus, pero a mí
qué me cuentas, fantasma. Corre una brisa desde la laguna interior y refresca
la hamaca. Esto es un paraíso. Hemos encargado las medicinas de Mayra porque se
han quedado en España y en Newkey no se encuentran.
16 de Marzo.
No nos han dejado salir a bucear. Hoy en la
mañana, mientras Anwar rezaba, ha venido la policía con personal médico. Nos
hicieron la prueba. No sabía que era tan incómoda y dolorosa. Por un momento
pensé que el bastoncillo me rascaba el cerebro.
—You’re
in quarantine now—dijo Dawud, jefe de la policía. Mayra encontró un trozo de
madera y le hace muescas con un cuchillo.
17 de Marzo.
Lescaies ha cancelado todos los vuelos con
España. Tenemos billetes de regreso para dentro de cinco días. Todo el día he
dado vueltas por la cabaña sin encontrar la señal suficiente para comunicarme
con la aerolínea. El roaming no sirve. Gritaré a la laguna vacía.
19 de Marzo.
—I have good and
bad news for you —dijo Dawud ayer. Mayra y yo tenemos
coronavirus. La buena noticia, al menos, es que somos asintomáticos. A
continuación, un interrogatorio de dos horas sobre los sitios a los que fuimos.
Cuando mencionamos Gallegos Alley, los policías se asustaron. Uno se apartó y
llamó por teléfono. Estaremos atrapados en la isla, pero no pagaremos alquiler
después de los días que reservamos. Mayra no ha podido dormir; ya casi es
medianoche y no ha corrido la brisa en todo el día.
20 de Marzo.
Hoy han relevado a Anwar. Está infectado y
algo grave, en el hospital de South West Key. Nos han impuesto un aislamiento
draconiano. No podemos comer en el comedor del pequeño resort. Nos dejan los
platos en la puerta, como reclusos. Entre comidas llega alguien con mascarilla
y guantes a llevarse la vajilla. Sólo podemos permanecer en la cabaña y en el
pedazo de playa inmediatamente cercano a ella. Le pregunté a Mayra por las
muescas profundas que hace en el leño y me dijo que es su forma de contar los
días. Ayer han cremado quinientos muertos en Italia, dice el diario local que
nos dejaron con el desayuno.
23 de Marzo.
Al fin he podido comunicarme con la
aerolínea. Me conecté a internet y he enviado correos durante toda la tarde.
Luego, leí las noticias locales y me enteré de muchas cosas. No fuimos los
primeros casos: al menos diez turistas llegaron infectados antes que nosotros.
Northkey está en cuarentena total. Hay 300 infectados en el país. En Nostromo,
el distrito donde se encuentra Little Venezuela, hay un tercio de los casos. No sé cómo ocultarle esto a Mayra. En España
los muertos se acumulan. Nunca pensamos que esto saliera tan rápido de China.
Tratamos de recordar dónde cogimos el virus, pero solo nos torturamos con
hipótesis sin sentido. Después de pensarlo mucho, todas suenan reales y eso nos
tortura más. Mayra canta alguna canción feliz de su país. Pastelero pasame un
pastelito/pastelero pero bien calentico.
26 de Marzo.
Pasamos los días en un tedio culposo.
Finalmente Mayra se ha enterado de los casos de COVID en Nostromo. Sus ojeras
purpúreas me recuerdan ese experimento de secundaria en que se tintaban rosas
blancas con agua, azúcar y colorante azul. Hoy no ha querido dirigirme la
palabra. Mi cuarentena ha consistido en mirar, desde la hamaca, un punto en el
horizonte durante el mayor tiempo posible.
29 de Marzo.
Nos han hecho la prueba de nuevo. No sólo ha
llegado el equipo médico. También hay una plaga de mosquitos que quien sabe de
dónde vendrán. He comprado tres ebooks en el reader: Doña Bárbara de Rómulo Gallegos
(para tratar de sacarle de algún modo conversación a Mayra), Diario del año de
la peste de Daniel Defoe y Tiempos recios de Vargas Llosa. Van catorce muescas
en el leño.
2 de Abril.
El mundo está paralizado. Macron le entrega a
los franceses una metáfora de guerra. Las pruebas han dado negativo, nos
curamos. Estamos ahora en un albergue temporal, cerrado a cal y canto: un
edificio sin terminar en Newkey. Todos en nuestra planta son españoles:
distingo el acento en el silencio que pactamos tácitamente Mayra y yo. No
podemos salir. Ha encontrado sus medicinas en una maleta.
6 de Abril
Hemos peleado. Llevaba una hora llorando
cuando pasó. Leyó un artículo en algún medio digital venezolano que acá sus
paisanos mueren como si de la peste negra se tratase. El artículo hablaba del
hacinamiento, que si es frecuente para los habitantes de Lescaies, para los
venezolanos es peor. En un cuarto del callejón todos resultaron infectados y
murieron tres adultos. En esa buhardilla de 16 metros cuadrados vivían seis personas.
He tirado su móvil. Desde la cuarta planta debe ser una caída monumental. Hemos
peleado. Ha vuelto a cantar la canción del pastelito, pero con una tristeza
profunda y voz ronca. A mi me han dado ganas de llorar.
7 de Abril
Nada de lo que yo diga la consuela. Que tal
vez no ha sido su culpa, que otros extranjeros pudieron frecuentar el callejón.
Sus excusas: ese barrio está apartado, el callejón no es tan popular entre
turistas, ningún europeo va de turista a la más paradisíaca república del Caribe
a probar comida venezolana. He visto casi toda la filmografía de Buñuel, me
faltan El ángel exterminador y Robinson Crusoe. No creo que este sea el mejor
momento para historias de naufragios.
8 de Abril
Han traído el móvil. La pantalla tiene un
arañazo pero funciona. La última vez que se me cayó un Smartphone, del bolsillo
al suelo, quedó inutilizable. No sé si Mayra tiene suerte o no. De todos modos,
hemos acordado que no lo use. Cualquier cosa va a hacer que vea las noticias.
Lescaies tiene mil casos y la tasa más alta de contagio y muertes está en la
comunidad venezolana. Mayra no lo sabe de momento. Tal vez lo intuya. Apenas
hablamos.
10 de Abril
Hemos hecho las paces. No tenemos agua desde
ayer y eso la animó a decirme: me siento como en Venezuela, a partir de ahí
empezamos a conversar. Me dice que en Nostromo viven unos vecinos de Porlamar.
Cree que están enfermos y que es culpable de su muerte. Las ojeras de Mayra son
rosas negras.
12 de Abril
Al fin nos hemos podido bañar y hacer la
colada. Los contras: tenemos que compartir con los demás vecinos del albergue
los baños de unas piscinas cercanas. El agua no llega a este lado de la isla
artificial y me pregunto cómo podemos estar rodeados de agua y a la vez
sentirnos en el desierto del Sahara. Los turnos de los baños son separados: en
la mañana las mujeres, en la tarde los hombres. Es raro, pero todos parecen
alegres: cuando se quitan la mascarilla antes de entrar en la ducha, suspiran y
mientras exhalan, dejan escapar una sonrisa.
17 de Abril
Estoy en el Hospital: espero que escribir las
notas de hoy me calme un poco. Es lo que necesito. Cuando subí del baño diario,
Mayra había ingerido toda la risperidona que quedaba. Estaba desmayada, en el
suelo. En el móvil estaba cargada la noticia. Quince venezolanos han muerto por
coronavirus en Lescaies La ambulancia tardó en llegar. Le hacen un lavado
gástrico y me dicen que pronto estará bien. Estoy pensando en qué decirle
cuando despierte, me vea y me diga con los ojos lo que ya sé: huí para no morir
y ahora maté a quienes hicieron lo mismo que yo, pero que tuvieron menos
suerte. Pienso que en España también muere mogollón de gente, pero que al menos
mueren en su país. El doctor camina hacia mí: y el aire acondicionado no es
suficiente para mitigar el calor. Me ha llegado una notificación: your
medication has arrived in Keyport. Tal vez hoy comience a leer el libro de
Defoe.
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